Manola, la hincha del Deportivo de 104 años que superó el covid como si tuviese quince

María Hermida
maría hermida REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Manuela Sanjosé tiene 104 y superó el coronavirus
Manuela Sanjosé tiene 104 y superó el coronavirus CESAR QUIAN

Futbolera desde cría, le marcó un gol al virus sin siquiera pasar por el hospital

21 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace cien años, en aquellos tiempos en los que a las mujeres se les marcaban caminos bien distintos a los de los hombres, en A Coruña vivía una niña traviesa, de familia numerosa y humilde, que se escapaba de los quehaceres para encaramarse a las vallas del campo de fútbol y ver jugar al equipo de sus amores, el Deportivo. Un siglo después, los ojos pícaros de aquella rapaza aún se intuyen en los de la mujer valiente en la que, pasados los años, se convirtió. Se llama Manuela Sanjosé, Manola para los suyos. Tiene 104 años y, en el mes de octubre, ganó una batalla digna de ser contada. Se contagió de covid-19 en la residencia en la que vive, en Cambre. Y, con ese brío con el que se subía a las alturas para cantar los goles del Dépor, superó el virus de penalti: sin estar vacunada y sin ir al hospital.

Manola recibe en la residencia con collar de colores y un cabello que se resiste a teñirse de blanco. Es menuda y va en silla de ruedas. Al principio, no quiere saber nada de hablar con forasteros. «Lleva un año sin apenas contactos por la pandemia y estamos todos con las mascarillas, es normal que esté tímida», dicen sus cuidadores de la residencia Bribes. Poco a poco se confía. Y, aunque no lleva una conversación, el nubarrón de la demencia no le ha robado su carta de presentación: «Soy Manola Sanjosé y soy de La Coruña», dice alto y claro. Se abstrae por momentos. Pero levanta la cabeza en cuanto oye el nombre de Susana. Es como si le saltase un resorte. Levanta la mirada y busca. Porque Susana es su nieta, y la conexión con ella no se ha perdido ni en el horror de la pandemia.

Susana, precisamente, es la que pone voz a la historia de Manola. Cuenta que aquella niña traviesa que era su abuela se convirtió luego en una joven a la que le encantaba bailar y que se casó con Fernando. Juntos, trabajaron toda la vida en el muelle coruñés. Compraban pescado en la lonja, lo llevaban al almacén y lo preparaban luego para que saliera en camión hacia Madrid. Manola daba el callo con las cajas de hielo, moviendo pescado de aquí para allá. Pero tenía dos rituales semanales. Los viernes sí o sí le tocaba manicura y peluquería. Y los domingos no le fallaba al Deportivo. Fue una de las socias más antiguas, lo que le valió que en el año 2000 el club la homenajease. «Cuando el Dépor ganó la liga se puso como loca, mi hermano y yo la fuimos a buscar y se vino a Cuatro Caminos a festejarlo», cuenta la nieta.

Manola de joven bailando con su marido, Fernando.
Manola de joven bailando con su marido, Fernando.

Sus dos golpes vitales

Tuvo un hijo y le pasó eso que ninguna madre quiere vivir, que él falleciese. Luego, perdió también a su marido. Y Manola, aunque muy apegada a sus nietos, se quedó sola en su tercer piso sin ascensor de la glorieta de la Paz coruñesa. Vivió en solitario hasta los 97 años, subiendo y bajando escaleras con sus piernas menudas. En el 2013, se mudó a la residencia de Cambre. Es la mayor de este centro. Por eso, cuando en octubre se contagió de covid -fue la única que pasó la enfermedad-, en las dependencias se temieron lo peor. «Nos preparamos para todo lo que pudiese pasar, porque al tener el virus la situación era bastante complicada», explican desde allí. Pero Manola, que dio positivo en distintas PCR que se le hicieron, tuvo primero febrícula y luego fiebre varios días hasta que esta se dio por vencida y la dejó tranquila.

Tras su aislamiento por el covid, volvió con sus compañeros. Y ahí sigue, ya vacunada. Le gusta cantar y a veces aún lo hace. Otras, se abstrae. Ya no toma el vaso de vino que antes le encantaba. Pero no perdona el dulce.

Asintomática a los 107, el caso de la valiente doña Pura

Puificación Ramos superó el covid con 107 años
Puificación Ramos superó el covid con 107 años MARCOS MÍGUEZ

Se infectó siete días después de haberse puesto la segunda dosis de la vacuna

Hay que tener cuidado con lo que se escribe de Purificación Ramos, Pura. A los 107 años mantiene intacta la capacidad de leer y comprender. Así lo hizo hace unos meses, cuando La Voz recogió la celebración de su cumpleaños y ella, con emoción y orgullo, leyó la información en la residencia La Milagrosa de A Coruña, donde vive. Entonces, ya estaba claro que era una mujer valiente. Pero ahora aún lo es más: se infectó de covid siete días después de haberse puesto la segunda dosis de la vacuna. Y pasó el virus asintomática. A los 107.

Pura nació luchando. Su madre falleció en el parto y su padre se marchó a las Américas. Así que la criaron sus abuelos en Irixoa (A Coruña). Siendo casi una niña, se trasladó a la ciudad de A Coruña, donde estudió y se hizo maestra. No se conformó con la carrera de Magisterio y preparó unas oposiciones para ser secretaria de Ayuntamiento en los tiempos de la República. La Guerra Civil impidió que pudiese tomar posesión y, aunque después de la contienda lo intentó, nunca le dieron su plaza. Se casó y comenzó a dar clases particulares, convirtiéndose en la afable doña Pura para los alumnos que pasaron por los pupitres de su casa de la calle Alameda.

Pura, en una foto antigua en la nieve
Pura, en una foto antigua en la nieve

Tuvo tres hijos, aunque uno falleció cuando era un bebé. Los otros dos, Puri y Paco, destacan la fortaleza de su madre. Paco explica que su progenitora siempre fue una mujer que se valió por sí misma, «enviudó pronto y se mantuvo muy activa». «La verdad es que es un triunfo de madre, siempre positiva. Tiene carácter, es una mujer muy fuerte», añade su hija Puri.

Pura vivió sola hasta los 99 años, cuando un achaque de salud hizo que se mudase a la residencia La Milagrosa. Desde allí, manda besos por videoconferencia e insiste en que ella se encuentra «muy, muy bien». Habla con voz muy bajita, casi imperceptible. Su mayor achaque es la sordera. Aún así, se esfuerza por no permanecer ajena a las conversaciones. «Es algo increíble, con la mascarilla no nos ve ni mover los labios, pero ella trata de entenderte», dice su logopeda.

Le dieron el alta hace solo unos días tras estar aislada por dar positivo en la PCR. Fue consciente de que algo raro pasaba porque sus cuidadoras, que la adoran, de repente llevan los trajes de protección para cuidarla. Agradeció cuando se terminó la cuarentena. De vuelta a las rutinas, el viernes le tocaba participar en un juego que le encanta. La logopeda le pone una sílaba y ella y sus compañeros buscan palabras que empiecen por esas letras. Pura es imbatible en esas lides. Igual que lo fue para el virus, que la infectó cuando ya estaba vacunada y se tuvo que ir de vacío de su cuerpo de chica de 107.