Santiago goza de una aparente posición de privilegio en términos de ocupación, ya que su nivel de paro ha caído hasta el 5,2 por ciento, según la Encuesta de Población Activa. Y digo aparente porque la gran mayoría del empleo en la ciudad está soportada por el sector público, con casi un tercio del total, y el sector servicios, preferentemente hostelería. El dato de que el 90 por ciento de los 3.900 puestos de trabajo que ganó el ayuntamiento en el último año corresponden al área de los servicios, da idea clara de qué pasa con la industria: Pues sencillamente que no está ni se la espera. Camino de un 21 apoteósico en peregrinos, se consolidará esta tendencia. Y es esta una extraordinaria noticia para la ciudad.
Pero mal haríamos si nos dejamos llevar por esta inercia y la consiguiente complacencia. Hoy se habla de la industria 4.0, aquella que es innovadora, tecnológica y sostenible. Y a ese carro queremos subirnos desde el Tambre, cuya área empresarial norte aporta un 12 por ciento aproximado de los casi 50.000 ocupados que tiene Santiago. De la mano de empresas punteras, la Universidad, la Cámara de Comercio, los clústeres y las Administraciones Públicas estamos trabajando en una plataforma tractora en el ámbito de la biotecnología y la madera. La industria crea empleo de calidad y fija población, mientras que los servicios ocupan por temporada, estación y evento.
Celebramos igualmente que el alcalde Bugallo se haya reservado para sí el área de promoción económica, señal de que le concede una prioridad máxima. Porque no debemos dejarnos deslumbrar solamente por el efecto jacobeo, sino sembrar para que a medio plazo nuestra ciudad también pueda ser singular en el ámbito industrial, o al menos, que tenga el peso que le corresponde por población. Ahora bien, en esta línea de trabajo, la construcción del enlace orbital y el desbloqueo de las licencias municipales se nos antojan como irrenunciables para el desarrollo económico-empresarial que deseamos todos.