Manual de supervivencia de los malos padres

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CORONAVIRUS

SOCIEDAD

Dos niños trabajando en casa durante el confinamiento
Dos niños trabajando en casa durante el confinamiento Kai Försterling

El apocalipsis nos ha pillado sin material artístico y casi casi sin harina: estamos como para gastarla en plastilina casera cuando en el súper escasea

01 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La primera semana de encierro llegó un correo de la guardería. Con un montón de actividades para el retaco. Encantados con la ayuda para entretener a un crío de dos años, imprimimos guía y fichas. Que duraron cinco minutos, claro, porque el infante es un poco impaciente. Agotadas las fichas, nos pusimos con la guía. Cómo hacer plastilina casera. ¡Estupendo! Harina, sal, agua y colorante. Primer escollo. ¿Colorante? ¿Quién tiene colorante, y más en pleno estado de alarma? Descartada la tarea, pasamos al siguiente punto. Un clásico: los sellos con patatas. Segundo escollo: había pocas patatas y el súper no es una opción salvo causa de fuerza mayor y, obviamente, no tenemos pintura. Los dos siguientes puntos son con globos. Adivinen... no hay globos. A por la siguiente, ¡un volcán casero! Enésimo escollo: no hay plastilina, ni casera ni de bote, no hay bicarbonato y claro, seguimos sin colorante. Descartado. Como la siguiente propuesta, un rodillo envuelto en papel burbuja o lana para estampar con colores. Que no, que no tenemos ni un mísero resto de pintura para la pared.

El apocalipsis nos ha pillado sin material artístico y casi casi sin harina: estamos como para gastarla en plastilina casera cuando en el súper escasea (la semana pasada, lo juro, no había ninguna variedad, y tampoco levadura. ¿Es que toda la ciudad está horneando su propio pan?). Y parece que somos los únicos: los padres de los compañeros de la criatura comparten imágenes de sus propios niños con el mandilón, las manos llenas de pinturas, hueveras de colores, ovejas hechas con algodón... Y aquí estamos, los padres del año, con la desmoralizadora sensación de que nuestro infeliz retaco no va aprender nada nuevo en este estado que no entiende, excepto a reconocer la banda sonora de ET y a cantar Resistiré, cosa que me parece bastante. Pero está claro que me van a hacer miembro honorífico del club de las malas madres, porque como ellas mismas publicaban estos días en sus redes, mi único objetivo es salir de esta sin perder la cabeza. Que a punto estuvimos cuando se nos ocurrió aprovechar para quitarle el pañal. Creo que no me equivoco si les digo que es la peor idea que hemos tenido desde que nació el cativo. Después de cinco días limpiando calzoncillos y pantalones, nos saltamos a la torera todas las recomendaciones que afirman que como des marcha atrás, la catástrofe en el control de esfínteres está asegurada. Será que el confinamiento nos ha hecho valorar más que nunca la paz en nuestra convivencia, pero los pañales van a tener que esperar. Y el máster en manualidades en Pinterest también. Eso sí: el próximo apocalipsis nos encontrará con un almacén de cartulinas, plastilina, pinceles y orinales.