El estado de contingencia portugués agranda la diferencia horaria en la «raia»

VIGO

Los comerciantes lusos no pueden abrir antes de las once españolas

17 sep 2020 . Actualizado a las 22:43 h.

«Ya estábamos acostumbrados a una hora de diferencia con Galicia, pero no a las dos que ahora supondrá el no poder abrir antes de las diez. Así serán ya dos horas de desfase y a los gallegos, que representan el 80 % de nuestra clientela, se les hará tarde». María Emilia Fernandes es una de las veteranas del recinto fortificado de Valença y así explica cómo ha iniciado este municipio fronterizo con Tui su retroceso al estado de contingencia declarado en Portugal. La normativa sanitaria en vigor desde la media noche del lunes al martes limita los horarios de apertura comercial entre las diez de la maña a y las once de la noche, excepto para cafeterías, pastelerías, peluquerías y gimnasios, que podrán abrir antes sus puertas.

El seguimiento de las nuevas normas ha sido muy desigual en la franja portuguesa del la raia. Los supermercados, algunos con horario de apertura habitual desde las 8.30 horas, funcionaban a pleno rendimiento como cualquier otro día y, a las diez, casi todos los comercios de ropa estaban abiertos. También en la fortaleza, mayor centro de peregrinación de gallegos del norte luso en busca de la gastronomía portuguesa y de sus algodones.

«Nosotros abríamos antes a las nueve y media y desde hoy lo tendremos que hacer a las diez. A ver qué pasa, porque la mayoría sigue con su horario normal», explica otra de las empresarias de uno de las mayores superficies al aire libre del país luso. La «nueva normalidad» en la frontera casi mantiene el mismo ritmo, aunque no el horario habitual. Sigue siendo una hora menos, como en Canarias, pero al ser sociedades que conviven desde hace décadas, los horarios están interiorizados en ambas márgenes del Miño por lo que este espacio fronterizo es donde se siente el mayor desequilibrio. Todo lo que pasa en un lado del río repercute en la otra ribera y así, desde Melgaço y Arbo, hasta donde muere el Miño, entre Caminha y A Guarda.

Decenas de personas, la mayoría gallegas, llenaban ayer el recinto fortificado de Valença, ajenas al cambio de situación. Algunos sin mascarilla incluso llenaban ya bolsas aprovechando los últimos coletazos del verano en las tiendas que ofertan grandes descuentos poco después de las nuevas restricciones.

En Valença, según el último informe de la Dirección General de Salud, hay 34 casos activos. Su alcalde, Manuel Lopes, ratificó estos datos a La Voz, indicando que se trata de tres brotes, importados y que «están controlados». Sobre los cambios horarios decretados por el Ejecutivo central, Lopes tuvo que contestar ya en la calle a muchos de los comerciantes que le preguntaban en el entorno del Concello. «Son normas del Estado que solo podemos acatar y cumplir», reiteraba ayer por la mañana el mandatario a todos los que le preguntaban». Todos los Concellos decidirán además sus propias restricciones ya que el Ejecutivo lisboeta deja en sus manos la potestad de limitar aún más los horarios en función de las circunstancias de cada municipio. «El horario comercial en estado de contingencia es de 10 a 23.00 horas. Los Concellos, dentro de esos límites, podemos tomar medidas específicas», explicó Lopes, confirmando ya antes de entrar en su despacho y ante la expectación de sus vecinos que, en Valença, que no habrá restricciones municipales.

«Llevábamos tres meses sin que se registrara ni un solo caso cuando saltaron estos 19», explica el alcalde de Valença

Ayer, al menos, hubo manga ancha en cuanto a la fiscalización de las normas. «No podemos aplicarlas con el palo en la mano. Primero se avisa, después ya es una obligación», señaló el regidor ante el patente desequilibrio en la aplicación de los nuevos horarios de sus compatriotas. Era una medida anunciada con margen para prepararse, pero un cambio abrupto.

«Llevábamos tres meses sin que se registrara ni un solo caso cuando saltaron estos 19», explica el alcalde de Valença. El regidor confirma el respiro de la época estival. «Fue un verano muy bueno en el que las casas rurales, por ejemplo, estuvieron casi al cien por cien de su capacidad», indica. Los nuevos brotes son fruto de la relajación de las medidas de prevención, como en el resto del mundo. «Se trata de tres focos circunscritos a otras tantas familias y que vinieron de fuera. En un caso por vecinos emigrantes y en los otros porque también hubo más movilidad dentro del propio país», señala Manuel Lopes.

«Nosotros acatamos lo que sea necesario, pero cerrar la frontera de nuevo no puede ni ponerse sobre la mesa», advierte en el bar más próximo al Concello otro grupo de vecinos. Los ciudadanos de la raia se resisten porque cualquier diferencia entre países es un tsunami en zona fronteriza. Madrid y Lisboa suenan demasiado lejos en Tui y Valença, epicentro de la que fue la frontera, ahora soldada por miles de trabajadores transfronterizos y familias repartidas entre dos riberas que mantienen el mismo ritmo sin importar la hora.