«Son o cerebro dos muíños do Folón»

María Jesús Fuente Decimavilla
maría j. fuente O ROSAL / LA VOZ

O ROSAL

Gustavo Rivas

Nemesio Castro, último molinero de las históricas construcciones de O Rosal

25 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Con 91 años recién cumplidos, Nemesio Castro Álvarez no repara a la hora de ponerse en marcha a diario con un ritmo que ya quisieran muchos veinteañeros. Se trata de cumplir su misión: pasar revista a los muíños do Folón y do Picón. «Son o cerebro dos muíños do Folón, fun e son o último muiñeiro que mantivo e aínda mantén en funcionamento algún deles, é unha das cousas que máis me gusta facer, eu son o responsable de todo isto», comenta entusiasmado. Aunque es el Concello de O Rosal el que oficialmente se encarga de la conservación de los molinos, él disfruta revisando todos los días su estado y, si se tercia y encuentra algún turista, no tiene reparo en pararse y en contarle detalladamente la historia que esconden las piedras. «Gústame mostralo e ás veces ata poño o meu muíño a funcionar para que miren como funciona, sinto que é algo meu e do Rosal que non pode perderse».

Que se sepa, sus bisabuelos ya molían el grano, profesión que fue de una generación a otra y que él no podía dejar pasar por alto. Ahora, su misión es no perder las construcciones de vista para que puedan seguir disfrutándolas los vecinos y todo aquel que se acerque por O Rosal. «Pasou moita xente, moitos estranxeiros, alemáns... Pero ninguén ruso», apunta extrañado. Recuerda con orgullo los tiempos en los que la mayoría de los molinos habían dejado de funcionar y solo el número 7, el de sus bisabuelos, seguía en activo. Empezó a moler en 1832 y siguió hasta hoy. «É unha grande riqueza ter tantos muíños restaurados», dice.

 Orgulloso

No puede sentirse más orgulloso de ver los 67 molinos del Folón y del Picón restaurados. «Para min e para moitos que se achegan son únicos no mundo, pola forma na que se disdribúen formando un conxunto único». Cuenta como se fraguó su restauración: «Un día pasou un mestre que estaba en Vigo, pero naceu en Amorín (Tomiño), e cando viu o muíño número sete que moía preguntouse: ‘¿Se este moe, por que non moen os outros?’ e puxo o proxecto en órbita». Recuerda que fue en 1992, el mismo día que encalló el Mar Egeo, cuando se fraguó todo, aunque los inicios no fueron ni mucho menos fáciles. Tuvieron que localizar a los propietarios para conseguir la autorización antes de iniciar las obras.

Si de algo presume Nemesio es de haber estado siempre en activo. Su vida no ha sido un jardín de rosas, fue menos tiempo a la escuela de lo que le hubiese gustado. Enseguida tuvo que alternar el trabajo en los molinos con muchos otros quehaceres para ganarse la vida y sacar adelante a la familia, su mujer, Amparo, y sus tres hijos. «Traballei moito, teño moitos quilómetros feitos e fixen de pedreiro, ferreiro e carpinteiro, fun axudante de todos os grandes profesores», destaca. No solo eso. Cuando hizo falta, cuidó del ganado, realizó trabajos de electricista, abrió pistas y plantó árboles. Hasta ejerció como dinamitero para abrir carreteras en el entorno. Reconoce que al principio le daba respeto la dinamita, pero cuando empezó con la Goma-2 ya era otra cosa, coser y cantar.

Cuenta con gracia este rosaleiro que fue empenador, un oficio que consistía en informar a los vecinos de las obligaciones, tanto locales, como de ámbito general. Por ejemplo, les recordaba cuando tenían que hacer algún pago para que no se despistaran y pasaran a la lista de morosos.

Nemesio es un gran conversador, relata con pelos y señales todas las anécdotas de su vida y detalles, en otros momentos inconfesables, sobre cómo sacar más rendimiento a los molinos. No solo dependen de la fuerza con que llegue el agua, dice, sino de otros aspectos como la calidad y el estado de las piezas. Recita el nombre de cada una de ellas con una memoria prodigiosa pese a ser más de una veintena. Confiesa que a la hora de moler el grano influye mucho la piedra. Mientras que la del país hace una harina más oscura, con otras de fuera resulta más blanquecina y se refleja en el pan. El más blanco era adquirido por la gente con más poder adquisitivo, nada que ver con lo que sucede en la actualidad. «O muíño número 1 moeu para ricos e pobres. Hostias, empanadas e douces facíanse ca fariña máis branca», comenta. Cuando se pagaba en grano con el ferrado, eran 14 cuencos equivalentes a 20 kilos.

Gustavo Rivas

Su historia ha sido recogida en el libro «Memoria Viva»

«Chámome Nemesio Castro Álvarez, veciño do barrio de Martín, da xuradía de Fornelos, na parroquia de Santa Mariña do Rosal». Así comienza Memoria Viva, la obra que recoge la historia de este vecino, sin duda un testimonio muy valioso para el municipio. El libro, editado por el Concello de O Rosal, trata de recabar los detalles de toda una vida y de un pueblo contados por sus protagonistas en primera persona y con la expresividad que lo hace este vecino y otros como Marcola González, también presente en la obra, según comentaba en su día la alcaldesa de O Rosal, Ánxela Fernández. «Mirando cara atrás eu só sei que existín, que nacín, que estiven aquí e que sempre me trataron ben, tanto os veciños como a familia, por todos os sitios por onde andei», continúa Nemesio.