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El náufrago de las Sisargas: «Al ver cómo quedó el barco no entiendo cómo sobreviví»

Elena Silveira
Elena Silveira A CORUÑA

SOMOS MAR

Tras recuperar sus papeles del interior del velero, Laurent Camprubi volverá el viernes a Marsella. Todo apunta a que un fallo estructural ocasionó la pérdida de la orza y el inmediato vuelco

05 ago 2022 . Actualizado a las 12:01 h.

Más tranquilo y después de poder dormir «algo», Laurent Camprubi volvió este jueves por la mañana a los pantalanes de Marina Coruña, en el puerto de Oza en A Coruña, para seguir los trabajos de volcado de su barco, con el que naufragó el pasado lunes frente a las islas Sisargas. Las maniobras comenzaron temprano, pero fue a las 11.01 horas cuando una grúa logró dar la vuelta a la embarcación y poner la quilla en su sitio. En ese instante los daños se hicieron más visibles: el mástil roto por tres puntos, la botavara inservible, toda la tecnología y electrónica echada a perder, la orza y buena parte del equipamiento desaparecido... «Algo más de lo previsto», comentaron compañeros del armador francés. Sin embargo, por suerte, el casco parecía intacto. 

Camprubi no tardó en entrar en la zona de camarotes y ver el desaguisado. Apagó la radiobaliza para no interferir en las señales del aeropuerto y enseguida buscó su documentación. «Por suerte estaba todo en su sitio. Perfecto», decía con alivio. Eso le permitirá volver este viernes en avión a Niza y, desde allí, a Marsella, donde reside con su mujer y donde también espera reencontrarse con sus cinco hijos, resto de familia y amigos, «que me han saturado el móvil con mensajes», señalaba con emoción. 

Tras esa primera inspección ocular del Jeanne, como se llama el velero de competición accidentado, su capitán se sorprendía de la suerte que tuvo: «Al entrar, al ver cómo quedó el barco, no entiendo cómo pude sobrevivir. Las condiciones eran muy adversas». De hecho, relata que el lunes por la tarde la burbuja de aire que tenía en los camarotes era de unos 70 centímetros y, tras pasar la noche, se redujo a 40 o 30 centímetros, por lo que el tiempo corría en mi contra. El miércoles, cuando el barco ya estaba en el pantalán, el agua lo ocupaba todo. No quedaba aire», explicaba sorprendido. Confesaba que el trance fue difícil de gestionar: «Nunca entré en pánico, en ningún momento. Analicé la situación, intenté ver la realidad y encontrar soluciones. Pero tenía miedo de no volver a ver a mis hijos». Laurent recordaba el momento exacto, tras muchas horas de incertidumbre bajo el casco del Jeanne, en el que supo que se salvaría: «Por la mañana, cuando volvieron a por mí, esperé, me preparé, y en cuanto vi una mano por la puerta me sumergí en un segundo, salí para afuera y me encontré con Andrés, el submarinista. Él me dijo que esperaban encontrarse con un hombre cansado, divagando, al que tendrían que ayudar... pero ¡le apareció un lobo de mar! Me dijo después que casi no me pudo alcanzar nadando», explicaba emocionado. El miércoles por la tarde, después de recibir el alta hospitalaria en el Chuac, Laurent se reencontró con buena parte del personal de Salvamento Marítimo que participó en su rescate. «Fueron fantásticos. Son personas increíbles. Les tengo mucho respeto». Explicaba que en ese encuentro intentó aportar a estos profesionales todo tipo de información y detalles para que los tuvieran en cuenta en rescates similares. 

EDUARDO PEREZ

En cuanto a los daños que tiene el barco, valorado en más de 800.000 euros, Laurent Camprubi les restaba importancia: «No es un problema. Lo importante es que yo estoy bien y ahora podré dedicarme a cuidar de mi familia. No quiero arriesgar más mi vida. No quiero competir más en regatas en solitario. Me dedicaré a competiciones más locales o por el Mediterráneo». Recordaba también cuando, ya a salvo con los profesionales de Salvamento Marítimo, pudo contactar por teléfono con su mujer: «No podía hablar, solo podíamos llorar. Fue una emoción increíble». Aseguraba sin dejar de sonreír que lo importante ahora es cuidar de su familia.

Elena Silveira

«Se metió dentro porque no tuvo alternativa»

Manuel Capeáns Álvarez, jefe del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo de Fisterra, todavía arrastra el cansancio de tantas horas de tensión hasta conseguir rescatar sano y salvo a Laurent Camprubi, un deportista y marino experto de 62 años, con muchas millas a sus espaldas en competiciones y regatas internacionales. Asegura que la decisión que tomó el marino francés de meterse en el camarote antes del vuelco de la embarcación fue la más adecuada. «Lo que marca la opción de saltar al agua u optar por meterte dentro del barco es el tiempo disponible. Según Laurent, pasaron solo 15 segundos desde que estaba sentado tranquilamente hasta que el barco se puso con la quilla al sol. 15 segundos es muy poco tiempo, es una situación absolutamente extrema, por lo que no tuvo otra opción». Insiste en que el tiempo disponible condiciona las decisiones y la posibilidad de cumplir con las recomendaciones en caso de naufragio, es decir, activar la radiobaliza y coger la balsa, el kit de emergencia así como el traje de supervivencia. Algo para lo que, como mínimo, se necesitan tres minutos. «Laurent no pudo coger nada. Además, tenía en contra que el ocaso del día estaba cerca, había muy mal tiempo y ni siquiera pudo activar la radiobaliza. Con razón optó por meterse dentro del barco». Esa decisión, según Manuel Capeáns, le dio margen para activar la radiobaliza, enfundarse el traje especial que lo protegió contra la hipotermia (el mar estaba a entre 16 y 17 grados y el marinero ingresó en el Chuac con 34,5 grados de temperatura corporal) y de los golpes de mar. Destaca que poder activar la señal de alerta es fundamental para que los equipos de salvamento localicen al náufrago. «Si no la llega a activar hubiera sido difícil encontrarlo, y ni siquiera hubiéramos sabido que había naufragado», confirma. Gracias a la decisión que tomó, pasó menos de una hora desde que se activó al alerta hasta que el helicóptero estuvo en vertical con capacidad de rescatar Camprubi. «Lo primero y más importante es poder dar la señal de socorro», insiste. 

En cuanto a la causa del accidente, Manuel Capeáns lo tiene claro: «Perder la orza es vuelco seguro». Explica que esta pieza de la quilla es la que da estabilidad a una embarcación, especialmente a una de competición como la que pilotaba Camprubi. «Si una embarcación como el Jeanne pesa unas 4,5 toneladas, la orza es el 50 % del peso, unas 2,5 toneladas. Sin eso, el barco deja de ser estable y vuelca», confirma. Aunque está pendiente de investigación, lo más probable es que un fallo estructural hizo que la orza se cayese. «No, no fueron orcas, en toda la travesía no vi ninguna», confirmó Laurent Camprubi.