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El arroz dorado empieza a coger el punto tras cocerse durante 22 años de debate sobre transgénicos

M.Cedrón REDACCIÓN

AGRICULTURA

varios trabajadores recogen arroz en un campo de Pakistán en una imagen de archivo
varios trabajadores recogen arroz en un campo de Pakistán en una imagen de archivo WAQAR HUSSAIN

Filipinas se convirtió el mes pasado en el primer país del mundo en aprobar el cultivo comercial de esta variedad con vitamina A

04 ago 2021 . Actualizado a las 13:34 h.

La historia del arroz dorado es, en parte, la historia del constante debate en torno a los transgénicos. Aunque el asunto lleva latiendo durante más de veinte años, vuelve a estar de actualidad después de que el pasado 21 de julio Filipinas haya dado luz verde al cultivo comercial de esta variedad biotecnológica enriquecida con betacaroteno, el precursor de la vitamina A. De este modo se convierte en el primer país del mundo en poder cosecharlo para sacar al mercado. No es el único, en cambio, en haber aprobado su consumo en humanos o animales. Nueva Zelanda, Estados Unidos, Australia y Canadá también lo han autorizado.

¿Qué implica entonces este último paso dado por Filipinas? Pues que podrá producir y consumir un alimento que, según sus defensores, reducirá la malnutrición entre la población que no tiene acceso a alimentos con vitamina A, fundamental para evitar la ceguera. Porque Filipinas es uno de los llamados «países objetivo» por las carencias de esa vitamina que tiene en buena parte de una población que se alimenta en buena medida de arroz. Su consumo per cápita en el 2018 fue de 115 kilos.

Además, podría exportarlo a esos otros cuatro países donde su consumo está aprobado, aunque en realidad está pensado para alimentar a los habitantes de países pobres donde el acceso a alimentos con vitamina A es más complicado. «El hecho de que se apruebe el consumo en estados que no precisarían ese alimento al tener acceso a productos que ya contienen vitamina A es una forma de facilitar su aprobación en otros países», apunta el catedrático de la Universidad Politécnica de Valencia, José Miguel Mulet.

Este profesor matiza que «los alimentos transgénicos están sometidos a diferentes permisos. Ha de aprobarse su cultivo comercial, su consumo animal y su consumo humano. Agencias diferentes son las encargadas de autorizar cada uno de esos usos. Cada una lleva un ritmo distinto».

De ahí que aunque el último avance de Filipinas es un gran paso, pero aún no es el definitivo para concluir un relato que comenzó en 1999. Porque fue aquel año cuando los profesores Peter Beyer e Ingo Potrykus anunciaron que había creado un arroz capaz de producir betacaroteno, la sustancia que da esa tonalidad naranja a las zanahorias, pero que además es el precursor a partir del que se produce la vitamina A. Todo gracias a la ingeniería genética.

El camino para llegar hasta donde ha llegado ahora Filipinas no fue fácil. Greenpeace emprendió una campaña contra el arroz dorado porque entendía que abría una vía para la implantación de otros alimentos transgénicos, defendiendo además que lo invertido en su desarrollo se destinara a campañas para dar complementos alimenticios a la población. Su postura fue contrarrestada en el 2016 por una carta suscrita por 130 premios Nobel que defendían el carácter humanitario del arroz dorado, una variedad que está libre de patentes. Ahora el camino para que cumpla su función continúa.