¿Hay un enemigo más terrible que la muerte? Sí. Y no será nada fácil derrotarlo. OJO, este artículo contiene SPOILERS sobre el cuarto capítulo de la octava y última temporada de la serie. Si no lo has visto, tal vez no quieras seguir leyendo

César Rodríguez

El final de la carnicería de Invernalia lo cambió todo en  Juego de tronos. Con una acción de comando, con un zarpazo de la loba más joven de los Stark, la gran amenaza para la humanidad, el ejército de los muertos del rey de la noche, desapareció del mapa. Y nos dejó huérfanos de «la gran guerra», pero con todas las piezas dispuestas sobre el tablero para disputar la «última batalla» (Daenerys dixit), para retomar la verdadera pugna que convirtió a millones de lectores y espectadores de todo el mundo en súbditos de Poniente: la pelea por el trono de hierro, con ejércitos, conspiraciones, secretos, verdades, mentiras, intrigas y traiciones. 

Alerta: a partir de aquí el artículo destripa la trama del cuarto capítulo. Si no lo has visto, seguramente no quieras seguir leyendo

Y en esa pelea entramos de lleno con el antepenúltimo capítulo de la serie, el cuarto de la octava temporada, dirigido por David Nutter (el que filmó la inolvidable boda roja) y escrito por los creadores de la producción, David Benioff y Daniel Brett Weis.

Tras la oscuridad de «la larga noche», llega la luz. Toca lamerse las heridas. Contar los muertos. Y darles sepultura. O incinerarlos. Los diez primeros minutos del capítulo son un solemne y silente funeral. Si alguien esperaba un bajón tras la gran batalla en la sede ancestral de los Stark, no lo hay. En su lugar tenemos un emotivo homenaje a los caídos. Vemos a Fantasma, el último lobo huargo de los Stark. Contemplamos llantos y gestos simbólicos. Daenerys besa el rostro de Ser Jorah. Sansa coloca la insignia del lobo en el cuerpo de Theon. Jon da el discurso y (por fin) muestra carácter. Tras tres capítulos en modo menor, se revela como líder. Eso tendrá consecuencias. Graves. Pero volvamos a la escena. 

Los supervivientes encienden las piras. Decimos adiós a los que murieron «para que otros pudieran vivir». Vemos a Beric Dondarrion, a Lyanna Mormont y a Edd el Penas. El momento impresiona. Nadie rompe la magia. Y el humo envuelve Invernalia.

Volvemos a ver el gran salón de los Stark. Es un banquete de supervivientes de caras largas y bocas cerradas. El silencio solo lo rompe Sandor Clegane. El Perro, todo un sociópata, espeta a Gendry: «Los muertos están muertos; tú no lo estás».

Toca vivir. Y en algunos casos prosperar. La reina Daenerys interpela en voz alta al bastardo de Robert Baratheon, que se ha levantado de la mesa. Por su tono parece que le amenaza, pero no es así. Le ofrece ser el señor de Bastión de Tormentas y nombrarle guardián de uno de los siete reinos de Poniente. Ser Davos se levanta y brinda. Y todos brindan. Y se acaba el funeral. Comienza la fiesta de los vivos. 

Tyrion felicita a la madre de dragones por asegurarse un fiel vasallo para el futuro (Gendry). Ella, altiva, le responde: «No eres el único inteligente». Sansa los mira con expresión escrutadora. No hay amor entre la loba y la dragona. Tal vez nunca lo habrá.

Sigue la escena. Alternamos momentos de fiesta con diálogos con impacto. Vemos bebiendo a Podrick Payne, Brienne de Tarth y Jaime Lannister. Asistimos al diálogo de Davos y Tyrion. Recuerdan a Melisandre, a su dios rojo y al rey de la noche. 

«Hemos derrotado a la muerte, aún tenemos que derrotarnos a nosotros», dice Tyrion con sabiduría. Nos prepara para todo lo que vendrá después.

La mano de Daenerys habla con Bran, un personaje aparentemente agotado tras la derrota del ejército de los muertos. El joven Stark no quiere ser señor de Invernalia. ¿Cuál será su futuro? ¿Se limitará a escrudiñar el pasado? ¿Lo volveremos a ver en los capítulos que quedan? 

El dilema: matarreyes o matagigantes

Volvemos a la fiesta. El líder de los salvajes, Tormund, es el gran protagonista aquí. Intenta emborrachar a Jon. Lo elogia. Lo considera el perfecto ejemplo de lo que debe ser un monarca. Daenerys siente la punzada de los celos. Recela. Sabe, cómo los espectadores, quién es en realidad su enamorado. Y sabe que tiene más derecho que ella al trono de hierro. En ese momento, aparece Varys. Había una razón para que la araña sobreviviera a la matanza en las criptas. Inútil en la guerra, maestro de las intrigas, su presencia se vuelve por momentos inquietante. 

Volvemos al juego de la bebida. Y a Tormund, que le tira la caña de forma descarada a Brienne. Jaime lo frena en seco. La hija del lucero de la tarde de Tarth tiene ante sí una interesante elección: el matagigantes o el matarreyes. Elige al segundo. Acabaran en la cama. Para ella es su primera vez. Para él, en cierto sentido, también: nunca se había acostado «con un caballero». 

El primero se consuela con otra chica. Pod también. El Perro pasa. La alegría no va con él. Tampoco con Sansa. Se encuentran. Y hablan. Él le dice que antes no le aguantaba la mirada. Admira cuanto ha cambiado: «Cuánto has cambiado, pajarito». Ella, tal vez el personaje que más ha crecido en toda la saga, le cuenta como dio cuenta de Meñique y Ramsay Bolton. La palabra de la señora de Invernalia pesará mucho en el futuro de Poniente. 

Su hermana Arya fue la gran protagonista del capítulo anterior. A su pesar. A la guerrera que puso fin a la tiranía del rey de la noche no le gustan los actos heroicos. Ni siquiera los suyos. Tampoco las declaraciones de amor. Besa a Gendry cuando él le cuenta las buenas nuevas, pero rechaza su oferta. Ella no es una señora. Nunca lo será. 

Sansa Stark y Tyrion Lannister
Sansa Stark y Tyrion Lannister

Daenerys quiere ser reina. Y quiere que Jon sea su rey. Pero la verdad sobre el origen de él (es un Targaryen, y es su sobrino) obstaculiza su amor. Y siembra dudas sobre su alianza. Ella le pide que no le cuenta a nadie su secreto. Él no acepta. Quiere decírselo a su clan. A Sansa y a Arya (Bran fue el primero en saberlo). Ella le ruega que no lo haga, cree que nadie la aceptará en el trono si se sabe quién es él. Pero Jon insiste en su punto de vista. Y es hijo del Norte, terco como una mula. En eso momento el espectador se hace dos preguntas: ¿Acabarán mal? ¿Por qué no se casan?

Las cámaras se trasladan al war room de Invernalia. Con las piezas desplegadas sobre el tablero, se advierten las consecuencias de la terrible batalla contra los caminantes blancos. Han perdido muchas tropas. Necesitan tiempo para recuperarse. Habla Daenerys. Dice que ganaron «la gran guerra». Y que ahora hay que ganar «la última guerra». Una vez más, choca con Sansa. La dragona tiene mucha prisa. La señora de Invernalia prefiere la vía lenta, más segura. 

Saltan chispas. Jon interviene. Proclama que todos obedecerán a la Targaryen. Acaban pactando una estrategia. Van a cercar Desembarco del Rey e intentar un sitio por hambre. Quieren que los habitantes acaben echando a Cersei. ¿La subestiman ? La subestiman. Y lo pagarán caro. 

La mentira y la profecía

Cersei Lannister es la leona que devoró a sus hijos y a su familia. La que solo teme una cosa, que se cumpla la profecía del Valonqar, la que vaticinó su muerte violenta manos de uno de sus hermanos... Entre Tyrion y Jaime se reparten las rifas para supuestamente acabar con el único personaje «malo» (con su aliado/amante Euron Greyjoy) que nos queda por matar, pero ellos no lo saben. 

Tienen cierta razón los lectores huérfanos de más libros de Canción de Hielo y Fuego. Aquellos que aún ansían que George R. R. Martin complete su monumental obra literaria. Juego de tronos no es lo mismo sin el sostén de la prosa del escritor de Muerte de la luz. Desde que la serie adelantó a la saga, la espléndida producción de la HBO ha perdido profundidad y coherencia. Se nota mucho en las dos últimas temporadas: sobresalientes en épica, espectacularidad y giros de trama; pobres en matices y desarrollo de personajes. Para ellos son estas siete despedidas del capítulo.

1. Jon y Bran les cuentan la verdad a Sansa y a Arya, previo juramento por su parte de que guardarán un secreto que cada vez tiene más custodios. 

2. Tyrion y Jaime se dicen adiós. El matarreyes, enamorado, se queda en Invernalia con Brienne. Aparece un secundario de lujo, el mercenario Bronn. Los amenaza con matarlos (tiene ese encargo de su hermana Cersei, que a cambio le ha ofrecido el señorío de Aguasdulces). Ellos negocian y le ofrecen de boquilla Altojardín (la sede de la extinta casa Tyrell). Acepta, pero no se unirá a su ejército. Sale de la escena. ¿Para siempre?

3. Arya y el Perro cabalgan juntos. A ninguno le gustan los héroes. Tampoco las multitudes. Tienen cuentas pendientes en el sur (Cersei y la Montaña parecen claros objetivos). Y no planean volver al norte. Los veremos en los próximos capítulos. Y correrá la sangre. Seguro. 

4. La despedida del matrimonio no consumado Stark-Lannister. Los dos dragones que le quedan a Daenerys vuelan por encima de los muros de Invernalia. Sansa los mira con cautela, como midiendo su fuerza. La interpela su antiguo marido, Tyrion. Le dice que ella es «el verdadero poder en el norte». Ella muestra su disgusto por la marcha de Jon. «A mi familia no le va bien en el sur», dice antes de mostrar sus verdaderas cartas: ¿Y si su hermano es mejor candidato que Daenerys para el trono de hierro? Y le revela el secreto.

5. Los salvajes regresan más allá del Muro. Extinguida la amenaza de los caminantes blancos, el pueblo libre, harto «del sur», vuelve a su territorio. Decimos adiós a Tormund, que espeta a Jon un elogio poco frecuente: «tienes al verdadero norte dentro de ti». Con él se va Fantasma. Es un momento incómodo. El antiguo bastardo de Ned Stark ni siquiera acaricia a su lobo. ¿Por qué? 

6. Adiós con buenas noticias de Sam y Gilly. El último miembro de la Guardia de la Noche y la hija de Craster (el salvaje que desposaba a sus hijas y que entregaba sus hijos varones a los caminantes blancos) se van también al norte. Ella está embarazada. Él promete que, en caso de tener un niño, le pondrán de nombre Jon. 

7. La despedida de Jon del Norte. Cabalga con Ser Davos a una guerra que promete ser terrible. Y lo que es aún más preocupante: se encamina hacia ese final agridulce que prometió George R.R. Martin a los lectores de los libros. ¿Sobrevivirá el héroe más arquetípico de Canción de Hielo y Fuego? ¿Volverá el último «King in the North» a su casa con vida? ¿Lo hará como rey de los siete reinos? 

Las intrigas de la araña

La flota del hierro, en Rocadragón
La flota del hierro, en Rocadragón

El espectador dice adiós al norte. Vemos a Gusano Gris y a Missandei. Viajan en barco, con parte de la flota Greyjoy, hacia Rocadragón. Ellos están en cubierta, pero lo interesante está pasando bajo cubierta, en el camarote en el que hablan -y conspiran- Tyrion y Varys. La araña, que sirvió bajo cuatro reyes y solo es leal «al reino» empieza a desertar de la causa de la madre de los dragones. Cree que Jon tiene más derechos dinásticos -le ha contado Tyrion ese secreto que ya no lo es- y lo ve como un héroe de guerra. Tyrion responde con la pregunta que se hizo antes cualquier espectador: ¿por qué no se casan? La respuesta de Varys cuestiona aún más a la Targaryen: dice que ella no compartiría el trono y sugiere que puede ser tan inestable como su padre, el rey Aerys el loco. Se avecina una traición. ¿Con causa?

Siguiente escena. Daenerys vuela sobre Drogón. Los escolta, Rhaegal, herido en la batalla contra el rey de la noche. Rocadragón está cerca. Pero una gran saeta fulmina al otro dragón. Proviene de la flota de Euron Greyjoy, que acechaba en las proximidades y dispone de peligrosas máquinas de guerra. La Targaryen se enfurece y se lanza a por los barcos enemigos, pero al final desiste de poner en peligro al último y más poderoso de sus hijos. Asistimos a otra escena de combate IRREAL (y van...). Los barcos del amante de Cersei Lannister usan sus balistas como si fueran ametralladoras o cañones. Destrozan varias naves. La de Tyrion, Varys, Gusano Gris y Missandei naufraga. Los supervivientes llegan a una playa. Pero ella no está. 

Cersei Lannister y Euron Greyjoy
Cersei Lannister y Euron Greyjoy

Y las cámaras nos llevan a Desembarco del Rey, a la corte de Cersei. Vemos a la reina Lannister  escoltada por su mano, el siniestro maestre Qyburn, y por Euron Greyjoy, que le cuenta su hazaña. Ella le anuncia que está embarazada de él. Le miente (el niño es de Jaime). Y ordena abrir las puertas de la ciudad para acoger tantos refugiados como sea posible. Quiere utilizarlos como escudos humanos, como a Missandei, capturada por los piratas de Greyjoy. 

Volvemos a Rocadragón. Tensión máxima en el Consejo. Varys le dice a Daenerys que no puede vengarse de Cersei destruyendo la capital del reino. Ella bufa. Solo Tyrion logra templar los ánimos ofreciendo una salida que permita a la Targaryen justificar sus futuras acciones: proponerle a Cersei una salida negociada.

La madre de dragones, muy furiosa, acepta parlamentar. Aún así, no disipa las dudas del maestro de espías: en una escena posterior, vuelve a transitar por la senda de la traición. Y a manifestar que teme a Dany. Y que prefiere a Jon: «¿No sería mejor gobernante alguien que no quiere gobernar?» Se abren escenarios de incertidumbre para los próximos episodios. Abandonamos el blanco y negro que tanto criticaban los lectores y muchos espectadores. Y se lanza una pregunta inquietante: ¿Puede ser Dany peor que Cersei?

«Dracarys»

El escenario del futuro se complica cuando llegan al norte las noticias de Rocadragón. Jaime Lannister no está hecho para llevar una vida apacible. Y dejó parte de su corazón en Desembarco del Rey. Con su hermana, a la que ama y odia, y con su hijo no nacido. Para espanto de Brienne, decide marcharse. Ella le pide que se quede. Le ruega que no salve a Cersei. Le recuerda su lado bueno. Él le confiesa sus pecados. Los que cometió por su hermana. «Ella es odiosa. Yo también». Y se marcha al sur. 

Jaime Lannister, en Invernalia
Jaime Lannister, en Invernalia

En Desembarco del Rey, Cersei exhibe a su presa, Missandei, sobre las murallas. Fuera de ellas un destacamento de Inmaculados escoltan a Daenerys y sus consejeros. Sale Quyburn a hacer de portavoz de la leona ante Tyrion. El diálogo Mano contra Mano no lleva a ningún sitio. El de la de la reina Targaryen toma la iniciativa y se acerca, a tiro de flecha de los arqueros Lannister, a hablar con su muy peligrosa hermana.

Ella está a punto de ordenar que lo conviertan en un alfiletero, pero se arrepiente. Los arcos bajan. Y Tyrion habla. Intenta amansarla. Le dice que ella no es un monstruo. Le recuerda que siempre ha querido a sus hijos. Le pide que piense en su futura maternidad. Ella no se conmueve. Ordena matar a Missandei. Aunque antes le otorga la gracia de pronunciar sus últimas palabras. De la boca de la antigua esclava solo sale una expresión cargada de simbolismo, el temible Dracarys (fuego de dragón). Luego muere a manos de la montaña. Con su cabeza cercenada se esfuma cualquier posibilidad de paz. Y salta por los aires cualquier dique de contención que aún pudiera limitar a la furiosa Daenerys, que mira con renovado odio a la leona Lannister.

En el próximo capítulo volverá la guerra. Y correrá la sangre. Incluso entre aliados. Tyrion tenía razón: «Hemos derrotado a la muerte, aún tenemos que derrotarnos a nosotros»