Dos víctimas de violencia digital muestran la otra cara de las redes
22 sep 2025 . Actualizado a las 12:11 h.El acoso y la violencia digital cada vez son más frecuentes. Una realidad especialmente grave para los menores, las mujeres y las personas del colectivo LGTBI, los grupos que con mayor frecuencia sufren esta forma de violencia en las redes. Así lo reflejan recientes informes como La opinión de los/as estudiantes, presentado esta semana por la Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) y la Fundación Mutua Madrileña, que revela que el ciberacoso es más habitual en secundaria —sobre todo a través de canales como WhatsApp, Instagram y TikTok—, que lo sufren más las chicas y que, en el 14,2 % de los casos, la inteligencia artificial (IA) juega un papel fundamental en la creación de vídeos, fotos y audios falsos que pretenden ultrajar o suplantar la identidad de las personas afectadas.
Con el fin de atajar esta problemática, el Consello de la Xunta ha comenzado a tramitar esta semana una futura ley contra el acoso y la violencia digital que permitirá, entre otros aspectos, borrar los vídeos y fotos utilizados para humillar a las víctimas y fijar criterios para actuar cuando se detecte un caso. De esta manera, Galicia se convertiría en la primera comunidad con una legislación específica contra el ciberacoso. Una medida más necesaria que nunca, tal y como evidencian algunos testimonios recogidos por La Voz.
«O caso do meu rapaz, que agora ten 16 anos, ocorreu hai dous anos, ao inicio do seu tránsito», cuenta Sonia Fernández Nieves, madre de Carlos (nombre ficticio) y exvicepresidenta de Chrysallis, una asociación de familias de menores trans. «El estaba nun equipo deportivo e, aínda que as compañeiras que o coñecían previamente ao seu tránsito parecían levalo con normalidade, nun momento determinado, unha rapaza empezou a acosalo por Instagram», relata. Este ciberacoso, que se extendió durante varios meses, se tradujo en «insultos, uso do necrónimo ou deadname [nombre de nacimiento de una persona trans que esta ya no utiliza], referencias ao xénero que non correspondía e, despois, auténticas procacidades referidas aos xenitais».
Pero, afortunadamente, refiere Sonia, en este caso «as tres ou catro cousas que tiñan que saír ben, saíron ben». «Abundan os casos de persoas vitimizadas no colectivo, pero non ter por que ser todo tan sórdido ou horroroso se se fan as cousas ben», valora esta madre. Así, lo primero que decidió hacer la familia, aconsejada por otra integrante de la asociación —que les indicó que no se trataba solo de ciberacoso, sino de un delito de odio— fue denunciar esta situación ante la Guardia Civil. «O axente que nos atendeu parecía tan verde neste tipo de asuntos que lle suxerín se podía redactar eu a denuncia, e non puxo problema», indica Sonia, ya que ella sí contaba con formación en diversidad. Así, después de presentada, la denuncia entró directamente en la Fiscalía.
«A segunda cousa que saíu ben foi que a xuíza, cando lle tomou declaración ao meu fillo, o tranquilizou facéndolle saber que ela tiña experiencia en casos de delitos de odio. Fíxoo dun xeito produtivo e sen retraumatizalo», explica Sonia. La tercera situación que «saíu digmaticamente ben» se produjo cuando la familia se reunió con un grupo de tres técnicos del ámbito jurídico y social que les informó de que existían dos posibilidades de intervención sobre la agresora, también menor de edad: o una sanción y una pena, o medidas de reeducación social. «O meu fillo máis eu eliximos a segunda opción. Eu creo na docencia e na aprendizaxe. Castigar nestes casos ten moi pouco recorrido, porque o delito de odio non existe sen unha ignorancia previa», reflexiona esta madre.
Pero, por desgracia, no todos estos incidentes tienen un final similar. Y esto es lo que ha ocurrido —y le está ocurriendo— a Rosa (nombre ficticio), actual estudiante de un título superior equivalente a un grado universitario. Aunque, en su caso, el acoso no tiene que ver con su condición sexual, sino con su edad, ya que tiene varios años más que sus compañeros. «Una vez, dos alumnas me hicieron una encerrona en clase para no dejarme pasar y empezaron a decirme que cómo se me ocurría ponerme a estudiar con mi edad y que daba asco. Todo eso lo grabaron en vídeo y lo compartieron con todas las clases», relata Rosa. «Es un acoso que estoy sufriendo todos los días. Lo he denunciado ante la directiva, pero ni esta ni los profesores del centro han hecho nada. Intentan alargar el proceso todo lo que pueden, con lo cual el sufrimiento es terrible», denuncia.
«La ciberviolencia sexual empiezan a los 12 años»
Además de en los menores y el colectivo LGTBI, el ciberacoso también se enfoca en las mujeres que sufren maltrato, tal y como subraya la asociación Stop Violencia de Género Digital. «Hoy día, el 85 % de las denuncias por violencia de género ya incluyen ciberacoso», señala la presidenta de esta organización, Encarni Iglesias. «Galicia se encuentra en una situación privilegiada, porque lo que se está haciendo con esta ley contra el acoso y la violencia digital no se está haciendo en el resto de España», apunta.
Una valoración similar expresa la directora de la Unidade de Igualdade de la Universidade de Vigo, Yolanda Rodríguez Castro. «Es necesaria tanto la educación sexual como la digital, y creo que esta nueva ley le da precisamente importancia a la formación de los jóvenes», indica la psicopedagoga, que aporta además un dato alarmante: «Los últimos estudios nos indican que los primeros episodios de ciberviolencia sexual empiezan a los 12 años».
Y es que, como resaltan fuentes de la Consellería de Política Social e Igualdade, las redes sociales se han convertido «nun dos ecosistemas predilectos dos agresores». «Queremos que esta Lei nos permita protexer de xeito integral a todas as vítimas, recoñecer a súa situación e prestarlle a atención que necesitan, como acontece cando se produce un delito destas características na vida real», destacan estas mismas fuentes.
Por su parte, la presidenta de la Federación Estatal LGTBI+, Paula Iglesias, expresa que «en los últimos años estamos viendo cómo está aumentando el odio hacia el colectivo LGTBI, y las redes son un reflejo más de ese odio». Y, como muestra de ello, indica que «el G20 señala que los mensajes de odio contra el colectivo aumentaron más de un 130 % entre el 2019 y el 2022».