La historia se escribe con tinta negra

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vazquez

La nieta de los fundadores del Choco, Marya Lorenzo, sigue la senda familiar con un proyecto sazonado con acción cultural

01 dic 2017 . Actualizado a las 11:58 h.

El choco escribe su historia con tinta negra. Y eso, como es lógico, es muy difícil de borrar. Por esa razón y por su escurridizo esqueleto, su espíritu sobrevive en hábitats muy diferentes, aunque todos muy cercanos a los vigueses y a sus vecinos de Redondela. De allí llegaron Pilar González y Armindo Lorenzo a mediados de los años 60, con ganas de crecer en Vigo como hosteleros tras iniciar un negocio en su villa natal. Pusieron en marcha el Choco, que se convirtió en una restaurante muy moderno para la época, una casa de comidas de referencia para el día a día y también para celebrar ceremonias y eventos varios.

Rozando el año 2000 el matrimonio abrazó la jubilación pero su hijo José, biólogo de profesión, y quizás por eso, sintió la necesidad de no dejar morir al cefalópodo. Empezó una segunda etapa en la que junto a su mujer, Beatriz Lago, y sus cuñados Luis y Fátima dieron un vuelco al local logrando una vez más, insuflarle alma aunque esta vez más pegada al jazz, al cine y al ocio urbano que sus antecesores. En sus manos el Choco fue un café bar elegante, adulto y atractivo para empezar la noche. Por desgracia, el mal estado del inmueble acabó con él cuando con 15 años aún estaba creciendo. Cerró sus puertas a principios del 2015 y ya entonces José Lorenzo advertía que no descartaba abrir otro bar en el futuro, ya que lleva toda la vida entre la barra y la cocina.

Pero lo que sí tenía claro es que no se llamaría Choco. «Ni Choco 2, ni nada parecido porque en otro lugar ya no será lo mismo. Hay que pasar página», reflexionaba. Así ha sido, pero la nueva mutación vuelve a tener un componente tan familiar como el que se gestó hace medio siglo. La reencarnación se llama Tinta Negra. Está en el mismo barrio y lo lleva Marya Lorenzo, la hija de José y Bea; la nieta de Armindo y Pilar.

Su primera relación con el bar fue como ayudante, de quinceañera. De hecho, allí tuvo su primer sueldo. «Estaba estudiando en el instituto y los fines de semana limpiaba el bar o echaba una mano en la barra para sacarme unos dineritos», recuerda. Ya le picó el gusanillo. Su tío Luis le dio unas clases magistrales y con 17 años aprendió a manejar con soltura su primera bandeja. «Creo que mi pasión por la hostelería nace de lo que veía a mi alrededor. Me interesaba cuidar mucho los detalles, como saber preparar bien un buen café, por ejemplo», reconoce. Tras ese training en familia, Marya se marchó a Barcelona, donde estudió interpretación aunque siguió combinando sus estudios con empleos en el sector hostelero.

Cuando el Choco entró en fase terminal, ella regresó para vivir tras la barra sus últimos días y ya se quedó en Vigo. Hace ahora justo un año, abrió el Tinta Negra cerca de allí, en Irmandiños, 2. Fue su primer proyecto personal. «Lo llevo yo pero no sería posible sin mis padres, mi hermana y muchos amigos», admite. Aunque el espíritu del Choco sigue ahí, la nostalgia la dejan para otros momentos a sabiendas, además, de que no tendría sentido reproducirlo en cautividad.

Entre los cambios respecto a la etapa anterior, hay una vuelta a los primeros años, cuando el Choco daba de comer a sus clientes. El Tinta Negra no tiene cocina, pero sí interés por la gastronomía, que se cubre a pequeña escala con los Jueves Gastronómicos, con jornadas temáticas de tapeo para lo que echan mano de chefs de otros locales. «Estamos en una zona de copas y salas de conciertos donde escasean los lugares donde poder cenar, así que con este servicio suplimos un poco esta carencia. La otra es que de día el barrio está muerto y queremos revitalizarlo con mercadillos como Bazares nos Bares y festivales como el Buxo Fest», añade.

Además hacen ciclos de charlas. Este mes, por ejemplo, en colaboración con el Instituto Oceanográfico de Vigo con motivo de su centenario, han tenido cada miércoles los cafés científicos Al calor del mar en un bar.

La actividad cultural es una de las patas del nuevo calamar de los Lorenzo. Cada dos meses invitan a cuatro artistas para intervenir las ventanas con sus creaciones. Por si tuviera poco lío, Marya se ha aliado con Marcos, de La Casa de Arriba, para poner en marcha, justo enfrente, la sala Magnética (Irmandiños, 3), un bar de copas «para disfrutar de bailar sin tener que esperar a las 3 de la mañana», propone.