Carmen Avendaño, presidenta de Érguete, recuerda un año de movilizaciones con desplazamientos a los macrojuicios contra las organizaciones de narcos

luis carlos llera
Redactor

En 1991 se produjo un punto de inflexión en el tráfico de drogas en Galicia, que disparó las alarmas de un grupo de madres de Vigo y su área. Las fuerzas de seguridad y los jueces comenzaron a sentar en el banquillo a antiguos contrabandistas que se habían convertido en narcotraficantes de grandes cargamentos de drogas. «El Culebras era amigo de la familia, lo apreciábamos mucho», recuerda Carmen Avendaño, presidenta de la Fundación Érguete que luego descubrió el rostro oculto de esta persona.

En aquella época, las sustancias estupefacientes recorrían las calles de Vigo y de tantos pueblos de Galicia sembrando un reguero de muerte y dolor. Carmen Avendaño, que en los años 80 había sido presidenta de la asociación de vecinos de Lavadores, se convirtió en el adalid de aquella lucha que aglutinó a numerosas madres gallegas y quedó reflejada en las páginas de este periódico que publicó muchas crónicas de los macrojuicios de la droga.

«Fue una época muy dura. Recuerdo que llamé a la Consellería de Sanidad porque en las cárceles se estaban muriendo muchos presos. Nos preguntaron cómo sabíamos tanto. Nosotros estábamos en la calle y conocíamos Vigo como la palma de la mano y los estragos que estaba produciendo la droga. Había semanas en las que asistía a tres funerales, recuerda Avendaño, que actualmente preside la Fundación Érguete que trata la reinserción sociolaboral de toxicómanos y da trabajo a más de un centenar de personas. Érguete se fundó en 1984 y en su creación tuvo un papel crucial Antón Bouzas. Desde el principio consideraron al drogadicto como enfermo y persiguieron al que hacía negocio con la droga porque comerciaba con la vida de sus hijos.

En el año 1990 tiene lugar la operación Nécora y a partir del 91 comenzaron se sentarse en el banquillo conocidos contrabandistas como Luis Falcón y otras trece personas cuyo juicio se celebró en la Audiencia Provincial de San Sebastián. Se les acusaba de ser los responsables de una red que transportaba hachís desde Marruecos al País Vasco. Durante la investigación, la Guardia Civil halló 445.000 florines holandeses en dos habitaciones de lujosos hoteles de San Sebastián y Fuenterrabía que ocupan varios delos implicados. Érguete fletó un autobús en el que viajaron a San Sebastián padres y madres de afectados, según contaba La Voz. Fueron quince horas de trayecto. Durante el viaje a la capital donostiarra las madres y padres de Érguete cantaban A Rianxeira para animar el trayecto aunque el motivo era bien triste.

A llegar, los movilizados se quedaron con las ganas de verle la cara a Falcón porque el inicio del juicio oral se aplazó por la incomparecencia del vilanovés Manuel Carballa. Recuerda aquellas jornadas como «una movilización ciudadana en la que descargábamos la adrenalina por el daño que estaban sufriendo nuestros hijos, gritábamos contra ellos, nos desahogábamos y luego antes de volver a Vigo tomábamos juntos un vino para relajarnos». Avendaño recuerda que en Galicia los contrabandistas siempre existieron. «Traían desde penicilina hasta café y la gente les estaba agradecida, por eso estaban bien vistos por la sociedad».

Pero en ese momento comenzó a evidenciarse que los antiguos contrabandistas ya no pasaban cartones de Winston o productos de estraperlo sino que habían traspasado la frontera «y usaban a nuestros hijos para enriquecerse con la droga».

Avendaño sufrió en su propia familia las consecuencias de la lacra y dos de sus hijos estuvieron enganchados, en una época en que la heroína y el VIH asociado al uso compartido de jeringuillas mataban por doquier. «Por suerte mis hijos se recuperaron y hoy día están bien y han formado sus respectivas familias».

Carmen Avendaño y otras madres no se concentraban solo delante de las sedes judiciales sino en barrios como El Rocío o en la puerta de los establecimientos donde tenían la certeza de que se trapicheaba droga. «Sabíamos que en un bar de la calle Lepanto de Vigo se vendía droga y pusimos un cartel en la puerta diciendo: «Aquí se vende droga». A la policía le sentaba mal porque los dejábamos en evidencia. El dueño del local salió y me pegó una bofetada».

En esa época Carmen Avendaño, que ya estaba afiliada al PSOE, comenzó a tratar y cultivar amistad con el juez Carlos Bueren y el fiscal Zaragoza. «Empezamos a conseguir que se dieran alternativas al cumplimiento de las penas para los consumidores», recuerda con agradecimiento.