Dos universitarias se salvan «por milésimas» de que les caiga encima el techo de su piso de alquiler en Santiago

cinthya martínez / i. c. SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

XOAN A. SOLER

La agencia les dijo que no se preocuparan, que «como mucho les haría un chichón»

23 oct 2021 . Actualizado a las 15:15 h.

Paula López y Andrea Blanco, dos jóvenes de Muros que estudian en Santiago, convivían desde hace tres años con unas grietas en el salón de su piso en la calle de Montero Ríos. No fue hasta este fin de semana, en el que Paula bajó a su pueblo, cuando Andrea empezó a escuchar «uns ruídos moi raros e renxidos», que le trasladó a su compañera cuando esta volvió el domingo. Ambas pensaron que al tratarse de un edificio antiguo, «sería alguén camiñando ou a madeira no teito de arriba». Sin embargo, optaron por retirar cosas de valor de debajo «por si acaso» y sacaron fotos de una grieta que empezaba a ser más notable para enseñársela al día siguiente a los responsables de la inmobiliaria que les alquiló la vivienda. Pero no dio tiempo. Esa noche, sobre las diez, mientras las dos se encontraban en el sofá, Paula le gritó a Andrea que corriese. El techo cedía, empezó a caer polvo y ambas se salvaron «por milésimas de segundo» de que no les cayese encima.

«Mentres se viña abaixo nós aínda estabamos correndo», asegura Paula. «Se non chega a vir ela podería caerme a min tranquilamente, porque levaba todo o fin de semana facendo traballos no salón», añade Andrea. Aún con el miedo en el cuerpo, llamaron a sus respectivas madres, las cuales aconsejaron no dormir allí esa noche. Así fue, cogieron una mochila y se trasladaron a casa de un familiar de Paula.

La odisea siguió al día siguiente, cuando le trasladaron lo sucedido a la agencia. Según relatan las jóvenes, cuando llegaron allí y enseñaron los vídeos de cómo se derrumbó su hogar, uno de los empleados les dijo que «esto solo es un cacho de escayola y como mucho os haría un chichón en la cabeza», a lo que Paula y Andrea contestaron que se encuentran pagando un alquiler por una vivienda que casi les cae encima, que no es ningún chiste y que no están tranquilas. Ellas y sus otras dos compañeras pagan 555 euros al mes por el inmueble, incluyendo la comunidad. Y relatan no fue lo único que les objetó la inmobiliaria. «Tamén nos dixeron que se non estabamos contentas podiamos marchar a outro piso e que pola noite non miraramos moito para arriba por si nos daba medo», confiesa una de ellas. Aunque en la tarde de ayer unos operarios retiraron los escombros, ambas reconocen que no saben si les acabarán solucionando el problema.