La importancia de que un deportista sepa manejar el estrés

José Barcia

TORRE DE MARATHÓN

MARCOS MÍGUEZ

19 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Nadie vive ajeno al estrés que un error nos puede generar en nuestro trabajo o actividad diarios. Un deportista de alto nivel, menos aún, porque está expuesto a los focos, al examen de miles de aficionados que lo siguen, medios de comunicación, la repetición de la acción por televisión o redes sociales...

Sin embargo, a la hora de determinar si la acumulación de errores deriva en un estado de ansiedad que puede mermar su rendimiento, habría que enjuiciar diversos aspectos, no solo la imagen que nos ofrece el vídeo. En el caso de Quique González, cuyos fallos del último mes resultan llamativos, me faltan datos para saber si pueden considerarse fruto de una frustración, hasta cierto punto lógica.

Aunque es el delantero centro del equipo, desde fuera no sabemos cuál es en concreto la misión que el entrenador le ha asignado. Qué expectativas tiene él. Las del club. En qué medida actúan sobre él los errores. Una cosa es lo que vemos en el campo, o lo que podemos imaginar, y otra es el planteamiento que se hace dentro de la caseta. Hay una gran diferencia entre que tenga el objetivo de marcar 10 goles este año, que ya los ha logrado, o que esta cifra se eleve a 20, en cuyo caso podría estar más presionado. Además, el jugador puede estar realizando un trabajo muy importante para el equipo, más allá de que marque o no, que el entrenador valora.

Por ejemplo, no es lo mismo que un futbolista como Luis Suárez lleve cinco jornadas sin anotar, que el protagonista de esta sequía sea un futbolista de segunda línea o un mediocentro. Obviamente, la tensión que le genera esta falta de gol es totalmente diferente.

Evidentemente, sin tener todos los datos sobre Quique, a nivel general hay que entender que una de las cosas más complicadas que existe para el deportista es abstraerse a los errores que pueda cometer, a la importancia de un partido, al momento en el que se disputa un duelo, a la repercusión que esa acción pueda tener en el exterior.

Es importante que el deportista tenga cierto estrés, porque le permite estar activado. Pero un exceso del mismo puede generar un problema de atención, cierta descoordinación e incluso enormes dificultades a la hora de elegir. En un delantero, puede traducirse en fallos incomprensibles para un profesional de élite.

Llevado a otra demarcación, recuerdo el año pasado en el Deportivo lo que le sucedió a Koval, que llegó en un momento de enormes críticas a los porteros y tanta gana tenía por demostrar el día de su debut, que en una salida fue expulsado. Cometió un fallo impropio de un meta de su nivel, porque la tensión excesiva lo traicionó. Nos puede pasar a cualquiera, pero en un deportista de alto rendimiento, llegar un segundo tarde puede traducirse en una expulsión, un fallo enorme ante la meta rival, un gol encajado... En definitiva, un partido o una temporada que se va.

José Barcia es psicólogo especialista en deporte y preparador físico