Con solo 43 años, el urólogo Juan Mata era uno de los veteranos cuando abrió el Meixoeiro, un centro rompedor en la sanidad gallega; él fue el primero en operar

Ángel Paniagua
Periodista especializado en sanidad. Subdelegado de La Voz de Galicia en Vigo.

El muro de Berlín llevaba solo veinte días resquebrajado el día en que abrió sus puertas el Hospital Meixoeiro. Por eso, no es casual que una vez, el responsable del nacimiento de ese hospital, el hematólogo Julio Cabrera -director provincial del Insalud en 1989-, declarase a La Voz que la apertura de ese centro fue, para la sanidad de Vigo, «la caída del muro de Berlín». «El Meixoeiro tenía que suplir las carencias del área sanitaria de Vigo y preparar la entrada de la nueva tecnología», dijo Cabrera a La Voz cuando el Meixoeiro celebró su 25 aniversario, hace tres años. Como en Berlín, eran muchos años de espera.

Por aquel entonces faltaban solo quince días para que Fraga ganase sus primeras elecciones gallegas y en Vigo solo había un hospital, el Xeral, que hacía muchos años que se había quedado escaso. El 30 de noviembre, por lo tanto, se cayó el muro de Berlín de la sanidad de Vigo. Y Juan Mata ya llevaba allí dos meses. «Yo estaba en el servicio de urología del Xeral y me mandaron aquí a hacer el plan de dotación», rememora ahora, sentado en un despacho del Meixoeiro.

MARCOS CANOSA

Fue el primero en el quirófano. El 10 de diciembre habían ingresado los primeros pacientes y el 12 Juan Mata entró en una sala de operaciones para intervenir a Baldomero Fernández, de O Porriño. «La sensación que te provoca estrenar un quirófano en un hospital nuevo es de miedo», cuenta el cirujano. Una sala de operaciones es un lugar con mucha tecnología, «con innumerables tomas de tierra, lo cual habla de la peligrosidad de las interacciones entre máquinas y pacientes», explica.

Empezaron interviniendo casos sencillos. Llamaban a gente que estaba en la lista de espera del Xeral y les ofrecían operarse. Con la caída de su muro de Berlín, la sanidad viguesa asistía también a la construcción de una nueva barrera: la sectorización de la población. El Insalud partió en dos el área de Vigo y asignó una parte al Xeral y otra al Meixoeiro. Los años revelarían que ese fue uno de los mayores frenos al crecimiento de la sanidad viguesa. Pero para Juan Mata tuvo su parte positiva. «La competencia entre los dos hospitales de Vigo fue buena. El Xeral tenía cierta inercia y esto lo motivó para salir y entrar en otra dinámica», dice. En el Meixoeiro querían ser un acicate del viejo hospital.

Mata tenía 43 años y a los seis meses de abrir asumió la jefatura de urología, que mantuvo hasta que se jubiló, en el 2013. La edad es un dato crucial para entender lo que pasaba entonces. «Al poco tiempo de abrir, en una guardia, me llamaron para resolver un problema, y pensé: ‘‘Juanito, eres el más viejo del hospital’’». Esa era la dinámica del Meixoeiro, plagado de gente joven, con empuje, con ganas de hacer cosas nuevas. «Nuestras expectativas eran altas porque éramos jóvenes», ríe el médico, con cierta nostalgia. Pero eso le imprimió un carácter de permanente inquietud. «Siempre tuvimos mucho espíritu de investigación, había comités para consensuar el trabajo, estábamos dispuestos a alcanzar el tope de calidad y de capacidad en los tratamientos, queríamos no utilizar papel...».

Pero había más. El primer gerente del Meixoeiro, José Antonio Souto, se lo explicó a La Voz en el 25 aniversario del hospital: «Queríamos demostrar que se podían hacer las cosas de otra forma, con una metodología innovadora y rompedora: azafatas para recibir al paciente, buena atención personal, menú a la carta, el periódico a todos los pacientes ingresados...». La crónica de La Voz de Galicia sobre la apertura del hospital iba en ese sentido. La última página del periódico del 1 de diciembre de 1989 contaba que la primera paciente en las consultas era una mujer de Gondomar de 44 años. «Me conformaría con que, en el futuro, el personal mantuviese con todo el mundo la mitad de las atenciones y la amabilidad que hoy ha demostrado conmigo», dijo.

El Meixoeiro no se desarrolló todo lo previsto. Le faltaron camas, la escuela de enfermería, la segunda facultad de Medicina, la alta tecnología tardó demasiado en llegar... A Mata le da pena que no se convirtiese en un gran centro oncológico. Y también no poder seguir operando por la jubilación obligatoria. Pero, recuerda, «el Meixoeiro está en la montaña, se nos ve desde todo Vigo».