Un símbolo de las virtudes de la ciudad

Carlos Mouriño

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

27 feb 2017 . Actualizado a las 13:04 h.

Manuel Rodríguez Alfonso (Manolo), José Ramón Ibarreche Villanueva, Enrique Álvarez Costas, Gabriel Lezcano Rivarola, Antonio de las Heras Rotaeche, Abel Fernández Valencia… Estos y otros nombres, que lucieron con orgullo la camiseta de aquel Celta de 1967, forman parte de la memoria de la ciudad, una memoria viva que en estos últimos cincuenta años ha ido enriqueciéndose con vivencias inolvidables, con alegrías indescriptibles y desconsolados llantos. La Voz de Galicia ha sido fiel testigo de todo ello desde que armó, con tanto entusiasmo como rigor, su edición de Vigo, hace ya medio siglo. Es desde entonces notable su aporte, su apoyo y su impulso al celtismo. Esperamos poder seguir juntos, como hasta ahora, muchos años más, unidos por el deseo de lograr un Celta más grande y ayudando a construir una urbe y un club pujantes y en permanente crecimiento.   

El valor de estos nombres y del de todos los que llegaron después, desde Del Cura, Atilano o Lucas hasta Hugo Mallo, Sergio o Iago Aspas, no se mide en goles, pases o asistencias. El valor del Celta para su ciudad, para Galicia, no se puede establecer mediante ningún parámetro al uso.

El Celta forma parte de la esencia de Vigo, como la solidaridad, la generosidad, la capacidad de lucha o el afán de superación que definen a esta urbe. Esas virtudes, señas de identidad de una ciudad emprendedora e irreductible, son también los que han guiado al Real Club Celta hasta un presente ilusionante y un futuro esperanzador.

El peso del Celta no se puede medir por lo que aporta, sino por lo que representa. Poca literatura hay, y no es asunto menor, sobre la repercusión del club en la economía o el desarrollo de Vigo, y mucha sobre las gestas y las frustraciones, las celebraciones y las decepciones. Ascensos, descensos, clasificaciones para Europa, finales alcanzadas, perdidas… se quedarán para siempre en la memoria de Vigo. Las emociones no se olvidan, los sentimientos no aparecen reflejados en balances o libros de cuentas. Viven en cada calle, en cada cruce, en cada rincón de la urbe, allá donde haya un celtista, año tras año, generación tras generación.

Nosotros queremos que el Celta siga siempre formando parte del alma de la ciudad, que Vigo continúe encontrando en el Celta un símbolo de sus virtudes. Y por ello hemos presentado, con entusiasmo y esperanza, diversos proyectos encaminados a dotar al club de futuro, arraigo y estabilidad.

Lo hemos hecho convencidos de que no hay mejor manera de sellar esa unión entre club y ciudad que se ha fraguado durante décadas. Seguros de que, con un estadio propio, una ciudad deportiva, una Universidad del Deporte… el Celta crecerá, prosperará y seguirá vinculado para siempre a Vigo, a Galicia.

Ese es nuestro afán, nuestro empeño, nuestra ilusión, pero no hay un  único escalón hacia el futuro del club. Hay más. Ahora aparecen dibujados en el aire, sin un trazo definitivo. Hay varios caminos posibles por explorar. Hemos elegido el de forjar un vínculo irrompible entre Vigo y el Celta, estamos luchando para que ese camino, ahora difuso, se materialice para al fin poder recorrerlo juntos.

Hemos explicado los proyectos, argumentado las razones, desgranado con detalle nuestras intenciones de manera trasparente y honesta. Queremos que el futuro del Celta sea espléndido, que se convierta en  motivo de satisfacción para todos, y anhelamos que se cree, paso a paso, con sensatez, ambición y firmeza, en Vigo, la ciudad donde  nuestro club nació y creció, a la que le ha proporcionado recuerdos imborrables, cuyo nombre ha llevado con orgullo por España y por Europa, a la que le ha entregado ilusiones y esperanzas.

Pero también queremos un Celta fuerte, independiente y vigoroso, capaz de competir sin desventajas insalvables, dotado de una estabilidad que lo mantenga a salvo en un mundo de brutales fluctuaciones y feroz competencia, un mundo sin fronteras, abierto y voraz.

Seguimos peleando con todas nuestras fuerzas para que el futuro del club no se aleje de esta ciudad. Lo intentaremos sin desmayo hasta el final, pero nuestro deber es garantizar la continuidad y el crecimiento del Celta y, aunque esperamos con ilusión que nos permitan seguir juntos, tomaremos la decisión más adecuada para el club. Vigo tiene la palabra. 

¡Hala Celta!