«Es más difícil decidir quitarse los pechos que los ovarios, que no se ven»

Monica Torres
mónica torres TUI / LA VOZ

VIGO

Oscar Vázquez

Mónica Lorenzo acaba de someterse a una doble mastectomía. «Con la prótesis estoy mejor, porque estoy sana», dice esta vecina de Tui con el gen de Angelina Jolie

11 dic 2022 . Actualizado a las 02:02 h.

La doble mastectomía preventiva a la que se sometió Angelina Jolie en el 2013 dio visibilidad a una realidad hasta ese momento silenciosa. A día de hoy, sigue inspirando a un gran número de mujeres. Los BRCA no dicen mucho a la mayoría de los mortales, pero cualquiera al que se le hable de «el gen de Angelina Jolie» sabe que es la mutación que acarrea un elevadísimo riesgo de padecer cáncer de mama y de ovario. «Tienes el gen de Angelina Jolie», le dijeron a Mónica García Lorenzo en el 2016.

El testimonio de esta valiente vecina de Tui es igualmente revelador. Pasó en el quirófano la mayor parte del pasado 19 de octubre. En la jornada en la que se conmemora el Día Mundial del Cáncer de Mama, a ella le extirparon los dos pechos tras detectarle un nuevo tumor. «Es imposible que operándote este día pueda salir nada mal», recuerda que le decían los cirujanos dándole ánimos. El humor, el amor de su familia y un coraje al que ella resta importancia, pero que conquista a cuantos la conocen, es terapéutico.

Mónica se enfrenta al cáncer por segunda vez en la vida, pero no se cansa de seguir plantando cara a su enfermedad y, además, tiene la valentía de contar pública y abiertamente su testimonio, en pleno tratamiento de quimioterapia, para acompañar a otras mujeres que, como ella, se enfrentan a esta pandemia.

«Un diagnóstico así te desmorona la vida en dos minutos. Nunca estás preparada para escucharlo por mucho que te digan», advierte.

A ella se lo comunicaron por primera vez el 29 de octubre del 2012, quince días después de notarse un bulto en el pecho, de esos que lo cambian todo, y una biopsia de urgencia. «Yo no contaba con que me tocara a mí. Estás cumpliendo sueños, feliz con tu familia y, de repente, se paraliza todo», recuerda. El siguiente batacazo fue justo antes de Navidad de ese año.

«Me dijeron que tenía un tumor agresivo en fase 3 que ya medía 5 centímetros. Empecé la quimioterapia el 10 de diciembre, durante cinco meses. Después me quitaron el tumor y me redujeron los pechos, y al sanar las cicatrices comenzó la radioterapia», explica. El diagnóstico «te cambia la manera de ver la vida. Con el batacazo aprendes que hay que sacar más tiempo para uno mismo y para disfrutar de la vida», afirma la tudense.

Y lo hizo, aunque con el tsunami de emociones y altibajos físicos y psíquicos de un tratamiento cuyo éxito vincula también a «la infinita paciencia y el amor incondicional de mi marido Santi y de mis hijas».

Cuatro meses después de recibir el alta médica de oncología, en el 2022, me llamaron para repetir una resonancia de control que había hecho días antes. «Cuando eres primeriza no lo sabes, pero entonces ya me di cuenta de que pasaba algo malo», dice. No se equivocaba, diez años después, el cáncer volvió a asomar, pero en esta ocasión su madre recibía un diagnóstico similar poco antes. «Cuando se lo descubrieron a mi madre nos hablaron de hacer unas pruebas genéticas y el resultado fue igualmente devastador. «Me informaron que era portador de un gen BRCA y me dijeron: ‘Malo no es, pero yo de ti iría pensando en sacarte los ovarios y ambos pechos». Su testimonio, en este punto, evidencia también la importancia de la detección precoz y de cortar por lo sano.

En febrero del 2019 volvió a pasar por quirófano tras conocer que era portadora del gen. «Es más difícil quitarse los pechos que los ovarios, que no se ven», admite. A estas alturas lamenta no haberse hecho la mastectomía por aquel entonces «porque lo único que importa de verdad es estar sana». «No me costó decidirme para extirpar los ovarios, pero sí los pechos. No quise hacerlo entonces y ahora me arrepiento», advierte Mónica. En agosto de este año le comunicaron que el bulto que habían descubierto en su pecho era maligno. Entonces ya no se lo pensó. «Con este gen no te lo puedes jugar a quitar el tumor porque puede reaparecer en cualquier momento, hay que cortar por lo sano», insiste.

«La primera vez que me dijeron que tenía un cáncer solo pensaba en cómo decírselo a mis niñas, que tenían 9 y 15 años. Esta vez me acompañaron ellas al oncólogo, recibimos juntas el batacazo y lo peleamos en familia», dice la orgullosa madraza.

El mismo 19 de octubre, tras someterse a una doble mastectomía, pudieron también hacerle una reconstrucción. «Con la prótesis me encuentro bien, o incluso mejor, porque ahora estoy sana», confirma abiertamente desterrando estereotipos y con una fortaleza ejemplar. «Es muy importante no encerrarse en uno mismo, arreglarse todos los días y salir de casa. Hay que darse brocha a diario y disfrutar de la vida», porfía. Su familia es su mejor medicina y asegura que acudir a diario a la plaza en la que trabaja desde hace años, aunque solo sea a acompañar a su marido ya que está de baja, es terapéutico: «Porque me da vida estar con mi gente».