28 jul 2017 . Actualizado a las 19:22 h.

Esta semana, mi hermano Fer estaba facturando en el aeropuerto internacional de Dubái y pidió no recoger su equipaje en Barajas, sino directamente en Vigo. El dependiente alzó la vista y le espetó: «Celtavigo». Ni fue su primera vez ni sorprenderá a los miles de vigueses que hemos oído esa expresión por el mundo adelante. Dices que eres de Vigo y te responden «Celtavigo».

Podrá objetarse que esa expresión significa poco. Y que quienes reconocen al equipo de fútbol apenas saben nada de la ciudad, ni de su ría, ni de su puerto ni de su poderosa industria. Tampoco saben que tiene un parque nacional en su territorio municipal, con las Cíes como bandera. Pero algo saben. Al menos identifican Vigo con un club de fútbol de prestigio internacional. Y eso ya es mucho. La gente puede no saber situar en un mapa Eindhoven, Lyon, Dortmund o Donetz. Pero, si conocen que estas ciudades tienen grandes equipos, que compiten en Europa, pueden suponer que son poblaciones importantes. Y esto es valioso.

El Celta es una marca que conviene mucho a Vigo. Y no solo porque llene los hoteles varias fechas al año. También porque hace la ciudad más atractiva, también para la gente que viene de fuera a invertir. Porque estamos en el circuito de los grandes eventos planetarios. Y, pese a los críticos acérrimos del balompié, que los hay, esto debe reconocerse. Alegrías como la del jueves en Atenas nos garantizan muchos más Celtavigo cuando vayamos por el mundo adelante. Al igual que seguir brillando en la Liga donde juega el mejor futbolista del mundo. Un tema sobre el que no hay debate posible: obviamente es Iago Aspas.