El Marbel, 27 vidas perdidas en las Cíes

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO

Llanos

Un cúmulo de negligencias, infortunio y adversidad meteorológica se llevó el barco al fondo del océano en 1978, en la parte exterior de las islas. Solo se salvaron nueve tripulantes del congelador

25 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«27 desaparecidos y 9 supervivientes al hundirse el congelador Marbel». Así titulaba en primera página La Voz de Galicia del 29 de enero de 1978. El día anterior se había producido el segundo peor naufragio de la ría de Vigo (con el Monchiña fallecieron en San Simón 43 personas en 1950) en 122 años. Tras abandonar el puerto de Vigo con destino a África del Sur, el barco, de 1.316 toneladas de registro bruto, tuvo una avería en las máquinas cuando se encontraba a la altura de cabo Silleiro. Debido a ello, perdió el rumbo y se fue contra las rocas de la isla norte de las Cíes, en su parte exterior.

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Uno de los tripulantes de aquella embarcación, Ramón Juncal Crespo, que entonces tenía 17 años, explicaba años después en La Voz de Galicia lo sucedido. «Se produjo una explosión por gases. Les debió quedar una estopa en el cárter cuando hicieron la reparación en Valiño. Hoy, pensándolo en frío, creo que deberían haberse cortado los rieles, pero... El caso es que la única solución del capitán en ese momento era pedir socorro», relataba Juncal, que era engrasador en el Marbel.

La primera llamada de socorro fue recogida por un radioaficionado a las 22.30 horas, según explicaba este periódico al día siguiente. Se añadía que la radio costera de Alcabre no funcionaba debido a un problema de fluido eléctrico. Una vez que la Comandancia de Marina supo lo que estaba sucediendo, alertó a los pesqueros que regresaban a puerto. Allí se presentaron el Carolo, el Mar 11, el Rotisa, el Ciudad de Alicante y el Navegantes Magallanes. Desde estos barcos se lanzaron cabos al Marbel, pero no fueron recogidos por sus tripulantes. «Les hacíamos señas y les tiramos el cabo y ellos no hacía nada», explicaba uno de los marineros que acudieron en auxilio del Marbel. Añadieron que, más tarde, vieron cómo algunos tripulares del buque afectado, que ya estaba sobre las rocas de las Cíes, saltaron a tierra.

Ramón Juncal cree que la comandancia no actuó con celeridad. «El primer barco por la zona que acudió al rescate fue el Navegante Magallanes, del Gran Sol. Nos dio remolque, pero le rompió el cable al empezar a tirar. Luego fuimos a las piedras en las Cíes, bajo los acantilados del faro, y ya se complicó todo. El barco se rompió por el puente al pegar dos golpes y la popa desapareció», recordaba el marinero. Era ya de noche, en pleno invierno y con un oleaje considerable.

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Mientras el barco aún estaba sobre las rocas, cinco tripulantes que se encontraban en la parte delantera se salvaron sin tocar el agua. Pero, cuando otros se preparaban para saltar a tierra, el barco se liberó de las rocas provocando que los marineros que todavía quedaban abordo sufriesen heridas diversas, aunque alguno logró alcanzar las rocas, como fue el caso de Juncal Crespo.

Desorientados y con mucho frío pasaron la noche hasta que alcanzaron, ya de mañana, la playa de Rodas. Allí, en una casa, localizaron a los primeros cinco compañeros que abandonaron el barco, a quienes reprocharon que no regresasen a ayudarles. Todos juntos pudieron llamar la atención de un pesquero, el Carolo, que les llevó al Berbés. Solo había nueve supervivientes. Al mismo tiempo, comenzaron las acusaciones de los familiares y de los propios marineros. «Diga en su periódico que si hubiese un equipo de rescate en este puerto, a estas horas todos nuestros compañeros estarían vivos», apuntaba uno, mientras que otro señalaba: «Si el remolcador hubiese llegado una hora antes, se podrían haber salvado». El caso es que no hubo. Por no haber, solo había una ambulancia en el puerto y la mayor parte de los marineros tuvieron que ser trasladados al hospital en coches particulares.

Dos días después el sindicato de Comisións Mariñeiras acordaba proponer la creación de una comisión investigadora con la libre participación de las fuerzas políticas y sindicales, con el fin de lograr el total esclarecimiento de los hechos y correspondientes responsabilidades. Por su parte, el pleno del Concello de Vigo acordaba dirigirse al Estado para reclamar la presencia en el puerto de un equipo de rescate para actuar en situaciones como la vivida. La petición se hizo más evidente el 31 de enero, cuando la lancha de pasajeros Tamén vexo Redondela, que unía Vigo y Moaña, se hundía a trescientos metros del puerto, causando el fallecimiento de un niño de seis meses y heridas a otros diez pasajeros.

Pasados unos días, el Sindicato Libre de la Marina Mercante, en un informe más sosegado, indicaba varios factores que provocaron la tragedia. Apuntaban a la falta de personal en las radios costeras, pero, sobre todo, a la ausencia de equipos profesionales de rescate en los puertos españoles.

En octubre de 1978, el Juzgado de Marina resolvía el expediente del naufragio sin determinar responsabilidad penal o civil para nadie.

El 4 de febrero se celebran en Vigo los funerales por las víctimas, a los que acude el ministro de Transportes, José Lladó. El político centrista anunció la puesta en marcha de un plan de seguridad y salvamento en las costas, así como la creación de nuevas estaciones de radio costera. La realidad no fue tan inmediata como señaló aquel día el ministro de Adolfo Suárez. En esa época, las tareas de salvamento marítimo recaían en la Armada Española y en la empresa estatal Remolcadores Marítimos, ambos con actividades más prioritarias. No fue hasta más de diez años después del accidente del Marbel cuando se creó la Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima, al tiempo que se crearon los planes nacionales de salvamento.