Recuperan del río entre Santiso y Agolada la leyenda del paso, del año 862
30 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Tiene un valor extraordinario como su tamaño. De su dimensión dan cuenta sus 13.600 kilos de peso. Y de su relevancia, la inscripción que data su fundación en el año 862. Es la roca tallada del puente de Mourazos, el único vestigio que se conserva de ese paso que, en el siglo IX, comunicaba las dos orillas del río Ulla, a la altura de lo que, mil años después, se establecería como frontera natural entre las provincias de A Coruña y Pontevedra. O lo que es lo mismo, como límite entre los municipios de Santiso y de Agolada. De su existencia dio aviso, hace más de una década, el director del Museo Terra de Melide, Xosé Manuel Broz, que aunó su empeño con el del alcalde de Santiso, Manuel Adán, hasta conseguir recuperarla del cauce fluvial, donde asomaba en épocas de caudal bajo en el río.
Los trabajos de rescate de la piedra, con la preceptiva autorización de la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural de la Xunta, los promovió y financió la Fundación Luis Monteagudo, una institución con sede en Betanzos dedicada al estudio de la epigrafía gallega. El arqueólogo y restaurador Miguel Ángel López Marcos realizó el proyecto de recuperación, que permitió sacar a luz —y, en un futuro inmediato, musealizar in situ— un significado elemento patrimonial, porque apenas se conservan restos de construcciones del medievo. La retirada de la piedra tallada del puente de Mourazos la realizó la empresa especializada Terra Arqueos S.L., bajo la dirección de López Marcos, experto en musealización de yacimientos arqueológicos y en movimiento, con un currículo en el que figuran la recuperación de grandes estructuras, como los colosos de Amenofis III en la ciudad egipcia de Luxor —de más de 300 toneladas de peso— y la Pedra de Abalar, en Muxía, con un peso de 70 toneladas.
Él mismo cuenta que la recuperación del vestigio del puente medieval sobre el río Ulla «resultó extremadamente compleja no solo por la dificultad de la intervención, sino por ser un monolito con múltiples fracturas». Narra que «en los trabajos previos fue necesario liberar la piedra por medio de gatos hidráulicos de 100 toneladas», y una vez liberada, «se fabricaron eslingas especiales a medida para realizar un doble eslingado durante su izado. Era fundamental —explica— repartir cargas hasta el momento más delicado que suponía el volteo». Además de esa complicada intervención, tras la que la inscripción medieval se trasladó al cercano enclave donde se musealizará, «fue necesario realizar el rescate de los seis fragmentos que se encobraban en el lecho del río en una operación de buceo compleja por la corriente existente», relata el arqueólogo, que califica la intervención de «éxito y gran ejemplo de recuperación del patrimonio».