Anatomía de un huracán

Xavier Fonseca Blanco
Xavi Fonseca REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

NOAA

Lo más sorprendente del ojo de un huracán son sus efectos

25 sep 2017 . Actualizado a las 17:51 h.

Las borrascas y los huracanes son ciclones o sistemas de bajas presiones. En este sentido, ejercen el mismo papel como generadores de inestabilidad. Pero, en realidad, son fenómenos meteorológicos muy distintos.

Las borrascas son ciclones extratropicales que se forman a partir de la interacción de masas de aire de diferente temperatura y los huracanes, ciclones tropicales que toman su alimento de las aguas cálidas del océano. Por ello, existe una temporada de huracanes y tifones que va de junio a noviembre, cuando la temperatura del mar supera los 27 grados. Las borrascas tienen además un frente asociado, que trae consigo las precipitaciones.

Sin embargo, un huracán no presenta esa estructura. En su lugar, dispone de un ojo. «Antes del huracán, hay zonas desorganizadas de tormentas que se van ordenando progresivamente alrededor de la zona con menor presión atmosférica. Si las condiciones son favorables, la presión central seguirá bajando y las tormentas formarán bandas nubosas a su alrededor. Los vientos se desplazan desde las altas presiones al ciclón para ocupar el espacio dejado por el ascenso convectivo. El aire desciende en el centro del huracán dando lugar al ojo. Además, al girar cada vez más rápido la fuerza centrífuga ayuda a extraer la nubosidad del ojo hacia las paredes» explica Rubén Vázquez, de Iberomet.

Lo más sorprendente del ojo de un huracán son sus efectos. Cuando uno se encuentra debajo, está en una zona de relativa calma. La convección o movimientos ascendentes del aire quedan bloqueados por los vientos descendentes que soplan en el centro del ciclón y, por ello, las nubes tiene dificultad para formarse. «Algunas personas, cuando llega el ojo del ciclón, piensan por falta de información que lo peor ya ha pasado, saliendo a la calle sin saber que en cuestión de minutos volverá a golpear» añade Rubén.

Tras esa calma, llega la verdadera tempestad. En las paredes que rodean al ojo se encuentran los vientos más fuertes. «Imagine que un huracán impactase en Galicia. Cuando se acerca y comienza a azotar las costas de Pontevedra y A Coruña con sus bandas exteriores, los vientos sostenidos aumentan de forma progresiva. Conforme se va acercando el ojo los vientos arrecian y toda Galicia se ve afectada por el sistema, pero solo las zonas que queden a menos de 95 kilómetros del ojo sufrirán los vientos más violentos. La zona más peligrosa del huracán está alrededor de su ojo en un radio de acción limitado, por lo que una ligera desviación del sistema puede ser crucial», termina Vázquez.

Siempre que se forman estos gigantes los científicos tratan de extraer la máxima información. Algunos incluso llegan hasta el mismísimo ojo del huracán.