Soy un huevo Kinder

SANTIAGO CIUDAD

21 mar 2019 . Actualizado a las 12:30 h.

Reconozco que cuando me levanto no soy persona, y cada vez me cuesta más encontrarme. Pero hay circunstancias que me espabilan y me siento como si fuese un médico de urgencias que tiene que darlo todo aunque lleve 24 horas sin dormir. Y así, tras acumular experiencias propias y vislumbrar unas cuantas ajenas, he llegado a la tajante conclusión de que en momentos de tensión soy igualita que un huevo Kinder. Definitivamente, estoy cargada de sorpresas y no necesito que nadie me diga que es lo que tengo dentro, porque enseguida sé de que pie cojeo. Sobre todo cuando mis neuronas, cada vez más menguadas, reciben mensajes que me caen a plomo como una botella de licor café, botella incluida.

Ayer mismo, sin saber por donde venía el mensaje, escuché que toda persona de bien debería tener derecho a llevar un arma. Una, que se sabe rabuda y a la vez mujer de bien, cree que podría tener derecho a uno de esos artilugios, aunque eso me obligaría a darle una vuelta a mi colección de bolsos, a graduar mis gafas para apuntar en condiciones y a extremar algunos filtros de mi comportamiento.

De lo que sí tengo consciencia es de que, egocéntricos como somos los humanos, todos nos visualizamos como gente de bien. Hasta puede que quien decidiese pintar la catedral de Santiago pensase que lo suyo era una justa reivindicación. O que la primera ministra de Nueva Zelanda no sea una mujer muy de bien por apostar por el control de armas... El huevo Kinder que llevo dentro sabe que, sea cual sea la sorpresa, esa nunca será un arma, porque, al menos en eso, me siento gente de bien. Como millones.