«Quedé prendado de Compostela»

xosé manuel cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

TEO

SANDRA ALONSO

El árbitro internacional de baloncesto Vicente Sanchís descubrió hace poco que su padre fue un preso de Franco en Iria

23 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Los propios jueces del baloncesto votaron a Vicente Sanchís como uno de los cinco mejores árbitros españoles de la historia. Fue el mejor de la década de los 80 y 90. Con esas credenciales recibió del Rey la Medalla al Mérito Deportivo y de la FEB la medalla de oro y brillantes. Este hombre, que acaba de desvincularse de la FEB y del mundo de la canasta, vino en los años sesenta en Santiago por primera vez y la ciudad ya no abandonó su retina.

En las sucesivas visitas deportivas a Compostela se afianzó su querencia por la ciudad: «Cada vez que venía, más me gustaba. La veía como un sitio hermoso y tranquilo, con gente amable». Con esta idea prefijada, un día, hace casi tres décadas, arrancó de Barcelona rumbo a Santiago. Buscó asiento en Os Tilos, en donde halló su solaz vital. «Es la mejor zona del área de Santiago y de Galicia», dice.

Se interesó por Compostela, llenó sus estanterías de libros sobre la ciudad al tiempo que fraguaba amistades, mantenía su actividad baloncestística y les transmitía sus saberes a los chicos. Tonecho, el ex alcalde Castro García, Edu,... y un sinfín de personas entraron en su existencia.

Su afabilidad, estatus e inmersión social contribuyeron a ahondar aquí las raíces: «No me fue difícil adaptarme». Hizo buenas migas con el alcalde teense, hoy en Compostela: «Con Martiño Noriega me une una buena amistad. Lo admiro por el trabajo que ha hecho en Teo y que sin duda hará en Santiago». Mantiene contacto con los veteranos del Obradoiro, a algunos de los cuales les pitó en su día. ¿No le guarda rencor ninguno? «Siempre me han tratado bien».

En la idea prefijada de Santiago no existía algo que Vicente descubrió hace tan solo diez años. Un día encontró un anillo plateado en la casa familiar de Barcelona con un lugar y una fecha inscritos en el interior: «Padrón. 1939». Su hermana le informó de que su padre, que falleció cuando era un chiquillo, había sido un preso de Franco en el campo de concentración de Iria. «Yo no sabía nada de eso. Me enteré hace diez años y este anillo ahora lo llevo siempre en mi dedo».

Rompe los silbatos

Cuando se retiró del baloncesto y de su labor técnica en la Federación Española, también dejó de ver al Obradoiro. «Después de tantos años de baloncesto, decidí dejarlo. Cuando dejo, lo dejo todo. Cuando pito una final de baloncesto, sea española o internacional, rompo siempre el silbato. Se acaba la final, se acaba el silbato. Pero no los tira. «Tengo en casa una copa con silbatos rotos de finales importantes que he pitado». ¿Supersticioso? «No soy supersticioso. Cuando rompo con algo, rompo. Me ha pasado con Barcelona, de donde me fui por un asunto familiar. Me marché y rompí con Barcelona».

Vicente es un tipo muy afable y cordial: «El árbitro, para poder ejercer, debe ser buena persona. Si no lo eres no puedes llegar a ser árbitro». Hay que comprender a jugadores y entrenadores. «Los deportistas son personas que sufren muchísimo en el juego. Yo animaba a menudo al jugador en la cancha y le decía «venga, tío, que tu sabes». Al árbitro no lo anima nadie, lamenta. Vicente era comprensivo, pero severo con quien le ofendía.

¿Inclinaciones en el campo? «El forofismo que pueda tener un árbitro se queda en el camino». Cuenta que dirigió sin problemas varios partidos y finales de liga entre el Real Madrid y el Barcelona. Incluso pitó una final entre ambos en el Palau que no gustó en la grada catalana.

Nombre. Vicente Sanchís Rosique, nacido en Barcelona y afincado aquí.

Profesión. Árbitro, jugador y comisario de la FEB, con 40 años ligado al baloncesto.

Rincón. La parte de atrás de la Catedral, porque es preciosa y la menos editada en los carteles turísticos.