El pitillo empieza a desaparecer de las terrazas

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

SOCIEDAD

Muchos hosteleros de A Coruña han optado por colocar carteles advirtiendo de la prohibición de fumar

14 ago 2020 . Actualizado a las 15:55 h.

En cuanto el gallego se deja de poner calcetines a finales de primavera, los hosteleros sacan las terrazas a la calle. Al cliente le chiflan y al dueño del bar le llenan la caja. Pero el covid trajo la ruina. Cuando el Gobierno permitió su instalación el 11 de mayo, los desmanes que se vieron en algunas cafeterías llevaron a muchos hosteleros a cerrar, enrabietados por el incumplimiento de las normas. Otros, como si oyeran llover. Y eso que entonces solo tenían que llevar guantes y mascarilla los camareros. El que se sentaba, si lo estimaba, podía estar con la única protección de un bañador.

Costó semanas educar y pese a que la inmensa mayoría aprendió a comportarse y todo el mundo se puso la mascarilla, los positivos por covid comenzaron a crecer en la zona sanitaria coruñesa en las últimas semanas. Había que hacer algo y la Xunta prohibió fumar porque los expertos coinciden en que el humo del tabaco es un importante foco de contagio. Ayer fue el primer día que entró en vigor la norma y La Voz visitó algunas de las zonas de terraceo más importantes de A Coruña. En resumen, los clientes cumplen.

Pese a que se permite fumar si existe una distancia superior a los dos metros, algunos hosteleros, como el propietario del Tequeño, en María Pita, José Ángel Pastoriza, han optado por prohibirlo. Así tenga un solo cliente en sus mesas. Llenó la terraza de carteles de prohibido «porque somos incapaces de controlar a la gente y vivimos mucho más tranquilos. Ya nos llega y nos sobra con estar pendientes de la separación entre mesas», dice.

Otros han optado por hacer desaparecer los ceniceros. «Cuando alguien nos lo pide, decimos que ante la imposibilidad de mantener la distancia, en la terraza no se puede fumar», confiesa Ramón Cueto, de la cafetería Rueda, en la ronda de Outeiro.

Una cosa es quitar los ceniceros de las mesas y otra es aceptarlo con buena cara. Hosteleros como Víctor García, de la cervecería Victoria, en el Agra do Orzán, dicen estar cansados de tanta prohibición. «Entiendo que lo más importante es la salud, pero parece que somos solo nosotros los culpables de los brotes cuando la Administración no realiza los test que tendría que realizar. Pero es más fácil buscar culpables entre los débiles».

Ramón López, responsable de la cafetería Terracota, en la plaza de Vigo, dispone de una gran terraza y considera la medida como un «despropósito». Un hostelero que pasó de ganar 80.000 euros en julio del 2019 a 30.000 este año, sostiene que el daño es «enorme». Ahora, añade, «solo trabajamos para el Estado, para los empleados y para los dueños de los locales».

María Dolores Díaz Guerra estaba sentada en la terraza de una heladería de la Marina con una tarrina en una mano y el pitillo en otra. Tiene 91 años y dice que lleva desde los 15 fumando. Dice que la norma le parece «una tontería».

Terrazas aparte, los fumadores que antes paseaban a sus anchas con el cigarro en la boca, ahora vuelven a la adolescencia, cuando se fumaba en el baño del colegio o en un parque detrás de un seto. «Es imposible mantener la distancia. Salvo en un descampado», lamenta un adicto.