José Luis Pérez: «Iluminar muchas casas de Santiago durante casi 45 años es ya un éxito»
SANTIAGO
Su padre fundó en 1981, en la calle República Arxentina de Santiago, Pérez Antolín Iluminación, una empresa pionera, primero en el ámbito de las bombillas y lámparas y, desde hace años, en los proyectos de iluminación. «Es un orgullo ver que te buscan para dar luz a 20.000 metros de una gran finca de Ibiza», traslada
10 nov 2025 . Actualizado a las 22:02 h.Pese a que, con su especialización, fueron pioneros, admite que siempre les gustó pasar desapercibidos. «Eso ya viene de mi padre, que tenía un carácter germánico, organizado, reservado… Aún ahora no tenemos ni una furgoneta rotulada», señala sonriendo José Luis Pérez, de 62 años, quien, junto a su hermana María del Mar, forman la segunda generación de Pérez Antolín Iluminación, un negocio fundado en 1981 por su padre, ya fallecido, José María Pérez Antolín, en el mismo local de la calle República Arxentina —frente al antiguo colegio Peleteiro— donde hoy siguen. «Imagínate nuestra sorpresa cuando, siendo jóvenes, mi padre dijo que quería abrir aquí una tienda de bombillas», evoca sobre una idea que se confirmó atinada. «Era algo que él siempre tenía en la retina», repasa.
«Mi padre nació en la calle Hortaleza de Madrid, donde estaba Lámparas Oliva, uno de los primeros negocios de España de iluminación. Él luego empezó a trabajar en Siemens, trasladándose en la década de los 60 a Vigo, donde estaba la sede de un representante gallego de esa firma. Allí nacimos mi hermana y yo. En 1969, Siemens, que vendía material médico, abrió ya delegación propia en Santiago, donde estaba la Facultade de Medicina; y nos vinimos. El local era el mismo donde ahora estamos», afirma. «Mi padre vendía además, por su parte, material radiográfico, haciéndose un nombre con ello. Le conocían muchos en el hospital», continúa. «En 1981, y mientras seguía con lo de las películas radiográficas, se decidió a dejar Siemens y a abrir Pérez Antolín Iluminación, con la idea de que en su tienda se pudiese encontrar cualquier tipo de bombilla. Llegamos a tener 4.000 distintas», enlaza.
«Yo estaba estudiando Económicas, pero en 1984, y mientras crecía el nombre de la tienda, y no solo en Santiago, ya me incorporé. Poco a poco aprendimos del sector, también a partir de visitas a fábricas y de recibir asesoramiento de empresas como Philips u Osram, a las que les interesaba tener a alguien diferente... En Santiago, aunque había más negocios de iluminación, nosotros nos especializamos en artículos muy concretos. Fuimos innovadores», valora con timidez. «Desde el principio vendíamos tanto lámparas para uso doméstico como profesionales, para sectores como artes gráficas, ciencia o medicina, para microscopios o oftalmoscopios... En los primeros años dábamos también luz a discotecas», rememora. «Por el boca a boca, cuando alguien necesitaba algo especial o de calidad, y pese a que pudiese no ser tan económico, venía», destaca. «No tuvimos ventas estacionales, salvo la inicial, en otoño, de flexos para universitarios... Podíamos vender 15 al día, con su bombilla azul. De esas salían toneladas. ¡Y todas se probaban en la tienda!», apunta, y refrenda la fidelidad local. «No olvido a un niño que vuelve cada Navidad de Londres. Cuando tenía diez años entró y pidió bombillas raras. Con asombro, le dimos algunas. Al año siguiente regresó. Al tercero ya le teníamos reservadas varias. Y así lleva doce años...», desliza risueño.
«Con el paso de las décadas y mientras seguimos con venta en la tienda —aún ahora, por ejemplo, muchos vecinos compran aquí lámparas del reconocido creador gallego Arturo Álvarez—, vimos cómo los avances tecnológicos, como el de los Led integrados, se comían varios de nuestros principales negocios. Nos fuimos adaptando y, desde hace tiempo, nos centramos en hacer proyectos de iluminación, para los que colaboramos con interioristas o arquitectos», apunta con entusiasmo. «Nuestro fuerte son trabajos para casas unifamiliares, comercios o restaurantes. Casi todos son en esta zona, aunque hace poco nos llamaron para uno en Ibiza, en una gran finca de una familia de Mónaco, que nos pidió dar luz a 20.000 metros de su gran finca. Los dueños quedaron muy contentos; para nosotros es un orgullo ver que ya te buscan...», estima.
«Pasamos crisis, como la de la vivienda o el covid, con la competencia a mayores de franquicias e internet, pero resistimos. La gente, como opinaba mi padre, aprecia el trabajo. Para nosotros es ya un éxito iluminar, no solo alumbrar, muchas casas de Santiago durante casi 45 años», razona. «Cuando se me pregunta cómo sigo, digo: "Bien, iluminando..."», remarca.