Una vía devorada por malas hierbas y basura

manu otero VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

El tiempo se detuvo hace siete años en la línea ferroviaria de Vigo a Chapela, en la que se acumulan muebles, plásticos y latas. Aguarda su rescate como senda verde

22 abr 2018 . Actualizado a las 12:46 h.

El tramo de línea ferroviaria que une la localidad redondelana de Chapela con la calle Urzaiz, en pleno centro de Vigo, se convertirá en un sendero peatonal dentro de un año. Un halo de vida para una zona en la que el tiempo se detuvo hace siete años, con el paso del último tren sobre unos raíles de 130 años de historia. Esos cinco kilómetros que desde el 1880 constituyeron la principal vía de comunicación de la ciudad funcionan desde agosto del 2011 como un criadero de malas hierbas y vertedero. Unos usos que están a punto de experimentar un cambio radical, pues la vía verde permitirá a los ciudadanos disfrutar de un entorno natural y con vistas privilegiadas sobre la ría.

No obstante, la realidad de esta senda está muy alejada de la imagen que proyectará en el futuro. Aunque las advertencias del riesgo que supone acceder a la vía siguen presentes («peligro», puede leerse en letras mayúsculas en varios carteles) cualquier persona o animal -el sendero está plagado de excrementos de perros, lagartos y, según algunos vecinos que residen en los márgenes de la vía, alguna que otra culebra- pueden colarse en el trazado sin ningún tipo de obstáculo. Aunque caminar entre los raíles, sobre el balasto, no está exento de dificultad ni tampoco de una cierta dosis de terror psicológico, por si un convoy irrumpe en la vía. Un miedo completamente infundado ya que esta histórica línea es intransitable para cualquier tipo de tren. Y eso que los raíles y los pilares que soportaban el tendido eléctrico siguen intactos en la mayor parte del itinerario.

Durante estos siete años de inactividad ferroviaria, la naturaleza ha ido reclamando su espacio y engullendo poco a poco la vía. Silvas, ortigas y todo tipo de flora silvestre crece a lo largo de los cinco kilómetros del trazado. El volumen de la vegetación en algunas zonas del recorrido pone en serias dificultades el paso de personas, que deben abrirse paso entre helechos que llegan a superar el metro de altura. Es como colarse, de repente, en el escenario de The Walking Dead, para los seriéfilos, o de The Last of Us, para los amantes de los videojuegos. Pese a lo hostil que pueda parecer este entorno, también hay lugar para la belleza. Manojos de calas, también conocidos como lirios del agua, crecen por doquier en los márgenes de la línea férrea.

La invasión de plantas no contribuye tanto a la degradación del entorno como la acumulación de residuos humanos. A lo largo de los cinco kilómetros de recorrido, la presencia de latas, plásticos y botellas de cristal es constante. En las zonas más recónditas, bajo los viaductos, es habitual la acumulación de muebles destartalados, como en la zona de la Travesía de Vigo, en la que restos de madera y espuma de sillones se amontonan bajo un viaducto cercano a la Avenida de Buenos Aires. Por no citar los incontables grafitis que visten todos los taludes desde Chapela hasta Urzaiz.

Toda esta fealdad se irá con las obras de construcción de la senda verde que el Concello de Vigo prevé tener rematadas en un año. Las vistas privilegiadas sobre la ría y el contacto con los riachuelos que bordean la vía, así como joyas de nuestra cultura, como fuentes y lavaderos, seguirán ahí.

En la dirección contraria, hacia Soutomaior, el escenario es el mismo. Y la sociedad reclama también una vía verde como la que se va a hacer en Vigo.