El cultivo de la cereza llegó a ser más rentable que el vino y comienza a verse como una alternativa de futuro

Luis Díaz
Redactor

Ribeira Sacra, el Jerte gallego. El paralelismo salta a los medios cuando la flor de los cerezos tiñe de blanco las laderas más abrigadas del Miño y el Sil. En términos cuantitativos, los treinta millones de kilos de cerezas que comercializa en un buen año la agrupación de productores de esa comarca extremeña semejan ciencia ficción en el sur lucense. Si atendemos a la calidad, las diferencias se acortan. El particular microclima de las riberas vitícolas de Chantada, O Saviñao y Ribas de Sil imprime al fruto unas características singulares. Lo suficiente para que, en el arranque de la campaña, se cotice tanto o más que en el Jerte.

El pueblo de Belesar, partido al medio por el Miño entre Chantada y O Saviñao, acoge este fin de semana la decimocuarta edición de la Feira do Viño e da Cereixa. La cosecha de cereza fue sana y abundante y el kilo no se pagará por debajo de los cinco euros en venta directa. Los frutales de esta variedad salpican de forma dispersa las riberas en ambas márgenes del río. Ramón Rodríguez cultiva más de cuatrocientos cerezos en la ladera de Líncora, situada del lado de Chantada. Se concentran en una sola parcela, algo atípico en el contexto del potencial Jerte gallego.

«Meu pai traballaba tres meses ao ano. Mes e medio recollía cereixas e o outro mes e medio castañas», presume este bodeguero de Líncora. Cerezas y vino fueron siempre de la mano en la ribera de Chantada, pero han seguido caminos opuestos. El vino resurge y los viejos cerezos van secando sin que apenas los replanten. «As cerdeiras foron vítimas primeiro do despoboamento, e agora do modernismo do viño», opina Ramón Rodríguez. Aunque produce vino, no pierde de vista el modelo paterno. «Coa campaña da cereixa empecei o 5 de maio e conto seguir vendéndoas ata o San Xoán ou o San Pedro», señala.

Ramón Rodriguez, en su puesto en una feria de la cereza de Belesar
Ramón Rodriguez, en su puesto en una feria de la cereza de Belesar ALBERTO LÓPEZ

La diversidad de variedades permitió tradicionalmente escalonar la recogida del fruto y disponer de un seguro natural frente a los caprichos de la meteorología. Si las más tempranas florecían mal, quedaba el recurso de las más tardías. Y viceversa. Las primeras son las temperás o portuguesas. Luego maduran las da onza, da media onza, la garrafal... San Pedro de Líncora, A Sariña, Nogueira, Santiago de Arriba y Belesar son las zonas productoras en la ribera del Miño. No hay datos sobre la cantidad de cerezos que se cultivan. Ramón Rodríguez calcula que rondan los 6.000 y que la cosecha puede alcanzar los 50.000 kilos. «Nin a metade do que se podía producir hai corenta anos», apunta.

«As cerdeiras son árbores agradecidas. Non hai que podalas nin darlle tratamentos, só recoller o froito», comenta un vecino de Nogueira, una de las parroquias productoras de Chantada. Los cerezos andan allí un tanto asilvestrados. No se guían con podas para evitar que crezcan en exceso y facilitar la recogida del fruto. Tampoco se suelen aplicar fitosanitarios contra las plagas. Los frutales que secan no se reponen porque dicen que los nuevos «non van moi ben». La venta de la cereza, al igual que en el resto de la ribera del Miño, se canaliza al detalle en ferias y mercados, sin indicativo que avale su origen y calidad.

Primeros frutos en los cerezos que se cultivan en la ribera del Miño
Primeros frutos en los cerezos que se cultivan en la ribera del Miño ALBERTO LÓPEZ

Roberto Regal es enólogo y viticultor. La economía de su familia, como la de otras muchas de la ribera de Chantada, estuvo vinculada en otros tiempos a la venta de cerezas en la época de la cosecha. «Teño a referencia do ano 86, polo Mundial de México. Daquela os maioristas chegaban a pagar as primeiras a trescentas pesetas o quilo», rememora. Algunas de las bodegas que asesora invierten en proyectos complementarios de aprovechamiento de soutos y cultivo de manzanos. ¿Qué pasa con las cerezas? «Faltan recursos humanos e unha estrutura produtiva como a que acadou o viño. Quizais tamén máis sentido da diversidade», sostiene Regal.

Cerezos en floración en la ribera del Miño, cerca del puente de Portotide
Cerezos en floración en la ribera del Miño, cerca del puente de Portotide ROI FERNÁNDEZ

Los ingresos de un 85% de la población de los once municipios que integran el valle extremeño del Jerte dependen en mayor o menor medida de la campaña de la cereza. No es un dato que sorprenda en las parroquias productoras del municipio de Ribas de Sil. San Clodio, su capitalidad, acogerá el primer fin de semana de junio la otra feria de la Ribeira Sacra dedicada a este fruto. La cosecha se concentra en los lugares de Figueirido, Casares y Peites, a los que llegaban por estas fechas en tiempos pasados los camiones de distribuidores del Bierzo. «Deixaron de vir cando empezou a faltar xente que as apañase», dice Miguel Ángel Rodríguez, productor de cerezas y de aceite de variedades autóctonas.

Tanto o más que al vino, el cultivo de la cereza estuvo vinculado históricamente al olivar en tierras de Ribas de Sil. Miguel Ángel Rodríguez pretendía poner en marcha de forma simultánea una almazara y un proyecto de comercialización de cerezas ecológicas. Al final, el aceite ha ido por delante. «Tes que fixar prioridades, porque os investimentos hai que amortizalos. Para comercializar cereixas a certa escala fan falta cámaras de frío para ir dándolle saída paulatinamente», detalla. Tiene alrededor de trescientos cerezos en las fincas familiares y es el único vecino en muchos kilómetros a la redonda que no llegó a la edad de jubilación.

Miguel Ángel Rodríguez, productor de cerezas en Ribas de Sil
Miguel Ángel Rodríguez, productor de cerezas en Ribas de Sil ALBERTO LÓPEZ

Fuera de la época de recolección, los cosecheros apenas intervienen en los cerezos en la ribera que da entrada al Sil en la Ribeira Sacra. La mayoría ni siquiera aplican productos fitosanitarios frente a las plagas que ahora van en aumento en la zona. Recogen lo que da la naturaleza, que suele ser generosa. Miguel Ángel Rodríguez vive del aceite y de las cerezas desde que perdió su anterior empleo de comercial. «Estou estudando producir tamén ourego, figos, noces ou abelás. Todas estas cousas son tradicionais da zona e distínguense por unha calidade peculiar que se podería aproveitar mellor», explica. Una vuelta al pasado, pero en clave de futuro.