Un club de taekuondo con esencia de escuela

míriam vázquez fraga VIGO / LA VOZ

CANGAS

XOAN CARLOS GIL

El Sares nació en los colegios de Cangas cuando los niños daban el salto al instituto y no podían seguir

15 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El responsable del Sares de Cangas asegura que el suyo no responde para nada al modelo habitual de club de taekuondo. Nacieron de la actividad extraescolar en los colegios a raíz de que cuando los chavales pasaban al instituto, no tenían la opción de continuar, y hoy esa esencia de escuela sigue siendo su principal seña de identidad. «Hemos tenido buenos resultados nacionales y alguno internacional, pero no es eso lo que buscamos, no es nuestra prioridad», apunta.

De 50 niños en los colegios hace 14 años -en sus inicios- y 20 en el club, hoy las cifras han «crecido exponencialmente» hasta los 230 y 120, respectivamente. La edad idónea a partir de la cual empezar suele ser a los cuatro o incluso a los tres años. «Depende de cada caso, de cómo estén de desarrollados y las habilidades que tengan», destaca Pablo Casares. En sus clases se parte de la base de que el taekuondo «es un arte marcial que ha evolucionado y si a día de hoy tiene éxito, es porque se ha convertido en un deporte más», reflexiona.

Casares recalca que los profesores de este deporte echan mano de rasgos del taekuondo como arte marcial en el sentido de aplicar «orden y disciplina para que los niños estén más rectos y ordenados». Pero esto no está reñido con la diversión. «Se trabaja mucho la psicomotricidad a través de juegos. No es solo un deporte de contacto, podemos decir que los niños pequeños que aprenden con nosotros sobre todo juegan a taekuondo».

Se trata de una actividad que de inicio suele resultar muy atractiva para los niños en la medida en que «llegan y pueden dar patadas, algo que les han dicho toda la vida que no se puede hacer y de repente está permitido». Pero con matices y con unas normas que han de estar bien claras desde el primer día. «Saben que pueden hacerlo al material de golpeo, que las patadas y puñetazos que se dan en taekuondo solo se dan en taekuondo», aclara.

En ese sentido, recuerda que sigue habiendo falsos mitos en torno a la disciplina a la que se dedica. «Hace diez años teníamos el estigma de que era un deporte para niños violentos que tenían que venir para filtrar su energía. Aún hay quien piensa así», profundiza. Ideas completamente equivocadas, como lo están los padres que buscan poner firmes a sus hijos con esa actividad. «A veces el modelo de padre-amigo hace que los niños tengan demasiada confianza y se vuelvan incluso tiranos. Les traen para que con nosotros adquieran un punto de disciplina y sean más serios y ordenados», indica recordando que no es ese su cometido.

Fuerte convicción

Desde el Sares parten de la firme convicción de que el taekuondo es un deporte para todos. «Si hablamos de actividad, se adapta muy bien a las cualidades de cada uno, a cualquier edad y antropometría. Puedes agarrar a la gente, que te peguen, defenderte, trabajas aspectos como el equilibrio o la velocidad de reacción... Aparte de socializar», desgrana. Otra cosa es si se pone el foco en el alto rendimiento, cuando ya aparece otra exigencia.

Rodeados de clubes en O Morrazo llenos de campeones del mundo, dice Casares, para ellos la importancia de los resultados «es mínima». «Nuestra base, la salud de nuestro club, es el deporte escolar, la educación de los deportistas. Somos un club con fundamentos de escuela», reivindica. El 80 % de los que hoy son sus deportistas adultos nacieron de esa base. Dos de ellos ahora son monitores junto a él tras comenzar de niños 14 años atrás, su «gran orgullo». «No exigimos resultados, sí unos valores y un comportamiento serio, que es lo importante», subraya.

El técnico, de 36 años, se retiró de la competición a los 30. Con una amplia formación -dos carreras y un máster- ligados al deporte, admite que añora la época en que podía compaginar la competición y la faceta de entrenador, por agotador que le resultara. «El trabajo con niños es muy divertido, aparte de que es como si plantaras una semilla que va creciendo y años después ves que ese chaval aplica los valores que le enseñaste aunque ya no practique taekuondo».

El Sares nació en los colegios y su lugar principal de entrenamiento sigue siendo uno. «La mayoría de clubes disponen de gimnasio, sala con espejos y demás. Nosotros no tenemos los medios diarios de otros clubes, pero eso también hace que con el apoyo del Concello podamos ofrecer el taekuondo a un precio mucho más asequible». Otro factor clave para su enorme crecimiento.