Todos somos esteparios

Raúl Romar García
R. Romar REDACCIÓN

SOCIEDAD

CSIC

La reconstrucción de la historia genómica de la península revela que la llegada de pastores de Europa del Este reemplazó a casi todos los hombres que vivían en España hace entre 4.000 y 4.500 años

15 mar 2019 . Actualizado a las 12:11 h.

No fue una invasión. No hubo ni violencia, ni aniquilación ni exterminio. Pero sí existió un reemplazo de la población local. Hasta el punto de que se desterró la huella genética de los hombres que habitaban antiguamente la península ibérica. Ocurrió hace entre 4.000 y 4.500 años con la llegada de un grupo de descendientes de pastores de las estepas de Europa del Este. Vinieron para quedarse y dejaron su impronta en el genoma de los españoles actuales. La historia se cuenta en el mapa genético de la península ibérica que abarca los últimos 8.000 años, aunque no la época más reciente, que fue realizado en el marco de un estudio codirigido por el instituto de Biología Evolutiva del CSIC y por la Universidad de Harvard.

El trabajo, publicado en la revista Science, ha analizado los genomas de 271 habitantes de la península de diferentes épocas históricas, entre ellas la de un individuo del yacimiento gallego de Chan de Lindoso, y lo ha contrastado con los datos recogidos en trabajos previos de otros 1.107 individuos antiguos y de 2.862 modernos. Los resultados muestran una imagen inédita de la transformación de la población ibérica a lo largo de las diferentes etapas históricas y prehistóricas.

En esta radiografía de nuestro acervo genético, esculpido por las distintas migraciones humanas, existen tres grandes capas. La aportación de los cazadores-recolectores que vivieron en España hace unos 8.000 años; la de las poblaciones de agricultores que lo hicieron hace unos 6.500 años, y la irrupción de los hombres de la estepa, que hace entre 4.000 y 4.500 años supusieron el reemplazo de aproximadamente el 40 % de la población local y de casi el 100 % de los hombres.

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El ADN reconstruye la historia

Rita Casas / Maruxa Martínez ? El·lipse (PRBB) ellipse.prbb.org

«No fue un suceso inmediato, no fue una invasión, sino un proceso progresivo que duró en torno a 400 años. Qué ocurrió exactamente no lo sabemos. Es algo a lo que tendrán que responder los historiadores y los arqueólogos, porque nosotros solo aportamos datos genéticos», explica Carles Laueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva, un centro mixto del CSIC y de la Universidad Pompeu Fabra. El linaje del cromosoma Y -el de los hombres-, presente hasta entonces en la Iberia de la Edad del Cobre, fue sustituido casi por completo por otro, el R1b-M269, de ascendencia esteparia.

«Si bien este fue claramente un proceso dramático, los datos genéticos por sí solos no nos pueden decir qué lo impulsó», apunta David Reich, investigador principal en la escuela de medicina de Harvard y co-responsable del estudio. «Sería un error afirmar que la población local fue desplazada, puesto que no hay evidencia de violencia generalizada en ese período», sostiene Íñigo Olade, científico también de la Universidad de Harvard.

¿Qué ocurrió entonces? Realmente no se sabe, pero Carles Lulueza apunta a que en un contexto de fuerte estratificación social las mujeres ibéricas prefirieran a los recién llegados de Europa Central. «Pudo haber sido -señala- un proceso parecido al que ocurrió con la colonización de América, ya que en muestras de ADN de México y Brasil más del 90 % del cromosoma Y es de origen europeo».

Como ejemplo de este fenómeno de reemplazo, el estudio documenta una tumba encontrada en un yacimiento de la Edad del Bronce (posterior a la del Cobre) en la localidad de Castillejo de Bonete (Ciudad Real). De los individuos hallados en el enterramiento, el hombre presenta ascendencia de la estepa, mientras que la mujer es genéticamente similar a los ibéricos anteriores a la Edad del Cobre.

Pero en realidad el genoma ibérico, aunque incluso tenga una fuerte impronta de los pastores esteparios, no es más que el reflejo de las distintas migraciones y conquistas. La llegada de los romanos, griegos, fenicios o musulmanes también dejó su legado en nuestro ADN. «Documentamos por primera vez el impacto genético de los mayores acontecimientos en la historia de la península. Los resultados muestran que para cuando comenzó la Edad Media al menos un cuarto de la ancestralidad ibérica había sido reemplazada por nuevos flujos de población provenientes del Mediterráneo oriental (romanos, griegos y fenicios) lo que revela que las migraciones durante este período seguían teniendo una gran fuerza en la formación de la población mediterránea», advierte Íñigo Olade.

El estudio también analiza la llegada a la península de los visigodos y los musulmanes. Entre los primeros se han localizado dos individuos en el yacimiento de Pla de l'Horta (girona) con clara ancestralidad del este de Europa y un ADN mitocondrial -el transmitido por la madre- típico de Asia. Del período islámico se analizaron individuos de Granada, Valencia, Castellón y Vinaroz, que muestran un componente norteafricano cercano al 50 %, mucho más que el residual 5 % que se observa en la población ibérica actual. «En este caso se trata de una ancestralidad que fue casi eliminada durante la Reconquista y la posterior expulsión de los moriscos», matiza Carles Lalueza.

La genética de los vascos apenas ha cambiado en 3.000 años

Otra de las principales conclusiones del trabajo es que la genética de los vascos actuales apenas ha cambiado desde la Edad de Hierro, hace unos 3.000 años. Al contrario de lo que apuntan algunas teorías que situaban a los vascos como los descendientes de cazadores mesolíticos o de los primeros agricultores que vivieron en la península, los resultados de la investigación muestran que la influencia genética de la estepa también llegó a esta zona. De hecho, tienen una de las frecuencias más altas del cromosoma Y R1b. Por el contrario, apenas presentan influencias de migraciones posteriores, como los romanos, los griegos o los musulmanes, de las que quedaron aislados.

«Ahora se piensa que las lenguas indoeuropeas se extendieron por Europa de mano de los descendientes de los pueblos de las estepas. En este estudio recomponemos el complejo mosaico genético de la península ibérica, donde encontramos paleolenguas de tipo indoeuropeo, como el celtíbero, y no indoeuropeas, como el íbero, así como el euskera, que es la única lengua pre-indoeuropea de Europa todavía hablada. Nuestros resultados indican una mayor componente genética de las estepas en celtíberos que en íberos, pero en todo caso hay una cierta disociación entre lengua y ancestralidad», precisa Carles Lalueza-Fox.

En el análisis también se observó que la distribución de la corriente genética desde África hacia la península es mucho más antigua de lo documentado hasta el momento. El estudio confirma la presencia en el centro, en el yacimiento de Camino de las Yeseras (Madrid), de un individuo procedente del norte de África que vivió hace unos 4.000 años así como de un nieto de emigrante africano en un yacimiento gaditano de la misma época. Ambos individuos portaban considerables proporciones de ancestralidad subsahariana. Sin embargo, se trata de contactos esporádicos que dejaron poca huella genética en las poblaciones ibéricas de la Edad del Cobre y del Bronce.