La federación de vecinos lamenta la falta de apoyo a una mujer que luchaba por mantener la custodia de su hijo y que se suicidó tras ser expulsada de la vivienda
31 oct 2024 . Actualizado a las 01:30 h.Dolor e impotencia. Son los sentimientos que invaden a la Federación de Vecinos Eduardo Chao de Vigo por la pérdida de una mujer que tenía un hijo pequeño y que se vio en la calle tras una sentencia firme de desahucio. La ciudadana había pedido ayuda a las instituciones para poder vivir con dignidad en el barrio de Lavadores, donde se crio su pequeño. Pero no hubo ninguna solución habitacional para ella. Aspiraba a un alquiler social que pudiera afrontar con sus bajos ingresos, pero no se le abrieron las puertas a esta posibilidad.
El único respaldo que encontró durante fue el de la federación de vecinos. Fue un apoyo moral, porque nada podían hacer desde esta entidad para solucionar su desesperada situación.
Con la labor de asesoramiento y acompañamiento que le prestaron, los dirigentes vecinales solo pudieron ser testigos de cómo todas las instituciones le dieron la espalda. «Estaba desesperada y me llamaba muchas noches. Nadie le quería alquilar un piso. Sentimos una gran impotencia», señala Óscar Álvarez, que fue una de las pocas personas que se solidarizaron con su situación. «Llevaba un año reuniéndome con ella y hablando semanalmente. Me llamaba para desahogarse. Decía que nosotros éramos su único apoyo», afirma.
La mujer estaba angustiada porque temía que le fueran a quitar a su hijo si no podía asegurarle un techo. Óscar la acompañaba a las administraciones, como Concello y Xunta, en busca de alguna alternativa para no perder el derecho a una vivienda que le garantiza la Constitución. «No podemos hacer nada», es la frase que tuvo que escuchar en repetidas ocasiones esta mujer que no tenía trabajo, recuerda Óscar. «Se quitó la vida porque le iban a retirar la custodia de su hijo y la iban a echar a la calle», lamenta el portavoz de la federación vecinal.
La entidad vecinal siguió de cerca su caso y consideran que no hay que buscar culpables por el triste final de la mujer. «No hay que hacer a nadie responsable de lo que pasó, pero sí debemos luchar para que estas situaciones tan trágicas no se vuelvan a repetir. No queremos que haya más casos así», afirmaba ayer Óscar Álvarez.
La mujer llevaba más de diez años residiendo en una casa de la parroquia de Lavadores que era de su pareja, ya fallecido. Como no tenía ningún documento ni contrato que amparase que pudiera seguir en este domicilio, los propietarios (familiares de su ex) iniciaron un procedimiento de desahucio. Había una sentencia firme según la cual debía abandonar el inmueble. Había presentado un recurso de casación como estrategia para ganar tiempo hasta que encontrara otro lugar donde vivir. Tenía familiares fuera de Vigo, pero su deseo era no sacar a su hijo del entorno donde tiene el colegio y los amigos.
Desempleada
La mujer había trabajado durante muchos años como cajera en un hipermercado, pero renunció a renovar el contrato al no sentirse con fuerzas para seguir adelante tras la muerte de su pareja. Actualmente cobraba 500 euros de ingreso mínimo vital y otros 300 euros de una pensión de orfandad. La mujer estaba agobiada por las deudas. Afirmaba que un banco le reclamaba a su hijo menor los importes de un préstamo personal que había pedido el padre un año antes de morir. No lo pensaba abonar, a pesar de que no paraban de llegar cartas reclamando el pago que ya ni siquiera abría. Se quedó además con una deuda de 16.000 euros tras ser condenada en costas en el procedimiento judicial por el que debía de dejar la casa. Al parecer, la otra parte había contratado a uno de lo despachos de abogados más caros de la ciudad.
La madre reclamaba el derecho a una vivienda digna. Sin trabajo ni recursos, nadie le ofreció una alternativa. La presidenta de la Federación Vecinal, María Pérez González, lamenta que no exista un parque público de viviendas para personas en riesgo de exclusión social. Seguirá siendo uno de sus principales caballos de batalla para evitar tragedias.