La ruta del renacimiento

Antón Lois VIGO / LA VOZ

NIGRÁN

Cedida

El bosque de ribera entre Camos y Chandebrito logró resistir a los incendios como barrera natural

20 ago 2018 . Actualizado a las 23:56 h.

Nuestra ruta de hoy será un viaje en el tiempo, porque nos vamos al límite entre Camos y Chandebrito, en Nigrán, y a lo largo del curso alto del río Táboas recordaremos el pasado reciente con los incendios de octubre y saltaremos al futuro.

Empezamos el camino en la iglesia de Camos (se accede desde la rúa dos Pazos de Nigrán 42° 8? 50.47? N, 8° 45? 53.38? W), donde, sin dejar de fijarse en la extraordinaria sobreira que tenemos delante y en el olivo de su atrio, caminaremos hasta la bifurcación indicada que nos lleva al río Táboas, que curso abajo se conoce como río Muiños al desembocar en Playa América.

El camino desciende suavemente y es una buena ocasión para contemplar un excelente catálogo de las especies vegetales invasoras. En apenas unos metros cuadrados tenemos ejemplares de los cinco continentes que en su día confundieron libertad con libertinaje y saltando desde los jardines empezaron a conquistar el territorio.

Siguiendo lo que queda tras el incendio del bosque de ribera pasaremos junto a tres molinos en distinto estado de conservación, que de forma muy original, en función del curso del río en el que se encuentran, se denominan muíño de abaixo, do medio y, seguro que lo imaginarán, de arriba, este último restaurado y en funcionamiento gracias al esfuerzo de su propietaria, Rosa de Malde. Es un auténtico lujo ver un muíño de cubo completo y en funcionamiento y aprovechar para recordar toda la cultura asociada a estos ingenios hidráulicos. A pesar del fuego el bosque de ribera, mal que bien, consiguió resistir como barrera natural y, aunque las pérdidas fueron incalculables, aquí se concentra lo que queda de la flora y fauna autóctonas.

En un paisaje desolado resulta un milagro ver amieiros, salgueiros, estripeiros y sanguiños. A su lado sobreviven los anfibios y los invertebrados acuáticos a los que el arrastre de cenizas diezmó sus poblaciones y comienzan a recuperarse lentamente. Las aves, que tuvieron suerte y pudieron escapar, van regresando poco a poco a lo que fue su territorio y, al menos para los pájaros carpinteros, los insectos que colonizan los árboles quemados son una fuente de alimento que compensa la pérdida de su refugio. Con un poco de atención podemos escuchar el tableteo de nuestros amigos mientras perforan los troncos en busca de comida y nos recuerdan de paso que son los mejores aliados para el saneamiento forestal. Todo esto lo ve una simpática pareja de gavilanes que nos visita desde el cercano Galiñeiro, en el que al parecer vuelve a la carga el proyecto de parque eólico que pensábamos descartado en busca de mejor ubicación.

Desde el muíño de arriba, una pista forestal nos lleva a la parte alta del límite entre Camos y Chandebrito. La altura nos ofrece perspectiva y dicha perspectiva nos recuerda lo que sucedió el pasado 15 de octubre. La percepción es engañosa, pues veremos mucho verde gracias a las lluvias abundantes de primavera, pero se trata fundamentalmente de las especies a las que benefició el fuego, fundamentalmente acacias y eucaliptos. En las cimas de los montes comprobaremos el efecto de la erosión que provocaron las mismas lluvias dejando al descubierto las rocas desnudas. Necesitaremos mucho suelo fértil para recuperar lo perdido, por eso duele especialmente contemplar el paisaje quemado y al mismo tiempo ver en los contenedores de basura cómo enviamos al vertedero una buena parte de la materia orgánica que, una vez comportada, sería el mejor fertilizante natural para devolver la vida a estos suelos.

Continuando la pista forestal regresaremos al punto de partida. Siempre es difícil aventurar el tiempo que necesita la naturaleza para regenerar los montes incendiados y quizás deberíamos cifrarlo en generaciones en lugar de años. Nuestra generación nunca volverá a ver ese lugar como estaba a principios de octubre. Pero decíamos que nuestra ruta espacio-temporal salta al futuro. Justamente aquí empezarán en breve los trabajos para crear el parque forestal de Nigrán. Serán, para empezar, 42 hectáreas reconquistadas por el bosque autóctono gestionados con criterios de sostenibilidad y multifuncionalidad gracias al empeño de las comunidades de montes, el Concello de Nigrán y la Diputación de Pontevedra. Así nos lo mostraron esta semana dos guías de excepción, Xose Lois Vilar y Xosé Ramón García, del Instituto de Estudos Miñoranos y así les invitamos a que hagan esta ruta que, en definitiva, es la ruta del renacimiento.

Rebrotan las especies invasoras

Así van conquistando el territorio las especies invasoras. Con la inestimable ayuda de los incendios, los eucaliptos rebrotan con fuerza aplicando el principio de que quien llega antes consigue la victoria. Nuestros visitantes residentes poseen hasta un metro de profundidad de tejido germinal bajo el suelo, por lo que, cuando todo muere abrasado a su alrededor, ellos son los primeros en rebrotar y extenderse. Cuando el resto de la vegetación lo intente encontrará el espacio ocupado. Los eucaliptos en realidad no tienen la culpa. No pidieron venir y se limitan a intentar sobrevivir. La culpa es de quien los trajo sin pensar las consecuencias.