«Hacer la reforma de Riazor fue un susto tremendo, pero me llenó hasta el tuétano»

TORRE DE MARATHÓN

CESAR QUIAN

Antonio Desmonts fue el director arquitecto de la remodelación de 1982 en el estadio

29 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Nacido el mismo año de la inauguración del antiguo Riazor, Antonio Desmonts (Cartagena, 1944) llevó a cabo la remodelación que cerró por completo el estadio.

-¿Cómo recuerda aquel encargo?

-A mí esta obra me llegó siendo un muy joven. Apenas tenía 30 años cuando se produjo la solicitud de subsede para el Mundial de fútbol del 82. Estaba de alcalde José Manuel Liaño y me encargó como arquitecto municipal un estudio previo de las posibilidades. Lo hice, lo presentamos y ganamos. Aquello era un asunto tremendo que se me venía encima, y lo hacía yo solo, sin ningún equipo, y buscas documentación de estadios hechos en aquellos años y no había nada hecho. Era intimidante. Encima, llegan las primeras elecciones democráticas y gana Domingo Merino, que era de otro signo. Y todos pensamos: «Se acabó el encargo». Pero Merino se subió al tranvía. «Vamos a hacerlo», dijo. «No voy a ser yo», pensé. Pero me confirmó e hice el proyecto completo. Se aprobó en Madrid y nos pusimos a la labor.

-Su diseño formó parte de los folletos turísticos de la ciudad.

-La obra fue muy gratificante, pero también compleja e intimidante. Todo el mundo se volcó. Conté con calculistas que se enamoraron del diseño. Buscamos los últimos adelantos en cables, que estaban hechos de la misma materia que los del estadio de Múnich. Tengo que rendirle homenaje al ingeniero Manuel Segura, que hizo lo imposible para respetar el diseño de malla colgada. Al final, tenía una entidad. Incluso era muy reconocido en España entera. Decía la gente: «Ahí están las cubiertas de Riazor con los mástiles de barco». Y fue justo lo que me inspiró desde el principio. Era para una ciudad marinera y quería que se vieran los mástiles con los obenques y los estáis, que son las cuerdas que sustentan en un barco. Por eso, me apena que la característica más relevante que pudiera sacarse del estadio viniera gente a cargársela en la última reforma.

-¿Qué significa el estadio en la historia de la ciudad?

-Era una construcción muy querida en toda A Coruña. Incluso había añoranzas de la antigua puerta de Riazor, una obra de arquitectura imperialista de la época, pero muy bien diseñada y conseguida. La gente quería mucho el estadio y era un símbolo.

-¿Y qué supuso para usted?

-Lo primero, un susto tremendo. Aunque no seas un arquitecto experimentado, sabes qué se te viene encima, pero le echamos valor. Había tres estadios en todo el Mundial de un arquitecto solo: el Bernabéu, el Molinón y este. Los demás eran de estudios de arquitectura e ingeniería. Un susto, pero que te colmaba profesionalmente. Un estadio es el sueño de cualquier arquitecto y a mí me llenó hasta el tuétano.