Ojalá esa foto no se quede en papel mojado. La de la unión de todos los grupos políticos del Concello, junto a vecinos, comerciantes y hosteleros, exhibiendo la pancarta «Non á perda de máis servizos fundamentais para a zona monumental de Santiago». Cualquiera suscribe ese lema, sea o no residente, comerciante u hostelero en el casco histórico. Ponerse tras la pancarta y cantar unas cuantas consignas es lo fácil. Y bien estará si es para iniciar, desde la unión, una estrategia política para frenar la sangría que desde hace décadas vacía de población, y por tanto de vida propia, las calles de piedra para convertirlas, cada vez más y sin que nadie lo remedie, en un museo que echa el cierre a las ocho de la tarde, salvo los itinerarios de mayor densidad hostelera, claro está. El cierre de oficinas bancarias no es el problema, sino una consecuencia del problema, como el de muchísimos otros establecimientos de todos los sectores (salvo el turístico) con tradición en la zona. ¿Por qué iba a ser excepción en un contexto de brutal reestructuración bancaria, con durísimas consecuencias para sus propias plantillas y para los vecindarios a los que daban servicio? Bienvenida esa movilización y las gestiones del alcalde para que no cierre la sucursal del BBVA, ni la del Sabadell, ni ninguna otra. Ahora bien, los compostelanos de la «almendra» y los de fuera de ella —aspirantes o no a convertir en realidad el sueño hoy inalcanzable de residir en el casco histórico— se quedarían más tranquilos, estoy seguro, si el Concello impulsara políticas para facilitar el acceso a la vivienda y suavizar muchos otros peajes que pesan sobre la vida ahí. Y seguro que, así, también cesaría la pérdida de servicios fundamentales.