Llegó hace cinco meses de Argentina, donde hizo sacrificios para jugar al hockey. Con 18 años, ya debutó en la OK Liga
20 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Faltaban algo más de siete minutos para concluir el partido. El Liceo dominaba el marcador ante el Lloret. Juan Copa decidió regalarle una recompensa al esfuerzo a Nahuel Castro (Argentina, 2001). La baja de Maxi Oruste le ofreció la oportunidad de entrar en la convocatoria. «Copa no me dijo si iba a jugar o no. Al finalizar el último entrenamiento me dijo que tenía que estar a las siete en el Palacio para ir con la OK Liga», asegura sin creerse demasiado lo que ha pasado. «Calienta un poco que te vas a enfriar», le dijo un compañero cuando el técnico del Liceo le nombró para salir a la pista. «Estaba tan feliz, se me vino todo a la cabeza. No sabía qué hacer, fueron demasiadas cosas juntas», reconoce.
Y es que hace tan solo cinco meses Nanu estaba en San Juan, en Argentina, con su familia y sus amigos. Su buena actuación durante el Mundial sub-19 llamó la atención del equipo coruñés, que no dudó en contactar con él. Sin haber cumplido la mayoría de edad, hizo las maletas, lo dejó todo y cruzó el charco. A Coruña le esperaba para las próximas tres temporadas. Desde entonces entrena por las mañanas con el Liceo y por las noches con el filial. Entre medias estudia un módulo de FP de Administración y Finanzas. «Llego cansado pero me gusta mucho entrenar. No falto nunca, y más si es con el primer equipo», afirma.
Su relación con el hockey comenzó por recomendación médica. Tenía tres años y un problema en sus rodillas. El pediatra le aconsejó a sus padres que lo apuntasen a hockey. «Les dijo que las rodilleras que se utilizaban me podían ayudar a corregir la postura de las piernas. Después ya no paré», sonrié al recordarlo. Sus padres hicieron caso al doctor. Empezó a jugar en el Racing de Jachal. Después fichó por Estudiantil y su vida se convirtió en toda una odisea. «Yo vivía en San José de Jachal, a 200 kilómetros de San Juan. Recorría esa distancia en bus todos los días para entrenarme». Después de un tiempo, la familia al completo decidió trasladarse a la capital. Y de ahí a España, donde, como buen novato y tras un debut inolvidable, sus compañeros le dejaron claras sus opciones al acabar el partido: «Me dijeron que tenía que pagar unas tortillas o me cortaban el pelo, así que elegí la primera». No tuvo ninguna duda.