Un melidense que emigró a Argentina en 1949 completa su viaje número 42 a su tierra natal

Natalia Rodríguez Noguerol
natalia noguerol MELIDE / LA VOZ

MELIDE

Noguerol

Manuel Fernández tiene 93 años y regresó este verano a Galicia como ha hecho todos los años que le ha sido posible

03 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Manuel Fernández regresó a Argentina días atrás con un smartphone que ronda los 1.000 euros en la maleta. Contar esto no vendría al caso de no ser porque el mismo hombre, sesenta y ocho años atrás, cruzaba el charco rumbo al país austral con una mano delante y otra detrás. «Marchei solo, sen nada, á deriva, coma moitas, e deixando atrás unha débeda de 10.000 pesetas que pedín para sufragar os gastos da viaxe», recuerda Manuel la travesía que en 1949 puso 10.000 kilómetros de mar por medio con su Melide natal. Tuvo que pasar más de una década hasta poder volver a ver a su gente, pero desde el primer regreso -billete de vuelta, incluido- llegaron cuarenta y dos más.

Son los viajes que este emigrante melidense lleva hecho desde Buenos Aires -ciudad en la que reside- hasta su tierra de origen, adonde regresa cada año, siempre en agosto, para reencontrarse con lo que aquí dejo: «A familia e todo o meu apego», dice. Pero más que los numerosos trayectos en avión, son los años -93 tiene encima- y lo que le tocó vivir los que hacen de Manuel un hombre con muchas horas de vuelo. «Tivemos que marchar moitos miles de galegos porque había necesidades extremas, moi tristes, que os máis novos non chegaredes a entender», afirma sin recrearse en penurias. Ni en las que dejaba atrás cuando emigró, ni en las que se encontró cuando puso el pie en la capital bonaerense. Pero se intuyen cuando cuenta que «durmín seis noites nunha praza». En su relato no pierde la sonrisa. Eso es lo último. Pero, además, a él, aunque «non cheguei a facer as Américas», no le fue nada mal en la quinta provincia gallega. Después de una semana de trabajo -solo un par de días le llevó encontrarlo- ya tenía suficiente para dormir bajo techo.

Empezó fregando platos «e pouco a pouco cheguei á cima», como él mismo dice para contar que acabó regentando uno de los restaurantes de la cadena en la que empezó a trabajar y en la que se jubiló hace ya más de tres décadas. En su periplo laboral en Buenos Aires también fue conductor de autobuses, un empleo que le permitió retomar sus estudios y graduarse en secundaria. La idea era matricularse en Medicina, pero los años lo echaron atrás. «Tería sido médico con 40», se lamenta ahora Manuel. Es la única espina que confiesa tener clavada el titular de sexta cuenta bancaria que se abrió en España con moneda extranjera. El regresar para siempre no es una cuenta pendiente para él.

Pudo hacerlo cuando en 1974 retornó a Galicia para casarse. Pero a la muerte de su esposa cinco años después «volvín para América contra a vontade de todos». Y ahora, ¿por qué no? «Ten unha resposta difícil de entender», afirma para no dar pie a malos entendidos cuando explica que «non veño para aquí porque me sinto un pouco estranxeiro; da miña xeración xa non hai ninguén e aínda sen perder a morriña pola terra, o meu mundo está aló». Pese a la «locura» que admite es vivir en pleno centro de Buenos Aires, donde reside en compañía de una emigrante de Agolada que conoció de casualidad en unos de sus viajes a Galicia, «a min gústame». Es un trajín a años luz del extraordinario y estival que se vive en Melide por el retorno vacacional de emigrantes que, como Manuel, nunca dejan de volver. «Se me deixan, teño pensado facer oito viaxes máis», dice.