Clandestinos en las Cíes

Carlos Punzón
Carlos Punzón PUNZADAS

VIGO

16 ago 2017 . Actualizado a las 12:46 h.

Cuatro mil almas deambulando por las Cíes convierten sin remedio a la joya del parque nacional en un escenario imposible de disfrutar, en una suerte de cine lleno de palomiteros, o en un Louvre a reventar de foteros que estrellan sus flashes contra el inmisericorde cristal que protege a la Gioconda y refleja el semblante del cazador de muescas turísticas. En el caso de las islas los reventadores de su encanto, los que atentan contra su supervivencia y contra la mínima responsabilidad colectiva, son las navieras, las explotadoras de la primera maravilla viguesa. Ha bastado que se controlase dos días el aforo de los barcos de las cuatro empresas autorizadas para transportar pasajeros a las Cíes para concluir que solo en esas dos jornadas embarcaron cuatro mil personas más que el máximo autorizado para coincidir en el archipiélago. Eso significa: barcos con más ocupantes que los legalmente previstos; contingentes que duplican la capacidad de rescate de los planes del parque natural en caso de catástrofe; ingresos económicos que habría que comprobar si son declarados pese a no estar respaldados por la legalidad, y al fin y al cabo, un atentado contra una reserva ecológica cuyo equilibrio es muy fácil de quebrar y muy lento de recuperar. Cíes no necesita ni de piratas, ni de viajeros clandestinos, como tampoco de inspectores del Guinness que certifiquen récord alguno. Muy poca gente iría a ver a miles de personas haciendo ruido mientras comen palomitas ante la gran pantalla o disparando flashes a la Mona Lisa. Pero tampoco a chocar con multitudes y poner en peligro la vida en las Cíes.