9 meses de gestación para dimitir en bloque

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vázquez

Los escritos entregados en marzo contra la falta de sustitutos y la sobrecarga encendieron la mecha de la renuncia colectiva de los jefes de los centros de salud; el proceso se fue haciendo imparable

17 dic 2018 . Actualizado a las 13:17 h.

El mes de diciembre del año 2018 será recordado en el sector sanitario como el momento en que los jefes de los centros de salud de Vigo presentaron una dimisión colectiva sin precedentes contra el deterioro de la asistencia sanitaria. Pero esa dimisión empezó mucho antes. Fue una gestación de nueve meses antes, como mandan los cánones. Era marzo y los dimisionarios todavía no sabían que acabarían dimitiendo en una multitudinaria rueda de prensa, pero en aquel entonces sí empezaron a ser conscientes de que el personal de atención primaria quería dar la batalla.

el antecedente

Navidades a tope. En las Navidades del 2017, la falta de sustitutos para afrontar el período vacacional quemó a muchos profesionales. Que no hubiera más médicos no era nuevo, la falta de sustitutos para cubrir vacaciones y bajas sí empezaba a serlo. Un grupo de facultativos redactaron un largo escrito de protesta. El texto corrió de mano en mano. Ponía términos como síndrome del profesional quemado, denunciaba que eran frecuentes las jornadas con prolongaciones que levaban las agendas hasta los 90 pacientes -lo normal son 37- y diez horas de trabajo, decía que los jefes de servicio habían «comunicado de forma verbal esta situación, sin que se hayan tomado las medidas correctoras oportunas», lamentaba que la atención primaria se hubiese convertida en «el pariente pobre del sistema». Y advertía: «Pediremos amparo a las autoridades judiciales».

Ese escrito saltó de centro de salud en centro de salud y en marzo se presentó por registro. Ahí comenzó la gestación de la dimisión. Aunque los jefes de servicio aún no lo sabían.

Empieza la rebelión

Están todos. Hacia mayo empiezan a reunirse algunos jefes. Están muchos de los históricos, que en el mes de diciembre acabarán delante de una mesa del Colegio Médico. Quieren llamar la atención del Sergas, porque tienen la impresión de que no les hacen caso. Ya entonces hay quien habla de tomar una medida radical: dimitir en bloque. No es una opinión mayoritaria. El grupo optar por tender algún puente.

De esas conversaciones incipientes nace la Junta de Jefes de Servicio y Unidad de la atención primaria de Vigo el 12 de junio. Puede parecer un detalle menor, pero acaba dotando cierta estructura a lo que hasta entonces solo era un descontento bullicioso y desorganizado. La crean los propios médicos. Hay gente como Manuel Sardiña, Pilar Cobas, Luciano Garnelo, Marta Delfín, Luis López Vilar o Susana Aldecoa, entre otros. Ahí hay gente de prestigio, de peso ideológico dentro de la atención primaria, con reconocimiento también en el más distante mundo hospitalario. Hay gente que ha tenido cargos directivos, también con el PP, y gente que incluso pudo tenerlos en estos últimos años. Es un grupo heterogéneo, con muchos de ellos próximos a la jubilación, que formaron parte de la gente que montó la actual atención primaria en Galicia.

El aviso

Se organizan. Nace la junta y la opción de dimitir sigue su gestación, aún sin consenso. Los coordinadores redactan un escrito de tres páginas que plantea un diagnóstico, propone varios tratamientos y lanza un aviso.

El diagnóstico habla del «deterioro de la atención sanitaria que se presta en los últimos años en el primer nivel asistencial de nuestra área». Lo atribuye a las «desmesuradas listas de espera», a la sobrecarga y al hospitalcentrismo del sistema, mayor desde la apertura del Cunqueiro.

Los tratamientos pasan por mejorar la teleconsulta, ampliar la cartera de pruebas que pueden pedir los médicos de cabecera, reducir la burocracia, «la cobertura total de las ausencias», más medios y pensar en una reforma a medio plazo «sin sobrecargas asistenciales».

El aviso es el siguiente: «Se proponen una serie de reivindicaciones de cambio que consideramos que se tienen que resolver a corto y medio plazo; de no ser así, la atención primaria en pleno tomará medidas tanto en el plano asistencial como en el político y social».

Ahí está. Termina junio y la gestación de la dimisión en bloque cobra forma. Varias fuentes coinciden: en ese momento la dimisión no tiene retorno.

no retorno

El plante. Por si fuera poco, el caluroso mes de julio quema el ambiente. Hay una reunión entre la dirección y los jefes y la situación arde. Al principio de la reunión, los jefes de servicio abandonan la reunión. Las interpretaciones difieren: fuentes del colectivo médico explican que la dirección pretendía postergar los temas que ellos consideraban importantes y urgentes; fuentes de la dirección aseguran que se ofreció hablar de lo que quisieran. Sea como sea, lo cierto es que los jefes de servicio plantan el encuentro. Es inaudito. Refleja un clima difícilmente recuperable. Los puentes parecen rotos.

Con el verano, la idea de dimitir madura. En las reuniones de septiembre entre la dirección y los médicos se constata una diferencia fundamental: la dirección cree que está dando soluciones, los médicos creen que les hacen perder el tiempo.

Las soluciones son una mejora en los tiempos de la teleconsulta de cardiología y dermatología, y del acceso a psiquiatría, la implantación de un sistema de priorización de los pacientes que llegan sin cita al centro de salud, el establecimiento de objetivos de reducción de las listas de espera más voluminosas y que más preocupan a los jefes, como neurología, oftalmología y traumatología. Todo tiene que ver con la relación con el hospital.

La gran diferencia es que no hay sustitutos. Según la dirección no hay posibilidades de contratar. Los pocos que están en paro se mandan a los puntos de atención continuada (PAC). Según los médicos, no los hay porque no hay ofertas interesantes, sino contratos precarios. Sin sustitutos, la sobrecarga no mengua y los médicos no se echan atrás.

la decisión

Ya hay fecha. A finales de septiembre al Sergas se le acumulan los problemas: los PAC explotan también por falta de sustitutos, Povisa entra en preconcurso de acreedores, Omega convoca una huelga contra la carrera profesional -medida estrella de la Consellería de Sanidade como guiño a los profesionales-. Entre otras.

El 13 de noviembre, los jefes de servicio se reúnen una vez más. Ese mediodía, la dimisión ya queda por escrito. Será el 29 de noviembre en el Colegio Médico. La dirección se entera y los cita a una reunión el día 30.

Mientras, los jefes preparan el escrito con los motivos de la renuncia: el deterioro de la asistencia por la sobrecarga y las barreras en el acceso al hospital. Se guarda en un centro de salud de Vigo y todos los jefes pasan por allí a firmar. Se distribuye otro escrito de apoyo entre el resto del personal. En vista del éxito, los jefes comunican a la dirección que no acudirán a la reunión del día 30. Nada puede parar la dimisión en bloque.

Dos días antes de la escenificación, el conselleiro de Sanidade, Jesús Vázquez Almuíña, llama a uno. Los cita para el martes 4. Nadie tiene expectativas de que esa reunión vaya a resolver nada. Son tres horas cordiales en la delegación de la Xunta en Vigo. No sirven para nada. «Si nos hubieran pedido que no dimitiéramos y hubieran reconocido que hay un problema, igual nos lo habríamos pensado; pero no dijeron nada de eso», dice un doctor. Al terminar, en una cafetería, no hacen falta muchas palabras: todo sigue.

Es la semana del puente y a gestación se encamina hacia el final. El domingo, La Voz publica que una veintena de jefes preparan su dimisión en bloque. El lunes la escenifican: «No queremos ser cómplices del deterioro de la asistencia sanitaria».

Desde entonces han dimitido tres más, 25. Todavía está por ver qué consecuencias tendrá.