El puerto ha cambiado mucho... y aún le queda mucho por cambiar

Enrique López Veiga

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

27 feb 2017 . Actualizado a las 12:32 h.

El de Vigo es uno de los mejores puertos naturales del mundo, como reconocía a mediados del siglo XIX Georges Borrow en su libro La Biblia en España, cuando observaba que en la ría cabían todas las escuadras del planeta. Pero ser una ventaja constituía, además, un grave inconveniente en la época, puesto que por sus aguas abrigadas tan extensas y tan profundas podían maniobrar libremente las flotas enemigas de vela y situarse con facilidad fuera del alcance artillero de sus fortificaciones. Por eso se elegían como base otros puertos más reducidos, pero de defensa mucho más sencilla. Hoy en día ya no es así, y las aguas profundas de la bahía viguesa ofrecen unas ventajas en cuanto a profundidad y posibilidades de maniobra que no poseen otros puertos en un radio de varios cientos de millas, con calados superiores a los 17 metros que le permiten albergar los megabuques del futuro. Es un ejemplo de que las circunstancias cambian y los puertos también.

Indudablemente, el puerto de Vigo ha cambiado en los últimos cincuenta años a la misma velocidad que han cambiado las sociedades y la economía mundial. Si echamos la vista a principios del siglo XX, descubrimos un Vigo con una economía marítima vibrante y muy centrada en torno a la industria conservera y a la pesca de la sardina. Tras la introducción del vapor se suma una cada vez más vigorosa pesca de altura que, en aquella época, comenzaba a explotar los caladeros costeros para expandirse en los años veinte y treinta al Gran Sol, los mares de África y Terranova. En paralelo, se desarrollaron los astilleros, especializados en la construcción de pesqueros. Las infraestructuras llegaron paulatinamente, el Arenal dejó de serlo para empezar la construcción de muelles comerciales. Hasta los años cincuenta, la emigración marítima hacia América del Sur fue la herida por donde sangró Galicia y esa sangre movió una industria naviera de la que muy poco o nada se beneficiaba nuestra región. Los entonces niños de mi edad aún recordamos los nombres de Yapeyú, Alcántara, Santa María, Begoña y otros buques que fueron testigos de un drama de la primera mitad del siglo XX.

En 1967, el puerto de Vigo comenzaba a alejarse de esa imagen y esas estructuras. El muelle de comercio, con el muelle transversal, estaba en desarrollo. La Estación Marítima se había inaugurado en 1957, y seguían llegando los trasatlánticos, pero la emigración hacia América estaba tocando a su fin para ser sustituida por otra menos dolorosa y con perspectiva de retorno hacia los países al norte de España y otras regiones. El transporte de pasajeros tenía ya fecha de caducidad debido a la competencia del transporte aéreo y este tipo de buques comenzó a virar hacia el turismo de cruceros. Citroën se acababa de instalar en 1957, pero su actividad se orientaba hacia el mercado interior y no estaba aún en posición de usar el puerto como lanzadera de sus exportaciones. La pesca seguía siendo cada vez más importante, pero la fresca y el salado constituían la actividad principal; empezaba, eso sí, la actividad de la flota congeladora, que permitió el acceso a caladeros mucho más lejanos en el hemisferio sur, y la flota de grandes unidades construidas en los astilleros vigueses constituía la mayor actividad del puerto pesquero. La industria de la transformación del frío empezaba su andadura.

El puerto de 2017, aunque no lo parezca o no lo recordemos, es sustancialmente distinto. Existen cuatro terminales bien definidas. Por una parte, un intenso tráfico de cruceros, con la particularidad de que Vigo da refugio y sirve de escala a los cruceros de mayor porte del mundo. Tenemos una terminal ro-ro donde se cargan automóviles con destino a muchos puertos del mundo. La pesca se ha transformado hasta tal punto que las empresas viguesas son de las más internacionalizadas de España y han convertido a Vigo en capital mundial de la industria frigorífica y de transformación. Como resultado, en la terminal de contenedores se mueven entre 600.000 y 700.000 toneladas de pescado, gran parte procedente de empresas de capital mixto constituidas en muchos países. Vigo se ha transformado en un puerto import-export y en el centro del tráfico de contenedores de Galicia, y sigue siendo el primer puerto pesquero de Europa. Aunque ha cambiado mucho y aún le queda mucho por cambiar, deberá irse adaptando a nuevos tiempos muy competitivos en transporte, con buques cada vez mayores (Vigo ahí no tiene rival), y asegurar el tráfico intermodal con el ferrocarril. El futuro puede ser prometedor, pero no hay que bajar la guardia.