O Berbés, despensa de los mares

Soledad Antón García
Soledad Antón VIGO / LA VOZ.

VIGO CIUDAD

GUSTAVO RIVAS

El puerto de Vigo ha movido 21,3 millones de toneladas en cincuenta años

14 ene 2019 . Actualizado a las 10:43 h.

Vigo / La Voz. El mar y Vigo han estado unidos desde el mismo nacimiento de la ciudad. La pesca ha marcado su desarrollo económico. Lo sigue haciendo, hasta el punto de que se mantiene a la cabeza de los puertos del mundo en descargas de pescado para consumo humano. A lo largo de los últimos 50 años ha movido un total de 21,3 millones de toneladas, de las que la parte más sustancial corresponden a producto congelado.

Fue precisamente en los primeros años 60 cuando una empresa viguesa, Pescanova, construyó el primer congelador del mundo, el Lemos. Este tipo de buques propiciaron una evolución de la industria pesquera hasta entonces inimaginable. Fue también Pescanova la compañía que dio el paso siguiente al encargar la construcción en 1967 del primer congelador con más de 100 metros de eslora, el Gondomar. «Eso nos permitió dar el salto a la altura y a la gran altura, acceder a caladeros lejanos», afirma el presidente de la Cooperativa de Armadores de Vigo, Javier Touza, una entidad que nació también en esa década, lo que le convierte en la persona idónea para ayudarnos a hacer un recorrido por los principales hitos del último medio siglo en el sector.

Los buques de altura de Vigo -«llegaron a ser más de 500», dice- echaban las redes en aguas tan dispares como las del banco canario-sahariano, Boston, el Atlántico Sur... Esa fase de expansión sufrió un freno a mediados de los 70 cuando se replanteó la zona económica y primero Estados Unidos y al año siguiente Canadá establecieron el cinturón de las 200 millas. Muchos países ribereños les siguieron y empiezan los primeros problemas de acceso a cupos y caladeros. En 1982 llega la generalización de las 200 millas, lo que propicia que crezcan los problemas para la flota viguesa.

Con todo, según afirma Touza, nada parecido a la entrada de España en la Unión Europea. «La adhesión supuso no dar descanso al soplete. Hubo que desguazar más de 150 barcos y reducir la flota a 300, que fueron los que inicialmente nos permitieron en Gran Sol. Hoy hay menos de 70», añade. Con todo, uno de los momentos más duros a los que tuvo que enfrentarse el sector fue la independencia de Namibia en 1989. Apenas cuatro años antes se había acometido una renovación de la flota congeladora y una parte sustancial de la misma se quedó sin caladeros. «Muchas empresas se quedaron colgadas y la entonces Caixavigo, principal avalista de las operaciones, se convirtió en la mayor armadora de Europa tras ejecutar las garantías», señala Touza, que añade que la entidad tuvo una actuación muy positiva, ya que luego fue vendiendo los barcos en condiciones ventajosas.

El espíritu emprendedor que destila Vigo llevó al sector a buscar salidas y a encontrarlas. «La creación de las sociedades mixtas supuso un balón de oxígeno», reconoce el presidente de la Cooperativa de Armadores, que añade que aunque han tenido que hacer muchas veces las maletas para adaptarse a las exigencias internacionales, Vigo no ha dejado de ser un referente pesquero en el mundo.

A día de hoy mantiene empresas mixtas con 23 países, prácticamente todos los de la costa atlántica africana y muchos americanos. El reto que se fijan en estos momentos es consolidar su presencia en los caladeros tradicionales en los que ya faenan, muy especialmente los de Argentina, Namibia y Malvinas, aunque en este sentido, la nube a la que más temen es la del brexit por la extraordinaria incertidumbre que provoca, una preocupación comprensible si se tiene en cuenta que son más de un centenar los barcos afectados por la decisión de Gran Bretaña de abandonar la UE.

La otra asignatura que quieren aprobar en esta década es la renovación de la flota, en su mayoría treintañera, con buques ecoeficientes y tecnológicamente avanzados. Es un proceso que ya han iniciado y del que puede beneficiarse otro sector emblemático de Vigo, el naval.