Una ruta para descubrir una esquina del Tambre que no conoce nadie

cristóbal ramírez

SANTIAGO

CRISTÓBAL RAMÍREZ

El río conforma simplemente un paraíso natural, lleno de especies vegetales acuáticas y, por supuesto, terrestres

26 jul 2021 . Actualizado a las 23:37 h.

Punto de encuentro: Carolliño, en el municipio de O Pino. A un cuarto de hora de Santiago. Dirección: en el centro de Sigüeiro, en la rotonda a la derecha, carretera de Grabanxa. En el km 2 (en un cambio de rasante), a la misma mano, a bajar al Tambre, a cruzarlo, a subir, a pasar las casas de Carollo y poco más de un kilómetro más adelante plantarse en las de Carolliño. Una vez ahí, desvío a la izquierda, de nuevo hacia el río y hasta el fondo de Carolliño de Arriba. Fin de la descripción, gris pero necesaria para no perderse.

Así que toca aparcar el coche y echar a andar o bien pedalear por una pista que siempre va a ser ancha, con tráfico nulo fuera de algún ocasional tractor. O sea, rumbo sur. Y a los 800 metros se llega, por un camino espectacular y precioso, a otro grupo de casas llamado Quintás, con algún edificio muy bien rehabilitado.

Hay que escapar del asfalto y girar hacia la izquierda -dejando a mano contraria un lavadero en estado aceptable y dos hórreos dignos de mejor suerte- para continuar pisando tierra y dirigirse de nuevo hacia el Tambre. Un pequeño edificio (0,3 km desde Quintás) que es un ejemplo claro de feísmo tiene unas enormes palabras pintadas que producen sonrisa. En el desvío del km 0,5, de frente, al igual que en del 0,6. Tampoco se coge la izquierda en el 0,7, algo que sí se hace en el 0,8, para llegar al final de la pista a los mil metros de recorrido.

Un bosque de ribera de sobresaliente, y el río ahí al lado. No queda otro remedio: meterse entre los helechos, abrirse camino unos metros (nada del otro mundo) y plantarse en la ribera del Tambre, que ahí no solo es muy ancho sino que conforma simplemente un paraíso natural, lleno de especies vegetales acuáticas y, por supuesto, terrestres. Al lado se extiende, además, un magnífico campo para poder sacar los bocadillos y reponer fuerzas.

Ya de vuelta, y si el reloj no impuso su dictadura, una vez en Quintás puede ser una buena idea ir hacia el mencionado lavadero, dejarlo atrás, llegar a la carretera principal, cruzarla y subir hasta la iglesia de Santa María de Budiño. El edificio, alto y no carente de esbeltez, no puede ocultar su inspiración neogótica, con muros que están revocados y con una buena mano de pintura blanca y son de mampostería, con esquinales y algunos otros elementos en cantería. Planta de cruz latina y, arriba, una espadaña en granito visto, con dos huecos y sendas campanas.

Y si bien el templo resulta agradable a la vista, más aún el excelente cruceiro que se alza justo antes, en el medio de la pista y con una protección necesaria y que, quizás, pueda ser mejorable estéticamente.

Y una curiosidad: si al llegar a ese cruceiro se mira a la izquierda, a los 300 metros se verá un grupo de casas. Es As Cancelas. Nada en común excepto el nombre con el centro comercial de Santiago, obviamente: en uno se pasea por un espacio cerrado, en otro al aire libre. Por cierto, ¿covid por estos pagos? Imposible contraerlo.