La artesana de Santiago que creó su universo de joyas sostenibles a partir de seda o crisálidas
SANTIAGO
Mónica Fuentes creció recorriendo las aulas de la EASD Mestre Mateo y hoy está al frente de la marca Mica, con un puesto de venta en el Mercado Galego da Creatividade
28 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.La madre de Mónica Fuentes Sueiro trabajaba limpiando la escuela de artes y oficios EASD Mestre Mateo de Santiago. «Yo podía pasear por todas las clases y crecí entre Asorey, Vilariño... mis hermanas preferían quedarse en casa, pero a mí me encantaba estar rodeada de tanta creatividad. En realidad, siempre me he visualizado dedicándome a ello», dice esta compostelana afincada en Bertamiráns (Ames). Acabó estudiando en ese mismo centro —no podía ser de otra forma—, la especialidad de Volumen, y continuó luego su formación con la Fundación Centro Nacional del Vidrio. Hoy tiene su propia marca de bisutería sostenible, Mica, en la que ha creado un universo sostenible de pendientes y otros complementos hechos a partir de crisálidas, seda, fibra de plátano, hilo de ortiga y otros materiales con los que va experimentando para dar forma a una artesanía colorida y con un toque muy singular.
«En los últimos años estuve trabajando en el mundo de la moda, como diseñadora. Aunque vengo de una firma de alma gallega, que no es como la fast fashion, ves lo efímero que es este mundo y los grandes desperdicios que crea. Yo siempre quise desarrollar una colección propia de bisutería y que tuviera el menor impacto ambiental posible, trabajando con restos de producción, con materiales muy naturales, que no provocasen contaminación, con un trabajo a muy pequeña escala. Por eso hago colecciones muy pequeñitas y limitadas, para que tengan el menor impacto», explica Mónica.
La marca Mica surgió hace un año, aunque ya llevaba un tiempo inmersa en este mundo, y en octubre del 2024 desembarcó en el Mercado Galego da Creatividade, la tienda colectiva de artesanos del casco histórico santiagués. «Acabé utilizando crisálidas de casualidad, porque tenía alguna que había comprado hace algún tiempo para cosmética. Reparé en ella, en que es seda pura e hilo, y se me ocurrió teñirlas de colores. Las compro a criadores que trabajan de forma sostenible, hacen un corte a la crisálida para dejar vivir a la mariposa y guardan esa pieza, que tiene un blanco natural y una dureza muy característica. Cada bolita es diferente, no hay dos iguales. De hecho, me cuesta juntar un par que sea más o menos parecido. Al teñirlas algunas se deforman o aplastan y ahora de ese desastre saco una especie de hilo para crear una flor. De ahí ha salido una nueva colección», cuenta una compostelana que trabaja ahora con fibra de plátano obtenida de los deshechos del consumo alimentario, así como con hilo de ortiga que compra a pequeños productores y «también estoy experimentando con fibra de maíz o hilo de lino.
Hasta las etiquetas de sus piezas son reciclables y fomentan el ciclo de la vida: «Están hechas con papel reciclado natural y llevan unas semillas. Si lo rompes en trocitos y le echas agua, nacen flores silvestres».