«Cuando nos mudamos, en Coia había cuatro casas y la carretera era de tierra»

Jorge Lamas Dono
Jorge Lamas VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M. Moralejo

José Millos se instaló con su familia en los primeros grupos de viviendas del barrio

21 ene 2019 . Actualizado a las 09:41 h.

El 15 de mayo de 1969, La Voz de Galicia daba cuenta a sus lectores del derribo de las cocheras de los tranvías, en As Travesas. Aquel acto simbolizaba el cambio en el medio de transporte público, a partir de entonces asumido por la empresa Vitrasa, y al mismo tiempo era la señal definitiva de que el proyecto de urbanización del polígono de Coia iba a tomar velocidad de crucero. «Acontecimiento singular, de suma trascendencia y significación, ha sido la visita realizada al Polígono de Coya y a los edificios que allí viene construyendo la Caja de Ahorros Municipal de Vigo, por el ministro de la Vivienda, don José María Martínez y Sánchez Arjona», explicaba el periódico. En aquella visita, Sánchez Arjona afirmó que el polígono de Coia se había quedado corto con sus 76 hectáreas iniciales y anunció que se había iniciado el expediente para ampliarlo hasta las 196 hectáreas. Además, el ministerio asumía la construcción de 2.500 viviendas más. El derribo de las cocheras abriría la avenida de Samil [hoy, avenida de Castelao] tan solo seis meses después, articulando definitivamente el nuevo barrio.

«Aquí había cuatro casas, casi todo eran campos, y la carretera era de tierra». Así es como lo recuerda José Millos, vigués nacido en el barrio de Teis que lleva viviendo casi cincuenta años en el polígono de Coia, que significó una nueva forma de entender el urbanismo en la ciudad. Este jubilado de Barreras y su mujer, Tuca, criaron a sus tres hijos en la calle Moaña, uno de los primeros grupos de viviendas de la zona.

«Solo había una tienda en el Rocío, que atendía a toda la zona, y mucha gente se veía obligada a ir comprar a Bouzas», dice Tuca. Recuerda el cambio experimentado en la zona cuando, años después, abrió el hipermercado Alcampo. José Millos sabía que mejoraría su calidad de vida en Coia porque iba a estar más cerca del astillero. «Había mucho trabajo entonces. Entraba a las siete de la mañana y volvía a comer a casa; después, regresaba a las tres de la tarde y todos los días hacía muchas horas extras porque era lo que levantaba el sueldo. A veces iba también los sábados y domingos porque el pago de las horas era doble», recuerda Millos, que cubría andando la distancia entre su casa y Barreras.

La entrada de dinero era vital entonces porque aquella nueva vivienda llevaba aparejados unos gastos importantes para el matrimonio. «Tuvimos que pagar 1.184 pesetas cuando vinimos para esta casa, y entonces era mucho dinero. Y todo salió de la velada [horas extras] porque el sueldo era una porquería. Además, teníamos dos hijos cuando vinimos para aquí», apunta. Millos recuerda que en aquella época se construyeron muchas casas a través de las promociones del Ministerio de la Vivienda, los sindicatos y, sobre todo, la Caja de Ahorros Municipal de Vigo. La desaparecida entidad financiera viguesa sorteaba todos los años varias viviendas entre sus clientes.

Su esposa recuerda también las dificultades que vivieron en el barrio durante una temporada. «Hubo una época que aquí había una enorme cantidad de droga. Sí, por ahí abajo era un peligro. Aquí murió mucha juventud, se metían en los bajos nuestros y hasta hacían hogueras», afirma Tuca. «Sí, fue una época muy mala, porque había mucha droga», asiente su marido en referencia a la época de la transición.

José Millos no fue el único vigués que abandonó su barrio natal para ocupar las nuevas viviendas que se construían en Coia. «De Teis, tanto del Toural como del barrio de Wichita, vinieron muchos para aquí, y de Cabral también hay bastante gente en la zona», señala.

Cuando Tuca y su marido echan la vista atrás, coinciden en afirmar que el cambio a Coia fue positivo en sus vidas. «Yo a la vida no le pido más de lo que me ha dado, que ha sido bastante», dice Millos mientras su mujer añade que criaron a sus tres hijos sin mayores problemas que el resto de la gente. Eso sí, todo a su alrededor cambió notablemente. Las aceras brotaron, las carreteras se asfaltaron. Los servicios nacieron y las comunicaciones se fortalecieron con el resto de la ciudad.