Robots

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland LA BUJÍA

VIGO CIUDAD

16 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay algo que ningún escritor de ciencia-ficción previó. Porque el robot no pasa la aspiradora: es la aspiradora. Y no conduce un coche: es el coche. Así que ya están aquí los robots, casi sin enterarnos, porque vimos demasiadas películas y los esperábamos con apariencia humanoide. Pero, en lugar de un Terminator T-1000, es esa máquina que nos guisa las albóndigas. El debate gira ahora sobre el empleo, porque los robots hacen cada vez más cosas por nosotros. Y se augura la destrucción mundial de millones de empleos. Los optimistas creen que la renta básica universal y los impuestos a la robotización paliarán los efectos del cambio hacia la civilización del ocio. Los más realistas sospechan que vamos a sufrir por el camino, porque la clase política -que ya es incapaz de legislar ni regular la economía digital- está a otra cosa. Básicamente, a sus intereses.

Pero, para ilustrar el futuro, en Vigo tenemos un buen ejemplo. Hace diez años, la planta de PSA Citroën en Balaídos empleaba a 10.000 personas y produjo 517.000 coches. El año pasado, empleó a 5.500 trabajadores y produjo 435.000. En una década, desde el 2007 hasta el 2017, la producción apenas bajó un 16 %, pero la plantilla se redujo a la mitad. ¿Y quién hace el trabajo que falta? Pues los robots, en cualquiera de sus formatos.

Si vamos más atrás, el cambio es mayor. En 1960, Citroën empleaba en Vigo a 500 obreros que produjeron 3.600 vehículos. Medio millar de personas hacían solo diez coches al día. Así que el proceso es imparable. Y no es malo. Pero hay que tomar decisiones para evitar un colapso. Por desgracia, esto parece que tampoco está en la agenda política.