El exrector Luis Espada recuerda que la Universidad de Vigo arrancó con solo nueve titulaciones y 11.000 alumnos tras independizarse de la de Santiago

maría jesús fuente
Redactora

El primer rector de la Universidad de Vigo, Luis Espada, recuerda como si fuese ayer los inicios de la institución en unos momentos complejos al coincidir con cambios políticos en el Gobierno gallego. Los medios de comunicación ensalzaban el logro, mientras que Juan Leiceaga, uno de los cinco miembros de la junta de gobierno, decía preocupado: «Xa temos Universidade. ¿E agora que facemos?». A Espada le hubiese gustado que la segregación de Santiago fuese «un proceso que durase cierto tiempo, no más allá de dos años», para no encontrarse de súbito con una universidad «compleja, heterogénea, dispersa, incompleta y con vacíos estructurales graves», tal como destacaba en su discurso inaugural recogido por La Voz de Galicia el 9 de octubre de 1990.

«El rectorado estuvo primero en un apartamento de setenta metros cuadrados del Gran Hotel, frente al Sireno, donde teníamos las sillas justas. Después pasamos a un galpón del edificio Cambón, hasta que en 1992 fuimos al Areal», relata Luis Espada. Aunque la inauguración del curso académico 1989-1990 contó ya por primera vez con tres rectores de otras tantas universidades gallegas, fue el siguiente (1990-1991) cuando por primera vez la Universidad de Vigo lo inauguraba en solitario. El acto estuvo presidido por el entonces presidente de la Xunta, Manuel Fraga, y el alcalde de la ciudad, Manoel Soto. La lección inaugural le correspondió al catedrático con más antigüedad, curiosamente el actual alcalde, Abel Caballero.

La primera carrera superior que se pudo cursar por completo en Vigo fue Ingeniería Industrial, en la que Espada impartía Ingeniería Química. «Cuando fui nombrado rector teníamos 11.000 alumnos y nueve titulaciones y al irme ya eran 22.000 los estudiantes, casi como ahora», apunta. Sin duda, dice, circunstancias como la demografía también se han dejado sentir en la institución académica.

Hasta llegar a ocupar el primer rectorado, cuando el colegio universitario dependía de Santiago, Espada fue salvando un obstáculo tras otro. «Llegué a Vigo procedente de la Politécnica de Barcelona en septiembre de 1976 y pregunté dónde estaba la escuela. Me dijeron que no existía y me fui a hablar con el alcalde, García Picher. Me dijo: ‘Dentro de un mes habrá prefabricados, mientras no se hace en el campus’. En octubre llegaron los prefabricados y cité en los galpones a los 109 alumnos matriculados, pero las sillas llegaban por la tarde. La primera clase la dimos de pie, al no tenerlas aún. Por la tarde las descargamos entre los cinco profesores, el director de Peritos y un bedel», comenta. Uno de esos profesores, José María Barja, fue posteriormente rector de la Universidad de A Coruña. Con tal motivo en más de una ocasión bromeaban con la coincidencia: «Para ser rector hay que descargar antes sillas», decían.

Los problemas urbanísticos se sumaron al resto. En el campus había zonas calificadas como reserva forestal protegida, que fue necesario cambiar. «Lo ideal hubiera sido que las expropiaciones estuviesen realizadas para poder hacer el diseño antes. Hubo que ir zona por zona y duró años», indica.

Atribuye el fuerte despegue de la institución en sus 27 años de vida a la labor desarrollada. «El milagro de la Universidad de Vigo está en el trabajo y la constancia. Los cuatro rectores que me siguieron fueron académicos, profesionales, no políticos. Fue una línea recta, cada uno puso sus peldaños con etapas más o menos complejas. La universidad debe ser para los universitarios y la política para los políticos, sin interferencias», apunta. Buena muestra del éxito, dice, son los puestos que ocupa en diferentes ránkings internacionales.

Espada es en la actualidad profesor emérito de la Universidad y desarrolla trabajos sobre graduados para saber cómo les ha ido desde que terminaron los estudios, qué les sobró y qué les faltó en la carrera. Aplaude que la institución tenga una sede en plena ciudad para mantener el cordón umbilical. Ya entonces, Espada lo decía al abrir el curso y La Voz lo recogía: «Una sociedad próspera se corresponde con una universidad de prestigio». Y hoy, el exrector concluye: «Si Vigo es dinámica, la Universidad también lo es».