La estación de Ordes-Pontraga, lugar de descanso también en la Vía Verde

cristóbal ramírez SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Recorrido por el itinerario peatonal y ciclista desde la estación de Garga-Trasmonte

27 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La vieja y abandonada estación de Garga-Trasmonte es un excelente punto de partida para recorrer un tramo de la Vía Verde Compostela-Tambre-Lengüelle, un itinerario recuperado sobre la caja donde estuvo la vía del tren. Ahí se fijó el punto kilométrico 15, empezados a contar desde la estación de A Sionlla (el tramo A Sionlla-Sigüeiro aún no está terminado).

Nada más empezar a poner un pie delante del otro el excursionista se da cuenta de dos cosas: de que va a disfrutar de sombra y de que cruza un bosque que calificará de magnífico, sobre todo si mira a la izquierda.

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A poco más de un par de minutos fue colocada una señal de cruce peligroso. Tranquilidad: el peligro es escaso, viene dado porque procede salvar una pista asfaltada por la que pasan muy pocos coches, pero el interés de quien diseñó el itinerario es advertir de esos puntos.

Al medio kilómetro se ve la primera barandilla de madera, bien integrada en el paisaje. Esa es una constante en toda la Vía Verde: aquí no hay alambre, aluminio y nada que se le parezca, sino un elemento tan natural como la madera. El río Lengüelle discurre a la izquierda.

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Se afronta así una larga recta suavemente ascendente bajo un auténtico túnel de árboles. En la mitad se distingue una señal de las antiguas: 402-7. La primera cifra indica los kilómetros que dista Zamora desde aquí, y la segunda los cientos de metros. En el 402-8 sorprende el ruido de un arroyo, que baja a toda velocidad hacia una zona llana y, en último extremo, hasta el Lengüelle, allá al fondo. Estas son tierras de aluvión que fue transportando el río, fértiles, generosas en agua.

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Además de la anécdota de que todo el tiempo discurre una pista de tierra justo al lado de la Vía Verde, en el kilómetro 16 se cruza bajo otra. Esa construcción, ese minúsculo túnel de cemento, no figura en el catálogo de las maravillas estéticas —se van a encontrar más—, pero la vegetación es tan exuberante que impide que la vista se fije en ella.

Y así se llega al único punto que exige una mejora: en un poste de madera la flecha anima a seguir recto, rumbo a Cerceda. No. Gírese a la diestra para pasar bajo la nueva vía del tren y luego elíjase la izquierda. No es el primero que se despista.

Unos metros más adelante se encuentra la primera área de descanso, compuesta por una mesa con bancos, otros dos bancos aislados, aparcamiento para bicicletas y un enorme panel explicativo, con mapa que indica dónde se encuentra el excursionista. Por atrás corre un regato tan ruidoso como el anterior,

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Marco 403-4 y en determinado lugar el bosque se abre y permite ver el Lengüelle. Es cierto que casi no se distingue el agua, pero sí el estupendo bosque de ribera de especies autóctonas, con bosque de eucaliptos más al fondo.

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No queda más remedio que cruzar después un túnel. No demasiado largo, cierto, ya que rápidamente se ve el final. El suelo es firme y sin alteraciones, de modo que no encierra mayor peligro. Las piernas llevan dos kilómetros desde el inicio.

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Nueva larga recta al fondo, con más barandillas de madera, de protección, sobre un río ancho que desemboca en el Lengüelle y conforma un espacio muy bonito. Y de esa manera, sin gran esfuerzo, tras describir una curva muy abierta, el excursionista se encuentra al fondo la vieja estación de Ordes-Pontraga, que está siendo rehabilitada. Excelente entorno que incluye espacios a cubierto con mesas y bancos, y por ello lugar de descanso de familias de la zona en los fines de semana.