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«Twitter se ha vuelto un nido tóxico»

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

OCIO@

OSCAR VíFER

Jose Gómez, Defreds, empezó escribiendo tuits en su casa. Ahora tiene 180.000 seguidores y vende 200.000 libros

09 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Entre un «Da gusto leer @Defreds con el delicado sonido de las olas de fondo» y otro «Tengo el mejor novio del mundo mundial, menudo regalazo, por fin voy a tener entre mis manos uno de los libros de @Defreds» apenas han pasado unos minutos. Por medio se han colado un «Que alguien le diga a Defreds que deje de escribir, por favor y gracias» y un «La verdad es que ya me jodería comprar un libro de defreds». Es la medida de tiempo de Twitter, donde las cosas pueden tardar siglos o milésimas de segundo en pasar y multiplicarse. A José A. Gómez Iglesias le han ocurrido las dos cosas: durante años la cosa fue lenta, y en la red solo plasmaba ideas y pensamientos que le salían. Parecía que no ocurría nada al otro lado.

Hasta que empezó a acelerarse, y de repente el vigués tenía miles de seguidores y una editorial, Frida Ediciones, lo llamó para editar un libro. Hoy leen sus breves mensajes de 140 caracteres unas 180.000 personas, que se convierten en 259.000 en Facebook, y en casi 200.000 si se suman los tres libros que ha publicado -Casi sin querer, Cuando abras el paracaídas y 1.775 calles-, y que este martes firmó en la Librería Nós de Sanxenxo. Ahora, tras haber trabajado en varias cosas, vive de lo suyo. Escribir.

Por eso conoce tan bien las redes sociales. Y ha decidido elegir algunas y evitar otras. Y como reina de las hirientes está la que lo vio nacer y la que a veces parece querer hundirlo: «Personalmente hay cosas que no te gusta mucho leer, sobre todo porque es mucha desinformación, gente que opina sin tener ni idea. He leído absurdeces totales como que si sacaba libros porque mi padre era millonario. Y mi padre, que se levanta a las 5 de la mañana para trabajar, se ríe».

José habla tranquilo, con una sensatez que no siempre se presupone a un influencer, y confiesa su edad. Pero solo off the record. Su cara aniñada le ha permitido entrar en un juego de misterios que casi se ha convertido en una seña de identidad. Nunca dice públicamente en qué momento de su vida está, aunque en todo lo demás se desnude cada vez que toca el teclado.

«A quien tiene éxito hay que criticarlo, eso siempre ha sido así. Yo lo llevo bien, pero sí creo que Facebook o Instagram, que son redes que están en auge (al menos para mí), son un poco más limpias. La gente no molesta tanto. En cambio Twitter es más como un nido de... tóxico, o se ha convertido en eso, por lo menos. Aunque yo empezara en ella no me gusta demasiado. Sigo publicando mucho pero ignoro bastante lo que llega. No me gusta el ambientillo que hay en Twitter. Creo que se ha convertido en criticar y sacar de contexto todo... No me termina de inspirar».

Ni a él ni, cree, cada vez a más gente adulta: «En Twitter la edad es variada, pero al final es un poco más jovencita que en otras, porque la gente más mayor ha dejado esos ambientes tóxicos y se va a otras redes que son, a mi modo de ver, más prácticas».

Sus tuits y sus libros hablan de amor porque es lo que vive, explica a unos meses de ser padre. Va a retrasar la promoción de su cuarto libro, Historias de un náufrago hipocondríaco, hasta que nazca. Entre otras cosas, porque le toca dar el salto a Latinoamérica. «Creo que me lo merezco», reconoce con honestidad.