Ser solo del Superdépor o ser siempre del Deportivo

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso EL TERCER TIEMPO

TORRE DE MARATHÓN

César Quian

28 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El cabezazo de Pablo Marí en Son Moix pudo cambiarlo todo: el Deportivo sería ahora un equipo de Primera camino de unos 65 millones de euros de presupuesto, la plantilla la formarían unos entrañables héroes que habrían firmado un final de temporada meritorio y el intercambio de cromos del mercado de este verano se presentaría ilusionante. Los contratos desorbitados de algunos jugadores tendrían fácil solución, la gigantesca deuda de 80 millones volvería a estar encauzada y por qué no iba a poder terminar el equipo de Martí la próxima liga por encima del Celta. Pero la cabeza de Marí dirigió el balón unos centímetros desviado en la prolongación del partido de Mallorca. Y la clasificación final de la temporada dejó al Deportivo cuarto, y no tercero, como le obligaba el tope salarial con el que empezaba la temporada. Así que lo que tiene por delante el club es una dieta de adelgazamiento salvaje. Y allá de quien no quiera verlo, asumirlo y atribuir la culpa de la delicada situación económica del club a quien corresponde, es decir, a quien se gastó el dinero que no tenía y también el que estaba por ingresarse durante años, Lendoiro.

Encajado el golpe de Mallorca, el espejo distorsionado de la realidad que representan las redes sociales escupe mucho fuego. Como si afrontar una temporada en Segunda con el sexto o séptimo tope salarial de la categoría -algo que está por afinarse, pues dependerá de las ventas y operaciones de los dos próximos meses de los 22 equipos implicados- representase la llegada del Apocalipsis a Riazor. Parte de la grandeza del club la simboliza su capacidad para caer y levantarse, justo lo que ahora toca, reconstruir el club desde una economía de guerra.

Cuando el fenómeno del Superdépor convirtió el blanquiazul en el segundo color de gran parte del fútbol español, cuando se acercaron a Riazor personas tradicionalmente alejadas de los estadios, la cuña del deportivismo verdadero, un factor de diferenciación, la representaba el haber vivido los momentos más duros de la ahora centenaria historia del club. Al menos así sucede siempre que alguien se empeña en distinguir un guardián de las esencias de un sentimiento. Porque los otros son unos recién llegados, oportunistas, deportivistas de pastel.

Cuando el club encara su segunda temporada seguida en Segunda, y ahora desde la escasez, toca ver quién está, quién aprovecha cualquier resbalón para hacer leña del árbol caído y quién se aparta de un equipo que ya no gana siempre, porque en parte en eso radica el magnetismo de este juego, la cosa más importante entre las cosas menos importantes.