El remolcador de la cocaína se movía entre Vigo, Marruecos y el Senegal

serxio gonzález, javier Romero VILAGARCÍA / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

El Titán III, que navega escoltado a Canarias, sufrió tres averías antes de ser abordado

13 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El Titán III, el remolcador que la semana pasada fue abordado por Vigilancia Aduanera y el Grupo Especial de Operaciones (GEO) del Cuerpo Nacional de Policía, desatando uno de las mayores operativos de los últimos años contra el narcotráfico gallego, navegaba ayer hacia las islas Canarias, adonde debería arribar en cuestión de horas. Superado el destello mediático que supuso la detención y puesta en libertad de Manuel Charlín y de su hijo Melchor, investigados por pertenencia a una organización criminal, llega el momento de tirar de los hilos que la operación Barranca Bermeja pone a disposición de los investigadores. Uno de ellos apunta a la trayectoria de una embarcación que fue construida en un astillero de Gijón en 1972 y conoció dos nombres anteriores (Sertosa Catorce y Zumaia II) antes de abrazar la bandera panameña y servir a los intereses de Pedro Rodríguez, enviado ya a prisión por el titular del juzgado número 4 de Vigo.

Al margen de otras consideraciones, lo cierto es que los cuatro tripulantes del remolcador las han debido de pasar canutas en su última singladura. Las diligencias del caso describen continuos viajes entre la costa africana, Andalucía y Vigo, donde el Titán III tenía su base y llamó hace meses la atención no solo de los Grupos de Respuesta Especial contra el Crimen Organizado y de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado de la Policía Nacional, sino también de los Equipos contra el Crimen Organizado de la Guardia Civil. La policía tiene claro que Rodríguez ofertaba el Titán al mejor postor. De hecho, en las conversaciones intervenidas él mismo se refiere en diferentes ocasiones a los «otros remolques» que tiene sobre la mesa, para azuzar a los organizadores del alijo.

El remolcador y su patrón entran en la partida en diciembre, cuando Rafael Díez Martínez, también encarcelado, se pone en contacto con Rodríguez. Tres meses después, en marzo, el acuerdo todavía no está cerrado y el hombre se mesa los cabellos, harto de aguardar «Yo tengo al de allá desesperado; claro, está rechazando otras ofertas», le advierte Díez a Luis Manuel Rodríguez Parada, otro de los encausados, que responde a la altura de las circunstancias: «Dile que se aguante un poco, joder».

En abril el asunto está casi hecho y Rodríguez zarpa con su embarcación. Deja Vigo para dirigirse al Estrecho. Sin embargo, una primera avería lo deja tirado en el puerto gaditano de Barbate. Nueve días más tarde se interna en el Atlántico, frente a las costas marroquíes, con rumbo suroeste. La siguiente conversación que el GRECO es capaz de interceptar con respecto al barco es una llamada que el patrón realiza desde un teléfono marroquí, anunciando que regresa a Vigo. Rodríguez mete prisa de nuevo ?«ve haciendo las gestiones [...], tengo más remolques, pero el tuyo, pues me interesa más»? y abandona el puerto de Agadir para arribar al Berbés el 10 de mayo.

A partir de ese momento, las reuniones de los miembros de la trama se multiplican, tanto en Galicia como en otros puntos de la Península. El propio Pedro Rodríguez viaja a Huelva antes de embarcar definitivamente en Vigo, a principios de junio, y dirigirse, una vez más, hacia el sur. Las cosas no le deben de ir muy bien. Está en Senegal, padece una segunda avería y no tiene dinero para combustible. Uno de sus compinches, Díez, viaja personalmente a Huelva para entregarle fondos a la mujer de Rodríguez y que esta se los haga llegar.

La siguiente llamada, el 1 de agosto, es de traca. El remolcador ha cargado 2,7 toneladas de cocaína, más de lo previsto, y urge un cambio de planes. Su última comunicación se remonta al lunes pasado. Anuncia para el jueves su llegada al punto de encuentro, a 80 millas de Arousa. Pero no hay dos sin tres. El Titán se queda sin máquina, a 600 millas de las Azores, lo que precipita la intervención policial. Es la ruina de Rodríguez, de un tal Antonio Rull y de los dos senegaleses que los acompañan.