Yanca, la jugadora de rugbi que le hizo hasta dos placajes al «bullying»

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

XOAN A. SOLER

La joven se incorporó esta temporada al Santiago y relata cómo se convirtió este deporte en su válvula de escape en los momentos más duros de su vida

26 dic 2021 . Actualizado a las 09:47 h.

Risueña y menuda, por su aspecto físico pocos adivinarían que Yanca Almeida juega al rugbi y compitió en primera división. Nacida en Brasil, acaba de recibir la nacionalidad española a sus 25 años, aunque pasó gran parte de su juventud en Galicia. Con solo 12, se cruzó en su vida un deporte para ella desconocido, dice: «Vivía en A Coruña y llegó un chico con una nueva actividad extraescolar, Miguel Toci. Yo estaba sufriendo acoso escolar porque era bastante gordita. Buscaba un sitio en el que integrarme, donde sentirme bien conmigo misma, y el rugbi era una actividad en la que ser corpulenta era una ventaja». Durante un año fue la única chica del equipo: «Era una situación un poco incómoda, pero no en el campo. Yo era grande y no tenían miedo de hacerme un placaje, ni yo tampoco de hacerlos [se ríe]. Pero, para seguir jugando, teníamos que apuntarnos en el Club de Rugby Arquitectura Técnica (CRAT), que entonces no tenía equipo femenino para esas categorías. Mis padres no querían que jugase en uno mixto. Tenían miedo de que los niños acabaran metiéndose conmigo y que fuera incluso peor que en el colegio. Ahora, con el tiempo, los entiendo».

A los 17 años Yanca retomó el rugbi, cuando atravesaba otro momento duro: «Volví a sufrir bullying en el instituto. Llegué a enfermar de bulimia y anorexia. Tenía la necesidad de encontrar a la niña que se sentía feliz en el campo y a la que le daba igual todo. Entonces ya había equipo femenino en el CRAT, con chicas que estaban muy fuertes y hasta jugaban en la selección española. Yo era chiquitina y regordeta, y eso me motivó muchísimo. Cada vez que iba a entrenar recibía por todos lados, pero me levantaba e iba a por otra, hasta ser yo la que derribaba. Chupé banquillo durante tres años. Estaba fuera de convocatoria semana tras semana... hubo mucho llanto», reconoce esta mujer tenaz, hasta que consiguió hacerse un hueco. «Las veteranas empezaron a irse. En el rugbi femenino no se cobra aunque juegues en primera y muchas lo dejaron por un trabajo remunerado. Empecé a entrenar mucho y, para bajar de peso, salía a correr sola y hacía dieta. Jugué todos los partidos de división de honor. Fue divertido, pero perdíamos casi siempre. Había un ambiente muy competitivo entre nosotras y en ese momento decidí dejarlo. Pensé que no era para mí y me fui a Ferrol a estudiar higiene bucodental».

Allí coqueteó con el remo, hasta que se formó un equipo de rugbi ferrolano y una exdelegada de la selección gallega, Esther Ruiz, se interesó en ella. «Coincidí con un buen grupo de gente simpática en el club, de la que te hace bien, y me hicieron recuperar la ilusión. Sin embargo, era complicado ir a clase, estudiar y entrenar a ese ritmo», relata. Más se complicó poco después, cuando la llamó el CRAT para volver a primera. Tuvo que decidir entre un deporte no pagado y el trabajo. Intentó compatibilizarlo, sin éxito: «No podía tener una conmoción en un partido el domingo y estar a las 6 de la mañana lista para trabajar».

Este verano Yanca logró al fin el equilibrio que tanto ansiaba. Trabaja en la clínica dental Macía de O Milladoiro (Ames), donde «apoyan mucho al deporte y me ponen facilidades». Además, fichó por el Santiago Ruby Club, del que forma parte su pareja, Amaro Ceruelo. «Él también juega los fines de semana y nos intentamos ayudar un montón para organizarnos. Es algo que se agradece... Este es uno de los más dulces de mi vida y estoy disfrutando de lo que me gusta, de la gente que me quiere y en lo laboral», afirma con voz animosa.

Hoy echa la vista atrás y siente que el rugbi fue «un sitio en el que refugiarse antes de buscar otras alternativas». Con un amplio palmarés, la zaguera del Santiago conocida por su carácter y agresividad en el terreno de juego, dice que en su deporte ellas son expertas en derribar todo tipo de estereotipos. «Aquí da igual que seas grande, pequeña, delgada o más rellenita. El rugbi es el sitio para todos y todas. A las chicas, es verdad, nos dicen que somos unos machirulos o que somos todas lesbianas. Al final, este es un deporte de hombres, pero puedes practicarlo y ser súper femenina, coqueta y hetero. De hecho, muchas veces salimos del campo maquilladas y con tacones. Todos piensan en una jugadora de rugbi como un toro y no en alguien pequeñita, como yo». ¿Le molesta? «No creo que los estereotipos sean culpa de la persona que los tiene y reproduce, porque las imágenes no nos las creamos cada uno individualmente, sino la sociedad». 

Reconoce Yanca su carácter competitivo y recuerda que llegó a organizar su vida en función del deporte. Fue parte del equipo que llegó a ser campeón de España en el 2019 y, aunque dice que ha bajado mucho el ritmo desde entonces, ahora sale de trabajar cuando ya ha anochecido y a las nueve está en el campus para entrenar durante dos horas. En su posición le toca repartir juego y confiesa ser «un poco chupona». Siente, más que nunca, que el balón está en su campo.