Vecinos de Casas Reais llevan tres meses sin agua, y va para más

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

PACO RODRÍGUEZ

Los inquilinos del inmueble afectado ni pueden vivir en los pisos ni tampoco alquilarlos, a la espera de la acometida de la tubería del inmueble con la red general

26 oct 2020 . Actualizado a las 14:25 h.

Tres meses sin agua y con la amenaza de que sean cuatro. Así se encuentran los vecinos de un edificio de Casas Reais que esperan, desde inicios del verano, a que el Concello autorice y acometa el enganche de los conductos del suministro del inmueble con la red municipal. La situación ha trastocado sus vidas, hasta el punto de que algún inquilino se ha visto obligado a dejar su casa e instalarse en la de unos familiares por no poder hacer vida en la suya, sin agua para beber, para ducharse o para realizar las labores diarias.

Según Xosé Zapata, presidente de la comunidad del número 1 de la calle Travesa, en la esquina con Casas Reais, todo empezó a principios de verano, cuando sufrieron una avería en la vieja instalación de suministro de un edificio que data de 1900. Al tratarse de un viejo inmueble del casco antiguo, las tuberías eran todavía de cobre, sin posibilidad de ser reparadas, por lo que la comunidad decidió cambiar y modernizar toda la instalación. Entonces, solicitaron permiso para el enganche con la red general, y ahí empezaron los problemas.

La burocracia ocupó a la comunidad todo julio, con cruces de comunicados entre el Concello y Viaqua. En agosto, todos de vacaciones. «En septiembre me llaman la concejala y la gerente de Viaqua para disculparse, pero nadie arregla nada», asegura el presidente de la comunidad, quien lamenta que los técnicos no se inmuten por el hecho de que el edificio esté habitado.

A la espera de dos expedientes

Llegó octubre, y harto de tan larga espera, Zapata volvió a llamar a Raxoi: «Me dicen que faltan dos expedientes, el del arqueólogo y el de la comisión de patrimonio, y que cada uno de estos trámites lleva un mes. O sea, que con suerte, en diciembre nos ponen el enganche», calcula.

El edificio tiene tres viviendas habitadas y un bajo que está vacío. La vecina del segundo lleva desde el mes de junio fuera, viviendo con unos familiares a la espera de que se resuelva la situación. La del primero solo lo ocupa en verano, pero este año no pudo hacerlo por razones obvias, «y yo no he podido alquilar a nadie el piso, aunque he tenido más de cuarenta llamadas de estudiantes y de personas interesadas», se queja Zapata.