Galicia, en el objetivo tras Dunkerque

Mila Méndez Otero
Mila Méndez REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Mila Méndez / Álex López-Benito

Un trabajo de investigación histórica profundiza en la trascendencia de los servicios secretos ingleses desplegados en España en la victoria aliada de la II Guerra Mundial

30 jul 2017 . Actualizado a las 19:39 h.

La información es poder. Esta máxima cobró todo el sentido para Emilio Grandío Seoane (1967, A Coruña) durante sus pesquisas en el Archivo Nacional Británico. A Balancing Act: British Intelligence in Spain during the Second World War es el título del libro en el que plasma sus averiguaciones. Fruto de un encargo de la editorial de la Sussex Academic Press, el trabajo del profesor del departamento de Historia Contemporánea en la USC resalta la vital importancia que tuvieron los espías desplegados en países como España a partir de la primavera de 1940, cuando se produce la evacuación de la playa francesa de Dunkerque, una huida que ha cobrado actualidad tras el estreno de la última película de Christopher Nolan.

«La batalla significa un antes y un después. Gran Bretaña cambia su estrategia. Hasta ese momento sus relaciones con el Tercer Reich eran ambiguas. A partir de la toma de Francia, en junio de ese año, se queda sola en Europa occidental ante el ejército nazi», explica Grandío. Con la llegada al poder de Winston Churchill diseñan una estrategia basada en la obtención de información. «Emprenden una especie de reconquista de territorios. Primero, con medidas diplomáticas de contención de los nazis. De forma clandestina, introducen redes de inteligencia y sabotaje», dice Grandío.

España, por su capacidad geoestratégica y las simpatías del régimen con el Eje, juega un papel fundamental. «En cualquier momento Franco podía dejar entrar al ejército de Hitler. Es una amenaza que los ingleses tienen muy asumida», relata Grandío Seoane. Por eso, y como destripa en el libro, Churchill envía a lo «mejorcito de su diplomacia». Ese es el embajador Samuel Hoare, que llega en 1940 en una misión especial para atemperar las relaciones con Franco. Desde Barcelona a Madrid o Sevilla. La expansión de las redes de inteligencia tiene una consideración especial en el noroeste español y, más en concreto, en Galicia.

Red de espías en puertos gallegos

Detalla el profesor de la USC en su libro que, como ya está atestiguado, la red, con epicentro primero en Bilbao y después en León, cubría los puertos gallegos y toda la cornisa cantábrica. El franquismo estaba al tanto. «Había un pacto no escrito: no cruzar la línea roja. Es decir, no colaborar para echar abajo a Franco». El motivo no era otro que la posibilidad, «muy factible», de un desembarco aliado por el norte de España a través de las rías de A Coruña o Vigo. «El miedo a una invasión británica, especialmente entre 1942 y 1943, es constante. De hecho, hay una leva masiva de tropas del régimen en campamentos muy rudimentarios en toda la costa norte gallega», cuenta el historiador.

Tensión en el pazo de Meirás entre Franco y el embajador británico

Entre unos 70 y 80 espías, la mayoría agentes dobles, estuvieron activos hasta 1944 en la red del noroeste, conocida como la «San Miguel». ¿Quiénes eran? Lejos del arquetipo cinematográfico, hombres y mujeres movidos por intereses económicos o ideológicos. «En agosto de 1943 -relata Seoane- se produce el famoso encuentro en el pazo de Meirás con Samuel Hoare, que insta a Franco a decantarse por el bando aliado. El español le recuerda que es conocedor de su entramado de espías. En ese juego hay un mes en el que Hoare desaparece. Justo ahí se difunde el rumor, posiblemente por parte de los alemanes, de que había fecha para la invasión aliada por el norte de la península: mediados de septiembre del 43». ¿Qué hizo Franco? «Era muy ambiguo. Jugó a la carta más pragmática, a la que más le convenía para conservar el régimen», opina el historiador, que añade: «Cuando Samuel Hoare abandonó España en 1944 dijo que no había tenido un destino diplomático peor que el de enfrentarse al dictador español».